Lo primero que notó Rhaenyra Targaryen en cuanto bajó del auto de su tío, además de la falta de estrellas y de luna en ese enorme cielo negro que pendía sobre su cabeza, y que bullía de modo ansioso ante la amenaza de tormenta eléctrica, fue al triste callejón oscuro, hacía al final de la poco transitada calle de aquel barrio tan poco recomendable; que solo destacaba por sus sucios y semi-abandonados edificios departamentales, su nulo sentido de la seguridad, y su ubicación tan desfavorable, lindando con el final de la ciudad. Tal y como Google Maps le había prometido, tras una estudiada búsqueda, dos horas atrás.
Nyra, que esa noche estaba enfundada en su vestido de fiesta más provocativo y ajustado —que llevará en honor de un evento al que había asistido en la ciudad vecina—, se retorcía las manos, evidentemente nerviosa, pero con un brillo determinado en sus atrevidos ojos, del más impresionante color púrpura, gracias a su sangre Valyria.
Tras ella, oscuro, silencioso y aprehensivo, se alzaba Daemon, cuyo ceño fruncido era apenas visible por cortesía de las sombras que los desgastados y pegados edificios del distrito le arrojaban a la solitaria calle.
—Rhaenyra —le llamó, en voz baja, al verla hacer el ademán de caminar hacía el callejón. Ella, sorprendida por la falta de apodos con los que solía molestarla cada vez que se dirigía a su persona, se detuvo, giró medio cuerpo y le miró —. Aún estás a tiempo. Todavía puedes volver al auto. Lo sabes, ¿verdad? No tienes que hacer esto, ni probarme nada.
Rhaenyra, acercándose a él y entrecruzando los brazos tras la espalda para exponer el escote profundo de su vestido, le sonrió.
—Lo sé.
El ceño fruncido se acentuó.
—¿Estás completamente segura?
—Lo estoy.
—Una vez que estemos ahí y haya empezado, no me voy a detener. ¿Lo entiendes?
—Lo entiendo.Él la observó por un largo minuto, buscando cualquier mínimo atisbo de duda en sus ojos, al no estar del todo conforme con la ligereza de sus respuestas verbales. Y ella, sabiéndose analizada y aprueba, le devolvió la mirada con total deliberación, lista para argumentar si debía hacerlo. De nuevo.
Entendía muy bien que a Daemon le preocupaba el poder llegar a asustarla o alejarla al tenerle allí, y dejarle ver aquella faceta tan suya, sin ataduras ni máscaras que ocultaran al monstruo dentro de él que todos fuera de ella, no tenían idea de que existía, pero quería hacerlo. Quería verlo en su mayor instante de libertad, quería verlo sin restricciones, en su hábitat natural; quería entender por qué hacía lo que hacía, meterse en su cabeza y vivir bajo su piel. Necesitaba estar allí, y comprobar si sus estilos de vida y moral podían llegar a ser compatibles. Necesitaba probar ante sí misma, y no ante él, que era capaz de ver, aceptar y hasta participar en lo que lo hacía sentirse completo, vivo.
Y Daemon, tras torcer el gesto, cuadrar los hombros y romper el contacto visual al ver que ella no cedía primero, debió de comprenderlo, porque soltó un gran suspiro resignado y luego, tomándola de la mano sin ningún tipo de cuidado o ceremonias, echó a andar con paso enérgico. Abandonándose a lo inevitable, la guió a través de las sombras de aquel infame callejón, que aquella noche parecía estar repleto de promesas de violencia.
Rhaenyra contuvo el aliento ante su mera visión, con el bajo vientre tensándose de anticipación.
Iban a hacerlo. Realmente iban a hacerlo, aunque ella lo había propuesto en un momento de irreflexión juvenil, tras un orgasmo, creyendo que no sucedería, que él se burlaría o le pediría que cerrara la boca y no fuera estúpida, pero estaba sucediendo. Y, a pesar de sus mejores intenciones y determinación, no sabía cómo sentirse. Entendía que ella misma se lo había buscado, y si bien sentía cierto grado de emoción, también comprendía que aquello que estaba haciendo, aquello que le estaba incitando a hacer a él, era ruin, inmoral.
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The House Of The Dragon. ‖ One Shorts.
FanficColección de drabbles y one-shots desde la perspectiva de algunos personajes de The House of the Dragon. Algunos compatibles con el canon, y otros no. Algunos relacionados, y otros no. Pero todos creados desde el amor.