CAPÍTULO 5

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La soledad del taller era apacible. Tranquila. Le gustaba refugiarse en ella, en ella y en los olores que desprendían las telas, la madera, los pinceles y las pinturas.

Envuelto en todo ello, era como estar en el paraíso. Uno que había ido construyendo con sus manos a lo largo del tiempo, desde antes de saber a conciencia lo que hacía.

Sus cabellos oscuros, manchados de gotitas rojizas y azules, se meneaban con la brisa que creaban sus delicados y decididos movimientos. Lanzaba brochazos con amor y violencia, tanto que el suelo ya estaba precariamente inundado en colores. Si su madre lo viera, era muy probable que lo reprendiera.

Por ello se encerraba en su taller: un cuartucho de madera destartalado que su padre había construido hacía décadas, mucho antes de que el mismo Silvero naciera.

Lo había convertido en su hogar y refugio. Pasaba tanto tiempo en el taller que el mundo que lo conocía siempre podría encontrarlo ahí, pintando algún sueño.

En este caso era un sueño de rizos escarlatas y ojos celestes. Un cielo de primavera más que invernal.

Desde el momento, el primer momento, en el que había visto a la extraña joven Cordelia, había decidido resueltamente y sin vuelta atrás pintarla. Así que ahora, al día siguiente de su encuentro (más particularmente) trazaba con falsa sangre sus rizos, parecidos a bucles de listones.

La caja de una vieja radio de madera crujía y chisporroteaba, lanzando sonidos al viento cubierto. De los labios de Silverio, a su vez, salía un canturreo espasmódico que intentaba sin reparo seguir un ritmo. No era bueno en ello.

Los ojos sin terminar de la joven lo miraron estáticos mientras Silverio se levantaba del banquito y se dirigía a la puerta, que era llamada con torpeza. Habría reconocido aquel sonido hasta en la soledad del infierno. Cuando abrió, encontró a su madre ataviada con una canasta de mimbre y un vestido oscuro que en el pasado de cientos de noches Silverio había confeccionado a la luz de la chimenea.

—Necesito que vayas a Pocilga.—pidió la mujer, tendiéndole la canasta con viveza. Silverio la tomó e hizo una mueca.

—¿Es necesario hacerlo ahora?

—Lo es si tienes hambre.

—¿Y si tengo hambre de arte y no de pan?

—Siempre tienes hambre de arte, Silverio. Al menos eso nos da de comer...¿Ahora qué pintas?

Su madre entró al taller sin que Silverio lo autorizara, ella y su padre eran los únicos que podían tomarse tales confianzas.

—¿Quién es esa joven tan linda?

—¿Verdad que lo es?

—¿La viste en algún sueño?

—La vi en los campos de amapolas.

—¿Qué hacías ahí?

—Estaba pintando...bueno... estaba generando material de estudio para mi investigación sobre las amapolas. Quería estudiarlas para pintarlas, y entonces encontré a Cordelia.—dijo su nombre como si fuese una oración a los dioses. Como si pronunciarlo mal le castigara con siglos de soledad.

—¿Cordelia Tullie? ¿La hija de los Tullie?—el rostro de su madre se tornó oscuro.

—Sí, creo que lo es. Iba a la Casona de Dalia.

—Ay hijo, ten cuidado con esa muchacha.

—Sé lo que vas a decirme, no creas que no lo he pensado. Lo he pensado mucho, y la verdad es que he decidido que no me importa.

—No me digas que te has enamorado de ella.

—No me he enamorado de ella. No aún.

—¿Planeas hacerlo?

—¿Acaso puede controlarse el amor?—preguntó él, regalándole una sonrisita a su madre. Esta soltó un suspiro y negó con la cabeza. Conocía a su hijo cuando se proponía hacer algo, que se propusiera enamorarse de esa joven, bueno, no quería que su hijo se decepcionara al final del día.

—Quisiera advertirte, y quisiera que me escucharas. Sólo puedo decirte que estaré aquí para ti, suceda lo que suceda.

Era lo que una madre hacía, a fin de cuentas.

—Y te amo por ello.—susurró Silverio, dejando que su madre admirara el cuadro mientras él se acercaba a la puerta—¿Qué necesitas de Pocilga?

—Envases de leche.

Pasó el camino entero rumbo a Pocilga pensando en Cordelia, pensando y preguntándose si ella lo habría esperado aquel día en los campos. Era muy probable que no. No sentía que hubiese atraído la atención de Cordelia como ella había hecho con él.

 No sentía que hubiese atraído la atención de Cordelia como ella había hecho con él

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Había olvidado transcribir la historia. La tengo escrita en un cuaderno xd.
Ahora si hijitos de Lucifer adictos al opio, nuevo capítulo cada lunes🚬🌺🌷

CAMPOS DE AMAPOLAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora