ℭ𝔥𝔞𝔭𝔦𝔱𝔯𝔢 ℌ𝔲𝔦𝔱

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Chan

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Chan

Felix parecía decidido a hacerle la advertencia al guardián, y el sexo sólo servía para distraerle un poco de su objetivo. Era importante para su omega, se dio cuenta Chan, que la gente de su vida se llevara bien.

Tenía sentido. Sería una buena idea, si el guardián no fuera un bastardo terco e idiota.

Así que sólo unos días después de entrar de nuevo en la vida de Felix, Chan dejó que su omega le guiara por el bosque, de vuelta a la cabaña del guardián.

En el momento en que Bert abrió la puerta, miró a Chan como si hubiera estado royendo las piernas peludas de Bert y mereciera una buena patada en la cabeza.

—Felix ¿Qué está haciendo él aquí? Llévatelo fuera de mi vista.

—Vete a la mierda, guardián—, gruñó Chan.

—Chicos—. Felix se interpuso entre ellos. —Bert... déjalo.

—Él no tiene permiso—, gruñó Bert.

Chan esquivó a su omega y puso un brazo protector delante de él. —Tienes razón, guardián, no tengo permiso para entrar. ¿Quieres intentar matarme otra vez?

—No necesita un permiso—, dijo Felix, alzando la voz para que se le oyera por encima de los dos alfas que gruñían. —Lo estoy invitando.

—Tú...— Bert se puso rojo. —¿Tú qué?

—Eso está permitido, ¿verdad? Puedo invitar a un cambiaformas a tierras humanas como mi huésped. Consulté la ley con el magistrado de la ciudad.

¿Su omega había hecho eso? ¿Por él? Chan sonrió a Felix, que le devolvió la sonrisa.

—¿Qué has hecho, Felix?— Bert siseó.

—No te metas—, dijo Felix, con un brillo acerado en sus ojos azules. —Esto es entre Chan y yo. Deja de atacar a mi alfa, y deja de perseguirlo, o me perderás a mí también.

Bert suspiró y sacudió la cabeza.

—Felix...

Nos perderás—. Felix puso una mano en su barriga.

Los ojos del guardián se entrecerraron.

—¿Qué has hecho?—, ladró. —¿Te has acostado con él?

—No te metas, Bert—, dijo Felix, con la barbilla alta, dando un paso adelante. —No más peleas, no más... envenenamiento. Los humanos ya no tenemos que temer tanto a los cambiaformas. Somos vecinos y compartimos una historia común. Tenemos que estar en paz.

— Fue demasiada paz para mi gusto—, refunfuñó Bert.

—Eso es asunto mío—, espetó Felix.

Siguió un pequeño e interesante silencio.

Rouge - ChanLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora