Capítulo XIV

2.6K 372 46
                                    

Así pasaron los días, Marko llevándole regalos cada tanto y sin tener noticia sobre Nikola. Una semana había pasado probablemente.

—¿Podemos ir a jugar con los demás?— interrogó con emoción Velemir, mientras tiraba de las faldas de su hermana mayor.

—¡Sí, por favor, _____!— insistía también Rada, tirando del otro lado.

—¿Vinieron conmigo a llevarle el saco al señor Mimica para esto?— inquirió con diversión, tratando de alejarlos un poco de ella.

—¡Sí! ¡Boris nos dijo que fuéramos a jugar con él y los demás hoy!

—¡Y ya hicimos nuestras tareas!

Sacudió la cabeza entretenida con lo que decían los menores. Apoyó una mano en sus espaldas.

—Bien, pueden ir...

—¡Gracias!— exclamaron al unísono para salir corriendo a donde estaban los demás niños.

Su vista viajó de ellos a las demás personas que habían por ahí. Hasta que se topó con Nikola saliendo de la casa de un anciano, que lo seguía y le agradecía el que le ayudara a arreglar algo.

El corazón comenzó a latirle con fuerza. ¿Y si se acercaba a él?

Pero apenas dio un paso en su dirección, Boris llegó rápidamente frente a ella.

—¡Ven a jugar con nosotros, _____!— indicó emocionado, haciendo que los mellizos lo siguieran y tomaran de las manos a la mayor de los Haracic.

—Tengo cosas que hacer— trató de librarse, pero fue complicado.

—Pero acabaste tus tareas hace rato, hermana— reía la niña, delatándola.

Su mirada regresó a Nikola que había volteado a verla mientras conversaba unas pocas palabras con el anciano. Seguro se marcharía pronto.

—Tengo que ir a hablar con Nikola, ¿si?— dijo rápido, agachándose a la altura de sus familiares. De cualquier modo, el otro muchacho la oyó.

—Entonces lo iré a buscar para que juegue. ¡Entre más seamos, mejor!

Y salió a paso apresurado en dirección al Tesla. Si Boris hubiese estado en sus años de jugar con los demás niños, sería perfecto para pedirle que invitara al joven de cabellos rizados. Pero ahora sentía un poco de vergüenza.

—Señorita Haracic, buenas tardes— saludó alegremente el mismo hombre que había jugado hacia días con los infantes.

—Señor Dodig, lo mismo digo. ¿Lo han traído a rastras?— preguntó al ser soltada, sonriendo de lado y con cansancio.

—Ya estoy viniendo por voluntad propia, más si a mi pequeño le gusta que juegue también con él— posó sus manos en su cadera —. Además, déjeme darle la noticia de que en algunos meses nacerá mi segundo hijo.

—Vaya, felicitaciones— su curva cambió a una más animada, felicitando al padre y preguntando respecto a cómo estaba su esposa que hacia tiempo que no la veía.

A todo eso, seguía sintiéndose nerviosa respecto al tema de que invitarían a Nikola Tesla a jugar. No podía imaginárselo. Trataba de distraerse y no ilusionarse al tener aquella plática que le causaba curiosidad. Aunque no tanto como saber si había o no aceptado.

Después de todo, había algo claro. Él no perdía el tiempo con ese tipo de cosas.

—¡Nikola también jugará!

Ante la exclamación de Boris sus ojos se abrieron de a par, pero seguía sin ser la única que estaba sorprendida con eso. El apellidado Dodig expresó su sorpresa en palabras y algún que otro anciano que veía como jugaban.

AMOR |Nikola Tesla y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora