Prólogo

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Dormir, comer, tantas actividades que se hacen diariamente y no se les da el valor que tienen hasta que se está a punto de perderlas, eso pensaba el mexicano al recordar su primera noche en la Argentina.

—Lo siento, Guillermo, no podemos seguir con nuestra relación, pero gracias por darme esta despedida, nunca olvidaré esta noche.

Palabras del que una vez le juró amor eterno, pero que desapareció de México sin decirle nada, Memo de verdad lo amaba y utilizó sus ahorros para alcanzarlo en ese país, pero su amado ahora le daba la espalda.

—Podés quedarte esta noche y después buscar como regresar a México, puedo ayudarte con eso.

—No quiero nada de ti, cabrón—Memo estaba lastimado y ofendido, su madre tenía razón, ese hombre no tenía ninguna intención seria con él.

El coraje de ser tratado como un objeto, fue lo que hizo que Guillermo saliera de ese hotel y no aceptara nada del que una vez le prometió hasta la luna, las palabras bellas se las llevó el viento y se estrellaba con la dura realidad de estar solo en un país que no conocía, sin el suficiente dinero que pudiese calmar lo hambriento que estaba.

Caminó horas, siendo abrazado únicamente por el frío de las calles, sin caer en cuenta que, unas finas lágrimas recorrían su suave piel canela, no sabía si lloraba por coraje, miedo o impotencia.

Encontró un parque y decidió sentarse a descansar un poco, su teléfono sonaba, era el causante de su soledad, pero no le contestaría.

—No quiero tu lástima, imbécil—se quejó.

Sin poder controlarlo, sus párpados caían debido al inmenso cansancio que sentía, no le preocupaba dormir en la calle, ni siquiera le importaba qué pasaría con él de ahora en adelante, sólo quería dormir y soñar, quizá, con un presente más lindo que el suyo.

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—Hey, pibe, ¿estás bien?

Escuchó una voz entre sueños, pero aún no quería despertar, por lo que, sin pensarlo, le dio un pequeño manotazo dando a entender que lo dejara dormir más.

—Lo siento—se disculpó el chico al que aún no le veía la cara.

Eso le hizo reaccionar y abrir los ojos de una buena vez.

—¡No, perdóname tú a mí!, fue sin pensarlo—Memo estaba avergonzado.

Cruzó mirada con ese chico, lo que había vivido fue tan duro que ver el rostro de ese joven era como seguir soñando, su piel clara parecida a un bello jazmín, sus ojos vivos que le invitaban a no desconfiar de él.

—Tranquilo, está bien, pero... ¿Qué hacés durmiendo acá?, perdoná, no deseo incomodar, sólo quiero saber si puedo ayudarte.

—Es una larga historia... Y no quiero molestarte con eso, será mejor que vuelva a casa...—dijo inconscientemente, pero al darse cuenta lo difícil que sería para él regresar a casa, sus ojos se llenaron de desilusión.

¿Cómo regresaré?, no tengo ni un maldito peso.

¿Vivís por acá?, ¿o usarás algún colectivo?

Memo se quedó en silencio, no sabía qué responder, cómo decir que su casa estaba a cientos de kilómetro de ahí.

—Es que... No sé qué transporte usar para ir al aeropuerto... Aunque, no sé si valga la pena—sus bolsillos estaban vacíos como para comprar un boleto de avión.

—No sos de Argentina, ¿cierto?

—No, esa es la verdad y no sé ni cómo carajo regresaré a mi país—estaba apunto de soltarse a llorar frente a ese hombre del que no sabía ni su nombre.

Entre Lágrimas [MESSI X OCHOA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora