Capítulo diez: Asombro

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Demasiado bullicio, personas por doquier, calles extensas, edificios gigantes y carruajes demasiado elegantes. Con tantas cosas por ver, quizá le faltaría tener más capacidad en sus ojos para captar cada detalle, porque todo aquello no era posible grabarlo en sus recuerdos con tan solo unos cuantos segundos. Jimin entreabría los labios cada vez que se maravillaba con algo y para Yoongi eso era la mejor de las vistas.

Escucharlo asombrándose era mucho mejor que el tener sus repetitivas quejas sobre lo cansado que se encontraba, pidiendo cada cierto tiempo el detenerse. Definitivamente, no era alguien que estuviera acostumbrado a viajes extensos y mucho menos de esa manera, aunque Jimin insistiera que estaba más que familiarizado con esos recorridos.

Habían tenido suerte porque en su camino un comerciante se apiadó de dos, casi moribundos, viajeros, les compartió un poco de comida, la cual sería la primera en muchas horas para el mayor, ya que las provisiones de comida no fueron las suficientes para ambos y Yoongi podía resistir un poco el hambre, mas no estaba del todo seguro que Jimin soportara algo como eso. El mayor no vio problema en darle todo el alimento al menor quejumbroso, no sería la primera vez que aguantaba hambre.

— Yoongi, esto es increíble – exclamó Jimin con la vista fija en los edificios altos, Yoongi podía jurar que en cualquier momento eso le provocaría dolor horrible en cuello, aunque no lo detendría de ver todo lo que les rodeaba.

— Tu hermano parece que nunca había visto la ciudad – se burló el hombre que había sido su salvador.

— Ha pasado toda la vida en un pequeño pueblo, esta es su primera vez.

— Oh, ya veo. Entonces será mejor que tengas cuidado con él. Las grandes ciudades son capaces de deslumbrar a cualquiera, podría extraviarse con facilidad. Créeme aquí tu menor preocupación serán las bandas de ladrones en el camino.

Quizá habían mentido al hombre que ahora los transportaba en su carretón con mercancía con tal de apelar a su lado humano. Era muy fácil decir algo como haber sufrido un acto vandálico que los dejó sin un transporte o comida, la historia se hacía mucho más gracias al pequeño encuentro violento con Jimin que aún seguía presente en su rostro, el cual se había tornado morado, según Jeon era un golpe ligero, sin importancia esas eran las palabras del doctor, una fácil descripción que minimizaba el dolor.

Yoongi no podía decir de lo mismo, mucho menos mencionar que ya no dolía, aunque en esos momentos eso no tenía mucha importancia, no cuando de pronto la emoción de Jimin se exteriorizó hasta llegar a halar de su brazo para que prestara atención a eso que le había provocado ese estado de efusividad.

— Yoongi, mira eso – Jimin señalaba con entusiasmo un edificio en particular con unas enormes letras deletreando la palabra "LIBROS" – tenías razón, aquí todo es más grande.

— No te emociones mucho, muchacho, así como puede parecer enorme, la ciudad es capaz de perderte de distintas maneras.

Por alguna extraña razón que desconocía Yoongi, el menor que tanto irradiaba felicidad, de pronto se vio decaído, como si las palabras del hombre le afectaran más de lo que debería. Jimin se quedó en completo silencio en la parte trasera del carretón, mientras que el mayor le hacía compañía a aquel hombre que les había dado una pequeña ayuda por el simple precio de absolutamente nada. Bastaría con un pequeño trueque de servicios.

Llegarían a la zona comercial, donde descargarían toda la mercancía y ese sería su pago por llevarlos hasta ahí. Ni bien se detuvieron, el mayor bajó de inmediato, no esperando que el menor ya se encontrara abajo, tomando los bultos con los cuales ayudarían. Algunos costales de papa, harina y otros vegetales más fueron colocados con cuidado en el suelo después de algunos minutos, terminando así su pago. Tanto Yoongi como Jimin se despidieron de manera cortes del buen hombre y emprendieron su camino hacia la tienda de libros.

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