Aegon lo sabe.
Él lo sabe, él entiende que, en el mejor de los casos, es un mocoso.
Malcriado, arrogante y petulante. Un depravado, podrido hasta las entrañas, sin ningún tipo de redención. Es un ladrón, un Matasangre, un cobarde que se esconde tras las faldas de una mujer que se hace llamar madre.
Y el Trono también lo sabe.
La primera noche que se queda a solas en el salón del Trono que pertenece a su hermana, su sangre se derrama a través de un corte limpio, porque el Trono lo pincha en cuanto intenta acercarse.
Incluso una estúpida silla puede darse cuenta de lo que los demás no pueden —y no quieren—, ver.
El Trono la quiere a ella.
Ella es la indicada.
Él es un ladrón. Está manchado, y ha robado la herencia de su hermana, así que el Trono se burla, lo corta y lo rechaza.
"¿Quién te ha hecho eso?" exige saber la reina, en cuanto ella y su abuelo se deslizan en sus aposentos para tratar asuntos de guerra, un poco más tarde.
"Ha sido el Trono" espeta él entre dientes, y la Reina palidece, porque incluso ella puede notarlo.
Incluso ella puede ver el presagio.
"No es nada que no se pueda curar" dice la Mano con vaguedad, sin parecer realmente interesado en la sangre que sigue brotando mientras los maestres hacen su trabajo, limpiando su herida "El Rey Viserys se pinchaba constantemente por culpa de esa cosa monstruosa, y jamás le pasó nada".
El rostro de la Reina Alicent se nubla, pero sí la Mano lo nota, no le importa.
Mientras Aegon bebe su vino del Rejo como si fuera agua, su abuelo lo aburre hasta la muerte con detalles de guerra y diplomacia. Su abuelo llena la habitación con palabrería sobre traición, tan cínico como solo él puede ser, y exige castigar a la díscola princesa rebelde por rechazar sus generosas ofertas.
"Dragonstone y Driftmark son más de lo que esa puta merece" resopla, ignorando el quejido de la reina ante su florida elección de palabras "Ella debería tomarlo con alegría y estar agradecida. Debería arrastrarse ante tú misericordia y generosidad, pero nos escupe en la cara".
"La princesa no ha hecho nada que yo no haría si me quitarán Siete Reinos y me dejarán quedarme con dos castillos de mierda en medio de la nada" dice Aegon, y su abuelo resopla otra vez.
"Eres el Rey y un hombre, es diferente" espeta, como si de verdad lo creyera "Es tú derecho de nacimiento el que han querido robar tan rastreramente"
Aegon se ríe ante esa desafortunada elección de palabras. Él se ríe con fuerzas, salpicando la alfombra de vino mientras su cuerpo se sacude con carcajadas, aunque no hay nada ni remotamente gracioso en el asunto, y su herida todavía duele porque no han terminado de cerrarla.
Y esa es la cosa. No es divertido. No es divertido, pero o se ríe, o llora. Esas han sido sus únicas opciones desde que puede recordar. Así que se ríe, hace bromas y es atroz. Es grosero, es indignante, es un vago, y nadie hace nada para confrontarlo.
No tiene que mover un dedo, no tiene que ser inteligente ni preveer movimientos, no tiene que esforzarse ni cuidar de sí mismo, porque para eso están los demás. Está es su guerra, porque ha aceptado tomar el Trono, pero no es él quien va a luchar y ganar.
"Majestad" se queja la Mano, pero Aegon no le hace caso.
Es un mocoso. Es un perro a quien le han dado una corona, y ahora deben afrontarlo.
"¡Aegon!" le llama su madre y él se ríe un poco más.
No hay nada gracioso, pero no puede detenerse, porque puede sentir lágrimas picando tras sus ojos, y deben que creer que es a causa de diversión retorcida, o está perdido.
O ríe o llora. Y quiere llorar, porque es un mocoso, porque es un ladrón, y está manchado.
Es un ladrón que se esconde detrás de hombres y mujeres más aptos.
Es un cobarde, porque quiere correr hacía ella, y sigue yendo en la dirección opuesta.
"El Rey parece estar muy borracho, necesita descansar" masculla con resentimiento su abuelo, en cuanto se hace evidente que su risa maniática no va a detenerse.
Aegon se pregunta si ahora se arrepiente de no haber coronado a Aemond en su lugar. Probablemente, él lo hace. Pero no lo dice, y nunca lo hará.
Y tan solo así, ellos se marchan después de asegurarse de que se quede quieto el tiempo suficiente para que cierren su herida, porque saben que no van a obtener nada, y Madre no va a golpearlo delante de la Mano.
Aegon casi desearía que lo haga.
Casi echa de menos el escozor de su palma abierta golpeando la carne tierna de sus mejillas. Casi echa de menos el picor de la piel mientras se tiñe de rojo para que ella pueda ver lo que ha causado. Quiere que lo sacuda, que lo llame un idiota y lo haga entrar en razón, pero ella se marcha.
Todos lo hacen.
Y está solo, en una habitación demasiado grande, bebiendo vino costoso que no le pertenece.
Él se gira y echa un vistazo, olvidando el ardor de su mano, donde la hoja del Trono ha perforado. Él se gira y observa la vieja habitación que ha albergado a grandes monarcas.
«No es mía» piensa con rencor, y bebe un poco más para apaciguar su amargura.
Puede sentir lágrimas al acecho todavía, así que se concentra en el ardor de la herida mientras bebe.
«No es mía, porque siempre le pertenecerá a ella» y sabe que es verdad. Nunca será el dueño de nada, porque lo ha robado, porque siempre será el derecho de alguien más.
El reino, los cortesanos, los dragones, su sangre... él. Todo bajo el cielo siempre pertenecerá a la Reina Dragón, no a un borracho que ríe para no llorar y que tiene miedo de aburrirse, así que comete actos profanos.
Él se detiene frente al gran y solitario lecho, y la imagina allí tendida, con el cabello extendido como un río de plata a su alrededor, cantando una canción de cuna en Alto Valyrio para un niño con ojos violetas que se parece a ella.
Que se parece a él.
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The House Of The Dragon. ‖ One Shorts.
FanfictionColección de drabbles y one-shots desde la perspectiva de algunos personajes de The House of the Dragon. Algunos compatibles con el canon, y otros no. Algunos relacionados, y otros no. Pero todos creados desde el amor.