Capítulo 3:

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Emily escucho aquellas palabras que sobria atención, mientras sentía como su respiración se volvía mas densa, como si estuviera debajo del agua con una roca alrededor de su pecho.

Su mirada se clavo en los ojos de Samuel ante ella, congelada y rígida como una escultura de un museo. Un solo movimiento de su rostro, incluso su respiración, podría generarle serios problemas.

—¿Tienes a alguien en la mira? —susurro ella lentamente con un hilo de voz. Intento sonar firme, convincente, pero sus palabras se quebraron, dándole un tono de inseguridad que ella aborrecía.

Samuel acaricio el costado de su rostro, examinando su rostro sin mirarlo realmente.

—Claro que sí, siempre estoy un paso por delante—respondió con aquella arrogancia que tanto lo caracterizaba, mientras se reclinaba hacia atrás, apartándose de ella por completo.

Aquellas palabras, muy lejos de tranquilizarla, solo aumentaron el terror en el corazón de la bella bailarina. Si Samuel ya tenia un objetivo en mente, eso significaba que ya había una tumba a medio cavar.

Era tonto, absurdo e increíblemente arriesgado, pero el peso de la duda e inseguridad no la dejarían en paz hasta tener una maldita respuesta.

—¿Crees que puedo ser yo la rata? —pregunto ella, con sus ojos aterrados clavados en él.

Samuel la observo durante algunos segundos, frio, distante y pensativo, antes de estallar en un arrebato de risas burlonas que simplemente sacudieron el corazón de Emily.

—¿Lo preguntas de verdad? —dijo el italiano con arrogancia, pero al ver que no respondía y simplemente se hundía en si misma agrego—. Tu, Emily, serias la ultima persona en quien desconfiaría.

Un alivio estremecedor recorrió todo su cuerpo, de un modo que casi le arranca un gemido de sus labios. Sus músculos se relajaron mientras observaba al hombre ante ella.

Confianza, eso era lo que ella se había ganado con el correr del tiempo...

O era lo que en realidad quería creer.

>—Que cosa más estúpida, por favor, ¿tu? ¿traicionarme? —Samuel volvió a negar con la cabeza mientras seguía riendo abiertamente—. Dudo que tengas el valor para hacerlo.

Fue el peso de sus palabras y la burla atada en cada maldita silaba lo que hizo que la mente de Emily se detuviera en ese instante, comenzando a darle vueltas a la situación.

—¿A que te refieres?—pregunto ella, demasiado casual como para evitar que se dejara entrever las emociones que intentaba ocultar.

Cuando el italiano volvió a abrir los ojos, estos se clavaron como dagas verdes en los de ella, dejándola rígida en ese lugar.

—Te salvé, te di una vida y motivos para seguir en este mundo. Te cobije cuando nadie más lo haría y te brinde comida cuando tenias hambre—ronroneo el, con aquel acento sensual que resonaba al final de cada maldita oración—. Tu me perteneces, tanto como yo te pertenezco.

Emily se quedo pasmada, petrificada escuchando aquellas palabras mientras un ligero temblor se apoderaba de su cuerpo. No por miedo, sino ante una rabia que hervía sus venas.

>—Los perros aprenden a no morder la mano que les da de comer—se burló Samuel—¿No lo crees, princesa?

La bella bailarina se obligo a esbozar una sonrisa que no logro iluminar la oscuridad de sus ojos.

Aquellas malditas palabras eran todo lo que ella necesitaba para darse cuenta de la cruda realidad. Emily era una mas de sus hombres, de los malditos soldados que doblaban sus filas.

ÉxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora