Rhaenyra.

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Seda sobre cristal. Así es como luce el agua, que suena como campanillas al viento mientras ella se cuela en su cuerpo, gigantesco, amable y precioso.

Tarde, es muy tarde y hace calor. El sudor le empapa los senos, los muslos y el cuello. La delgada tela de su vestido la recubre como una segunda piel, y los pezones son visibles; rosados y alegres, a la vista de él.

Ella recolecta el agua cristalina, resplandeciente y casi verde en el majestuoso blanco, entre los dedos delgados, y se inclina para echarla en su cuello, en las clavículas y la cara.

Y él la observa, a la distancia.

Rhaenyra recoge el vestido mientras se hunde en las aguas, y el cabello flota como una cascada de plata a su alrededor, tornándose más y más oscuro mientras absorbe el líquido que la cubre.

Resulta fresco, resulta revitalizante. El agua es fría contra su piel, mientras el sol le quema la nuca, el cuero cabelludo y los labios esponjosos y sonrosados.

Es tan solo una tarde de verano entre cientas. No hay nadie más que su vigilante alrededor, las aves y ella.

Así que deshace el nudo de su vestido, y la tela flota sobre los nenúfares, sin que le importe a nadie.

Rhaenyra se mantiene muy quieta por un largo minuto, para darle a él la oportunidad de apreciar su espalda desnuda, el contorno de sus pechos y la visión perfilada de su cara. Y luego se gira, deja que la vea, con los senos al aire, el cabello húmedo y los labios arqueados en una media sonrisa descarada.

Ve la apreciación en sus ojos dilatados incluso en la distancia. Y él resulta impresionante por sí mismo; es un visión divina, con el sol haciéndolo difuso en los bordes y los ojos claros tan limpios y brillantes como para cegarla.

Rhaenyra le sonríe, estira un dedo y lo señala, él se mueve un centímetro, y ella se deja caer en el agua, de espaldas.

Se zambulle en un mundo hecho de frescura, de sonidos relajantes y sol dorado que se filtra alrededor de las pequeñas piedras, las flores y las plantas acuáticas, tan solo esperándole, cuando escucha el sonido que hace el agua al romperse en consideración a un nuevo cuerpo.

Ella atisba un mechón de plata tres tonos más oscuro que el suyo, y se ríe, creando burbujas de verde y blanco.

La cacería de sirenas ha iniciado, y Aemond no sabe perder.

The House Of The Dragon. ‖ One Shorts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora