Capítulo uno: Creer

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Junio, 1862

El mar nunca fue su mejor amigo mucho menos los barcos, el vaivén constante, junto al movimiento que causaba un revoltijo en su estómago lo comenzaba a cansar en demasía. Salir de Inglaterra con dirección a otro país nunca había sido su visión cuando decidió hacerse profesional de la medicina, sus estudios estaban culminados, simplemente faltaba su última prueba médica. Aunque claro, mientras que, el resto de sus colegas eran enviados a poblados cercanos de su hogar, él debía atravesar el océano para encargarse de un caso especial.

Irlanda, ese era su destino, un país el cual había sido víctima de la hambruna por sus propios problemas territoriales. Todos los habitantes del país sufrían de enfermedades distintas por las deplorables circunstancias en las que vivían, sin embargo, su propio orgullo no dejaba que ingresaran extranjeros, la ayuda externa no era bien recibida, así que aquel llamado era una oportunidad de oro para crear lazos amistosos, una nueva ventana de oportunidad o una total tortura como lo pensaría aquel joven.

El mejor prodigio en la medicina enviado al país enemigo ¿no debería ser algo de riesgo?, durante noches enteras se preguntó si saldría vivo de aquel viaje, se negó muchas veces a hacerlo hasta que su mentor no le dejó opción. Claro que, cuando era un pedido de la mismísima Reina hacia él, con un enorme reconocimiento le fue imposible para el viejo maestro no aceptar en su nombre.

Jungkook, ya no podía soportar un día más de aquel agotador viaje en barco. Donde la comida la servían fría, con una consistencia extraña, grumosa, con aroma indescifrable, junto con un triste pedazo de pan duro y apenas un poco de agua ¿acaso lo querían matar de hambre antes de llegar a su destino para no cumplir sus sueños?

La cuchara la cual debía servir como herramienta para ingerir aquel raro alimento había decidido quedarse atascada en el fondo del plato frente a él, intentó hacer que saliera de una u otra forma, más todo fue en vano, rindiéndose por fin a la idea de comer aquello, quizá el pan no era tan mala idea como única comida después de dos días sin alimentarse correctamente.

— Oye, tú – uno de los tripulantes le llamó, era un tipo desagradable, con aspecto deplorable con esa barba sucia y la constante manía por morderse las uñas llenas de mugre – deberías dejar de hacer caras y tragar lo que tienes en el plato.

Jungkook bufó bajo, intentando no poner atención a la provocación del irlandés que solo se enfocaba en hacerlo sentir menos por ser un Ingles viajando en aquella nave. Sabía que era esa la razón, se lo dejaron muy claro en cuanto subió a bordo, en su vida había sido discriminado por ser pobre, pero ¿por ser ingles? Jamás. Joder, si la misma Reina fue quien lo tiró al océano por qué no había sido en un transporte medianamente decente. El viaje lo había pagado su mentor, consiguiéndole un espacio en el primer barco que zarpara hacia esas tierras.

Mordió el pan, el cual con solo su tacto ya sabía que estaba duro, sin embargo, al llevarlo a la boca se percató del sabor rancio, incluso podía saborear el moho aquello no precisamente proviniendo de las tablas húmedas del casco del barco, no, eso provenía del único alimento que había metido a su boca el cual pasó con un poco de agua.

— Ingleses, se creen mejores y son unos simples ladrones – gruñó de nuevo el hombre al ver la expresión de desagrado que mantenía Jungkook al intentar pasar el mal bocado. Pasando a su lado, empujándole el hombro, provocando que el plato de engrudo blanco cayera sobre sus pantalones –. Debes tener cuidado, Ingles, el barco se mueve mucho cuando llega a nuestras costas.

El sonido de las campanas junto con el alboroto en la cubierta le hizo saber a Jungkook que su viaje infernal por el océano atlántico había culminado, pero ¿realmente todo había terminado o simplemente estaba en el inicio de algo?

Fruto ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora