El sonido vibrante de la música era embriagador y excitante. Atravesaba su cuerpo en una frecuencia de ondas ensordecedoras, segadoras, que iban al ritmo de las luces de aquel lugar.
Después de un año, Emily había aprendido a no solo habitar ese lugar, sino que también se había vuelto parte de el de un modo que muy pocos lograban comprender, o siquiera se molestaban en intentarlo.
Toda su vida había sido la hija perfecta, la heredera ideal, la novia soñada; toda su maldita existencia había estado normada y reglada desde el momento en que abría los ojos en la mañana hasta que los cerraba por la noche al dormir. Pero allí, en la guarida del lobo, como solían llamar a ese lugar decadente, ella había encontrado la libertad que tanto anhelaba.
Emily contoneaba su cuerpo semi desnudo al compas de la música, la cual parecía brotar de cada poro de su cuerpo, mientras se deslizaba de manera sensual a través del rubo de metal.
Los hombres a su alrededor aullaban enardecidos mientras la observaban bailar, imaginando la gloria que seria poseerla tan solo por unos minutos. Ella los observaba de uno en uno, clavando su mirada azul en cada uno de ellos, incitándolos a delirar en sus pensamientos, puesto que este sería el único sitio donde sus deseos se harían realidad.
Ellos lo sabían, ella también lo sabía. Emily era la fruta prohibida de aquel lugar, la única que no podía ser poseída a menos que ella lo deseara realmente.
Muchos hombres tontos iban hasta ella cada noche dejándole dinero por sus bailes, sus sonrisas seductoras e incluso solo por sus miradas lesivas cargadas de fría indiferencia. Cada uno de ellos tenia el mismo objetivo, seducirla y llevarla a la cama.
Pero Emily era lista y no se metía en la cama de cualquiera, a fin de cuentas, era la preferida del jefe de la mafia italiana, lo cual le daba cierto estatus dentro del clan. Ella era considerada como una princesa para todos los allí presentes.
Una princesa cuyo trono estaba a punto de derrumbarse.
Cuando finalmente ella se canso de bailar, bajo de su podio, yendo en busca de un trago que renovara su espíritu. Pero como solía ocurrir, un tonto que se creía astuto la acorralo a medio paso.
—Te vi bailando, cariño... ¿Cuál es tu nombre? —ronroneo el extraño con una sonrisa ebria de delirante deseo.
Emily se asqueo de tan solo ver el fuego cocinarse en sus ojos, en aquella mirada imperturbable.
—Tafy—mintió ella, chocando su hombro con el del extraño para abrirse paso.
Sin embargo, el extraño la retuvo con firmeza por la muñeca, obligándole a moverse hacia él.
—Lo lamento, pero no tienes cara de Tafy—ronroneo el hombre con una sonrisa creciente—. Me estas mintiendo ¿Cuál es tu nombre?
Emily le lanzo una mirada fulminante que opacada por el juego de luces danzando a su alrededor y la oscuridad que mecía entre ellos.
—Hada—volvió a mentir ella. Pero en esta ocasión, ella no aparto su mirada de la de el ni intento marcharse. Ella lo desafió, empujándolo al filo de la oscuridad que habitaba en su interior.
Aquel pobre diablo de sonrisa borracha cayo en la trampa, mientras enderezaba su postura y se aproximaba a ella un paso. Emily estaba lista, preparada. Anhelaba con demasiado fervor ese momento, ese maldito instante que le daría una chispa de emoción a su vida.
—¿Por qué vuelves a mentirme cariño?—hablo el extraño con una sonrisa empalagosa, mientras se inclinaba hacia ella para susurrar en su oído—. ¿Así como sabre que nombre gemir en la cama?
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Éxtasis
Roman d'amourLuego de que su vida se derrumbara ante sus ojos a causa de una desilusión amorosa, Emily se ve empujada a dejar todo atrás y comenzar una nueva vida... junto con el jefe de la mafia italiana. Entre el odio, la desesperación y el deseo de venganza ¿...