𝕮𝖍𝖆𝖓
Chan no había planeado querer a un omega humano. En realidad, nunca había pensado mucho en aparearse, no con todo el trabajo que tenía en la finca familiar y las responsabilidades cada vez mayores que tenía como hijo mayor.
Hasta que un día se volvió loco.
Es cierto que la muerte de su padre alfa también había influido, pero se encontró huyendo de todo.
O tal vez fue el delicioso aroma que había captado en el viento lo que le había puesto duro como nunca y le había llenado la mente hasta no poder pensar en otra cosa. El instinto se había apoderado de él.
Había seguido el rastro del omega durante días por el bosque, había estado a punto de alcanzarlo varias veces, pero había vuelto a perder el hilo. Había sido un largo juego de escondite. Sin embargo, se había arriesgado al cruzar la frontera entre las tierras de los cambiaformas y las de los humanos, y el guardián del bosque había ido tras él, persiguiéndolo e hiriéndolo.
Después de eso, las cosas habían estado borrosas durante un tiempo y el olor se le había escapado.
Hasta que Felix lo encontró, lo curó y todo encajó.
Para Chan, al menos.
No tenía ni idea de lo que Felix estaba pensando.
A decir verdad, con la forma en que el esbelto omega lo miraba con calor en sus ojos azules en ese momento, Chan podía adivinar. El aroma del omega también se había intensificado, volviéndose más dulce y almizclado.
Felix también lo deseaba. El omega estaba entrando en celo; así fue como Chan lo había encontrado, pero ahora mismo Felix quería que Chan se aparease con él, que le diera placer, que saciase esa sed que había en él.
Y Chan estaba preparado. Había estado preparado para este momento toda su vida.
—Ven conmigo—, dijo. —Vamos a sacarte de la lluvia—. Inclinando su rodillas, levantó a su omega en brazos, mirando por primera vez de cerca esos ojos azul cielo. —¿Listo?
—Sí—, respiró Felix, rodeando el cuello de Chan con los brazos.
En su deambular por el bosque, buscando al dueño del delicioso olor que se había apoderado de su mente, Chan había encontrado un refugio en un claro, un poco viejo, pero lo bastante bueno para mantener a Felix seco durante la noche. No necesitaba paredes. Él solo mantendría a Felix cálido y a salvo.
Llevaba a Felix ahora, por senderos de animales ya familiares y tenues, usando puntos de referencia que él mismo había fijado. El ligero peso de su omega en brazos era dulce y perfecto, y no podía evitar bajar la cabeza de vez en cuando y rozar con un beso aquella piel sedosa, en la frente, las mejillas y la boca del bonito rubio pelirojo.
Cuando llegaron al refugio y tumbó a Felix sobre los juncos que había recogido, estaba tan empalmado que apenas podía soportarlo. Se echó encima de Felix y lo besó larga y duramente, subiendo la túnica del omega para tocar su pecho terso, sentir cómo se endurecían sus pequeños pezones, cómo se endurecía su delicada polla contra su muslo.
—Felix—, susurró Chan contra los suaves labios del omega. —Me encanta tu nombre. Te queda muy bien. Estás hecho de fuego—.
El omega se retorció bajo él, dejando escapar suaves gemidos. Chan introdujo una mano en los holgados pantalones de Felix y lo encontró completamente empalmado. Bajo aquellas pequeñas bolas, el agujero del omega estaba empapado, resbaladizo y deslizante. Los dedos de Chan entraron fácilmente, y Felix se tensó, dejando escapar un grito.
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Rouge - ChanLix
Fanfiction⸙̭「-Abuelita, abuelita, que orejas tan grandes tienes. - Son para escucharte mejor...」