Capítulo cuatro: Secretos

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El sonido de un plato siendo dejado frente a él lo hizo sacar la cara del libro en el cual se encontraba sumergido desde que se sentó en esa mesa. La sonrisa un tanto más cálida por parte de Yuna le dio la bienvenida de nuevo al espacio en el que estaba, llenando sus oídos del bullicio que le rodeaba. El olor de la sopa invadió su nariz, provocando una reacción conocida en su cuerpo, haciendo que su estómago comenzara una sinfonía de ruidos.

No había comido absolutamente nada desde esa misma mañana en la cual apenas y tocó la comida por estar concentrado leyendo y haciendo sus anotaciones en su diario. Un leve mareo le hizo saber que estaba necesitado de alimento, ni siquiera se había dado cuenta de que ya estaba por pasar la hora de la comida. De ahí la razón por la que todos se hallaban bebiendo alcohol, entrando en un estado de embriaguez.

— Muchas gracias, señora Yuna – sonrió amplio dejando de lado el libro y su libreta.

— Debe tener energías para ir a esa casa de nuevo, doctor.

— ¿Ya casi es hora? – la mujer frente a él asintió en respuesta con una pequeña sonrisa que hizo aparición en sus labios. Yuna pasó su mano sobre su vientre hinchado llamando la atención de Jungkook, ya habían pasado dos días desde aquella noche donde intervino y a decir verdad agradecía que no hayan hecho mención de lo ocurrido –. No me percaté de la hora, supongo que debo estar más que agradecido por darme algo ligero. Le agradezco por la comida señora Yuna.

— Por favor dígame solo Yuna.

— De acuerdo, Yuna – volvió a sonreír tomando un trozo de pan para remojarlo un poco en la sopa y le supo a gloria, sus jadeos de placer no se silenciaron, Jungkook se sentía tan feliz de poder comer algo decente en aquel lugar y no se iba a privar de disfrutarlo, mucho menos de mostrarse congraciado – está verdaderamente delicioso.

— Ya que veo que fue de su agrado, le traeré un poco más de comida para que la lleve a casa de los Kim. Sé que hoy le toca el turno de la noche, puede que se le abra el apetito en la madrugada.

— Se lo agradezco.

Jungkook jamás había esperado que hacer su trabajo le trajera algo bueno en un lugar tan hostil como ese, pero era reconfortante que al menos el lugar en el que ahora se hospedaba, las personas se comportaran un tanto más amables con él. Seokjin era más receptivo a su presencia en el lugar y siempre le mencionaba que estaba dispuesto a llevarlo de nuevo al pueblo barquero si le ayudaba en la posada.

Era un trato justo, pues el hospedaje y la comida no estaban siendo cobrados de ninguna manera, quizá ahora entendía mejor la hostilidad de los habitantes porque no solo debían recibir a unos extranjeros, también debían darles alimento y un lugar donde quedarse sin costo alguno. Aunque eso no excusaba al resto de personas que solo existían en todo el pueblo, Jungkook podía justificar solo a unos cuantos.

Incluso los médicos del lugar los podía comprender al tener una amenaza como él, siendo joven y un médico con demasiadas etiquetas: prodigio, enviado y corona. Tan solo esas simples palabras lo condenaban como la amenaza de un pueblo entero, de ahí la razón para no mencionar lo que ocurrió con Yuna, porque de lo contrario nadie le atendería en el caso de una emergencia por primero acudir a un forastero.

Decidió dejar de lado sus pensamientos sobre su estadía y las circunstancias en las que vivía en el lugar, prefiriendo seguir disfrutando su comida en total silencio, regresando la vista hacia el libro, el cual obtuvo de la biblioteca del pueblo barquero.

No mencionaba mucho respecto a casos que fueran parecidos o cercanos a lo que tenía Taehyung, pero sí tenía información en unas pocas hojas en las cuales se detallaban datos sobre las mujeres y cuándo comenzaban su sangrado. Diminutas anotaciones sobre cómo diferenciar a una doncella de una mujer era lo único destacable, aunque seguía siendo un poco desconcertante saber que algunas cosas se apegaban a los cambios que notó en el chico y eso solo le hacía tener más dudas.

Fruto ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora