PROLOGO

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Para Alan, quien me obsequió la noche y el sentimiento de las amapolas.

Los campos de amapolas habían estado ahí mucho antes de su nacimiento y seguirían ahí mucho después de su muerte

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Los campos de amapolas habían estado ahí mucho antes de su nacimiento y seguirían ahí mucho después de su muerte. Habían representado todo lo bueno en su vida, así como todo lo malo: Había sangrado y amado en ellos, y a veces ambas cosas.

Pero cuando leyó la carta, caminando por el campo con el sol del atardecer cayendo por sus hombros, comprendió que las cosas comenzarían por cambiar. Y no era que cambiasen mucho en realidad, solo se fundían las cosas existentes para formar una monotonía opuesta e igual de peculiar.

Pasadas las horas regresó a casa: una monstruosidad de madera pulcramente ordenada gracias a ella. Las luces estaban encendidas y cuando abrió encontró a Zacarías a punto de encender su inmaculada pipa de opio. Ya ni siquiera se molestaba en reprenderlo por fumar dentro de la casa, era un hábito que no había podido quitarle, no después de tantos años.

Su esposo la miró y sonrió, ni siquiera dichos años habían logrado borrar la sinceridad con la que la miraba al entrar por aquella puerta todas las tardes, ataviada con su canastilla repleta de amapolas que había ido recolectando del campo. Zacarías sabía de primera mano que su esposa tenía la peculiar necesidad de pasear por él al menos cinco minutos al día.

Pero había algo extraño, algo fuera de la monotonía de sus vidas que Zacarías no pudo ignorar. Entre los dedos de Cordelia temblaba una carta arrugada, como si la hubiese doblado y desdoblado la suficiente cantidad de veces para representar algo importante.

—Encontré a Dante por los gallineros, de camino al campo, al salir. Me saludó como todos los días y me entregó esto. —Cordelia se encogió de hombros. Había un deje de culpa en sus facciones. Un peso invisible que incluso cernía la espalda de Zacarías. La atmosfera de su hogar había cambiado, trastornándola.

— ¿Quieres hablar de ello?

Cordelia lo miró un momento. Los veinte años que había pasado junto a él le habían valido para conocerlo a profundidad. Que Zacarías le preguntara con cariño aquello sólo significaba una cosa: se veía tan mal que su esposo tenía que intervenir de manera sumamente atenta. Como si no se conocieran. Como si fuesen extraños que se amasen en secreto.

Eso habían sido algún tiempo atrás, en la lejanía del pasado que regresaba como alas batientes a su presente, con letras escritas pesadamente sobre un papel arrugado que llevaba en la mano.

—No, pero no creo que haya remedio—temblorosa como estaba, tomó un largo suspiro y le entregó la carta a su esposo, quien leyó aterrorizado todas y cada una de las palabras que contenía.

Cuando terminó, el terror seguía cubriendo su rostro, pero había algo más, un brillo nostálgico en su mirada y un gran peso de culpa derrumbando su juicio.

—Tenemos que ayudarlo—susurró Zacarías tan inconscientemente como los abundantes recuerdos que comenzaron a lloverle encima.

______________________________Gracias por leer, este es el primer capítulo de toda una historia que ha estado formando parte de mi vida los últimos meses

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Gracias por leer, este es el primer capítulo de toda una historia que ha estado formando parte de mi vida los últimos meses.  si quieren saber más, pueden seguirme en instagram: c_y_n_f_e_r

🌺Estaré subiendo 2 capítulos cada semana, pues uno enlaza otro. Espero lo disfruten🌺

CAMPOS DE AMAPOLAS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora