Cordelia le había dicho que comenzaría a preparar la cena, pero Zacarías había huido con la excusa de que iría a Pocilga a conseguir algo de opio.
—Ten cuidado.—había dicho su esposa no por nada. Era bien sabido que Pocilga era terriblemente peligrosa. En carne propia había vivido experiencias para nada gratificantes en aquellos lares.
Pero también era sabido que Cordelia le daba su espacio de la misma forma en que Zacarías lo hacía. Así que Cordelia no preguntó nada más y Zacarías se apresuró a salir. No dejaría a su esposa sola mucho tiempo, no sabiendo que tía San Trina seguía rondando por la casa. Y seguiría rondando varios días más. Ni a Cordelia ni a Zacarías les agradaba la idea, pero no había nada que pudiera hacerse con la mujer. Venía del otro lado del mundo con la apabullante emoción por saber de la vida de su sobrina, completamente.
Tomó sus botas de cuero y se empalmó con ellas. Sería un viaje corto pero no fácil, y tampoco precisamente a Pocilga.
Se agazapó en el camino principal flanqueado por amapolas y nubes neblinosas.
Llegó al Lago Tulias cuando la luna comenzaba a salir. Por alguna razón sentía que estaba traicionando la confianza de Delia con sus hazañas nocturnas, pero no hacerlo significaría traicionarse a sí mismo.
Encontró la casa en medio del bosque, con el arroyuelo del Lago Tulias corriendo por el costado. Una casa oscurecida por las sombras. Justo como en el pasado, todo había permanecido, pero el sentimiento que lo embargaba era muy distinto. Culpa. Culpa. Culpa.
Una luz brillaba en la ventana más baja. Y lo demás era oscuridad.
Pasado un largo tiempo, agazapado en el caballo, escondido entre los árboles, decidió que no lo haría. No traicionaría la confianza de Cordelia, así que tomó las riendas y regresó por donde había venido.
Tal vez Silverio tendría que esperar.
—¿Quién está ahí?—una voz desconocida lo regresó al presente. ¿Qué estaba haciendo?¿Qué fuerza invisible y poderosa lo había arrastrado hasta ahí?
—Lo siento. Sólo pasaba un momento.
—¿Quién eres?
—Zacarías, de Campos de amapolas.
—¿Campos de amapolas?—por entre la oscuridad vislumbró a un hombre, que se acercaba ataviado con una vela semi-consumida y una escopeta. Zacarías sintió el sudor frío recorrerle la espalda.
—Silverio mandó una carta, a los campos.
Al hombre le brillaron los ojos y entonces bajó el arma, y Zacarías volvió a respirar. De pronto se arrepintió de no haber ido a buscar su opio.
—Claro, Silverio. ¿Ha venido a verlo, entonces?
Zacarías lo pensó un momento. Algo dentro de él le decía que no era correcto, algo con la voz y rostro de su esposa.
—No...quiero decir, sí. Pero no en este momento. No es correcto.
—¿No es correcto?
—No soy yo quien debería estar aquí.
Zacarías tomó las riendas apretujadas del caballo y galopó de regreso.
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Bonito lunes y feliz día del teatro!!
Espero les haya gustado esta actualización a mis lectores del futuro.
Los quiero hijitos de Lucifer<3
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CAMPOS DE AMAPOLAS ©
RomanceUna carta enviada 20 años después del suceso que separó los caminos de sus vidas. Cordelia Tullie es una mujer casada que recibe la carta de su primer y viejo amor con la noticia de que necesita de su ayuda, obligándola a viajar al pasado de miles d...