Capítulo 9:

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—Cariño, descansa... enseguida regreso—dijo Damon, saliendo lentamente de su estado de sorpresa, mientras besaba la coronilla de la pequeña con afecto, antes de ponerse de pie.

—Quiero ir contigo, papá—pidió la pequeña, mientras descorría las sabanas e intentaba salir del reparo de la cama.

Damon le dio una dulce y suave mirada de advertencia. Muy diferente a la mirada rígida, fría e implacable que solía dedicarle a sus hombres.

Aquella, sin lugar a dudas, no era la mirada del jefe de la mafia.

Pero la pequeña se cruzo de brazos, sosteniendo la mirada de su padre mientras las comisuras de sus labios se crispaban hacia debajo de manera tierna.

—Por favor...—pidió ella de manera suplicante.

—Quédate aquí, Hada, y te traeré un dulce cuando regrese—prometió Damon, siendo demasiado indulgente ante la dulce petición de su hija.

La pequeña Hada sonrió fascinada con cierto entusiasmo, mientras volvía a colocarse dulcemente en su cama.

>—Enseguida regreso.

—No me dijiste tu nombre—la detuvo la pequeña, mirando a Emily con cierto énfasis.

La bella chica trago duro, sintiéndose algo nerviosa, antes de responder.

—Me llamo Emily... descansa, Hada—saludo ella con una sonrisa que solo era capaz de obsequiar a los niños. A esos pequeños seres sin maldad en sus corazones.

—Adiós, Emily, vuelve pronto para jugar con mis muñecas—pidió la pequeña en un pequeño grito, mientras ella salía de la habitación escoltada por Damon.

El no dijo una sola palabra, mientras avanzaba por el amplio pasillo, sin embargo, por la postura de su cuerpo y la fuerza de sus pasos ella sabía con firme determinación que él estaba realmente enfadado.

Solo cuando lograron colocar la mayor distancia posible entre ellos y el cuarto de la pequeña, Damon se detuvo, volviéndose de forma brutal hacia ella.

No dijo una sola palabra, solo la empujo contra la pared mas cercana, mientras quitaba el arma de su cintura y la presionaba contra las costillas de ella.

—Dame una buena razón para no matarte aquí mismo—siseo el rey de la mafia, con los dientes bien apretados.

—No tengo ninguna buena razón—admitió Emily, sosteniendo su mirada, mientras tragaba duro.

Damon la observo durante algunos instantes, aprisionándola contra la pared, antes de apartarse con la misma brusquedad con la que la había acorralado.

—Cherez posledniy krug ada—maldijo el rey de la mafia, mientras se pasaba una mano por el cabello oscuro, al tiempo que volvía a guardar el arma—. ¿Resultaba tan difícil aguardar en el comedor?

Emily trago duro. No podía decirle la verdad del motivo que la había llevado hasta allí. Pero miles de preguntas pasaban por su mente.

—¿Por qué la mantienes oculta? —dijo ella lentamente, mientras se apartaba de la pared, acercándose solo un paso hacia él.

Damon respiro profundamente, mientras la observaba de soslayo. La mirada de un hombre desesperado, que se encontraba en una situación demasiado difícil.

—¿En verdad lo preguntas? —escupió el con el eco de una sonrisa hueca y carente de emoción—. Si Samuel u otros capos se enteran de su existencia... ¿Cuánto tiempo crees que tenga antes de correr la misma suerte que el niño que viste?

Emily no dijo una sola palabra, simplemente asintió, mientras apretaba los labios con fuerza ante el repentino recuerdo del niño destrozado por las balas.

—Tiene tus ojos—admitió ella con suavidad, mientras esbozaba una leve sonrisa hacia él.

No sabia realmente por que lo había dicho, pero sintió la necesidad de recordárselo.

Damon, por su parte la observo unos instantes antes de medio sonreír en su dirección.

—No son mis ojos, son los ojos de su madre... los ojos de los Petrovick—respondió el con calma—. Se que la escuchaste llamarme papá, pero no lo soy... al menos no del modo biológico.

Emily frunció el ceño con cierta sorpresa, sin lograr comprender realmente todo. Sin poder evitarlo, ella volvió el rostro hacia la habitación de la niña, como si fuera capaz de verla en su cuarto.

—Pero, no es solo por los ojos... ustedes se parecen mucho.

—Es normal, a fin de cuentas, es mi sobrina—comenzó a explicar el, mientras caminaba rumbo al comedor—. Soy su tutor y apoderado legal desde que ella murió hace cuatro años.

>—Hada tenia poco mas que un año y medio cuando quedo huérfana. Ella es la única familia que me queda.

Ahí se acababa de arruinar la posibilidad de entregarle a la madre de Hada a Samuel. Se estaba quedando sin opciones.

—¿Qué hay de su padre?

Al instante ella se arrepintió por aquella pregunta. El frio, la rabia y el odio volvieron a endurecer las facciones de Damon, mientras respondió con furia contenida:

—Su padre pronto se pudrirá en el infierno—siseo el, su acento demasiado marcado.

Emily fue lo suficientemente astuta como para evitar seguir preguntando al respecto.

Pero, aun así, ella podía ver que había mas en aquellas palabras. Mucho mas que Damon no estaba preparado para hablar.

Cuando finalmente llegaron al comedor, el rey de la mafia se detuvo, sujetándose al borde de la silla mas cercana, mientras clavaba su oscura mirada en ella.

>—Ella es mi hija, y no hay nada en esta tierra que no este dispuesto a hacer por protegerla—comenzó a decir el hombre con palabras lentas y arrastradas—. No quiero matarte, pero mi mano no temblara si veo que Hada está en peligro.

Honestidad. Hacia mucho tiempo que Emily no tenía una conversación abiertamente honesta. Y Damon se la estaba ofreciendo.

Por lo que ella no desaprovecharía esa posibilidad, a fin de cuentas ¿Qué tenía para perder?

—Samuel me permitió venir con la condición de que descubra tu debilidad, de lo contrario, me matara—admitió ella con tono frio—. No quiero decirle sobre Hada, pero necesito algo.

Damon separo ligeramente los labios, mientras liberaba una pequeña exhalación abrumada.

Emily comenzó a pasearse por la habitación, nerviosa por lo que acababa de admitir.

La adrenalina envolvía sus nervios y acariciaba su columna vertebral. Damon la iba a asesinar, no tenía más opciones que esa.

O al menos eso creyó Emily.

—Se que no le dirás nada a Samuel sobre Hada, puedo ver que no estas mintiendo con eso... y creo tener la solución para el punto débil—comenzó a decir Damon, apartándose de la silla.

Ella lo vio acercarse hacia ella con pasos veloces, con aquella oscura mirada penetrante clavada en ella con ferocidad.

De manera instintiva, Emily se puso tensa, preparándose para defenderse o atacar, cualquier situación que se diera.

Pero lo que jamás espero, era que Damon la rodeara con los brazos y la besara en los labios.

Al instante, el aroma de su colonia y gel de ducha la abordaron, llenando sus sentidos. Los labios de Damon eran suaves, pero se movían con tal frenesí que lo volvían demandante e intenso.

Sin embargo, el beso finalizo antes de que pudiera notarlo.

Cuando finalmente Damon se aparto de ella, con su mirada clavada en los ojos de Emily, el volvió a hablar:

—Dile que eres tú... dile que tu eres mi debilidad—respondió el rey de la mafia, con la respiración irregular.

Su rostro seguía igual de tenso, frio y distante que siempre, pero había algo en su mirada oscura que había cambiado.


Ahora, esa noche sin estrellas parecía un poco mas brillante y no tan desolada.

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