Capítulo XVIII

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—¡______!

Ante el llamado de Lyubina, regresó la vista a la puerta que llevaba al taller, mientras ella terminaba de preparar el desayuno de los mellizos para cuando se levantaran.

—¿Qué pasa?— se echó un poco hacía atrás para intentar verla desde allí.

—Ven a ver esto. ¡Ya!

Tuvo que dejar lo que hacía apresuradamente, agradeciendo que solo le faltaba dejarlo en algún plato. Mientras se limpiaba las manos en el delantal, fue hasta donde estaba su hermana.

La vio afuera, provocando que se acercara con las cejas fruncidas de la confusión a ella, que parecía estar observando algo que estaba en el suelo, a un costado de la puerta. Y parecía que también le generaba duda.

—¿Qué pasa?— reiteró la pregunta para salir.

Abrió sus ojos de la sorpresa al ver aquellas flores simples, que podrían encontrarse en cualquier lugar, incluso crecer a un costado de alguna casa. Junto a ellas, había un pedazo de papel.

Se agachó a tomarlo para leer su contenido. La letra le resultaba sumamente familiar.

"Para la señorita _____ Haracic. Son las flores que te prometí hace algunos días. No son las mejores, lo sé. Pero al menos he tratado de cumplir con mi palabra.

Que tengas un bien día."

No había duda alguna ahora. Se trataba de Nikola Tesla.

—¿Quién las envía?

—El "Innombrable"...

—¿En serio?— preguntó con sorpresa —¿Se ha declarado oficialmente?

—No, es... otra cosa.

Tomó con cuidado las flores, para dirigirse de nueva al interior, seguida de la menor.

—¿Puedo saber al respecto?

—Sólo una promesa y Nikola haciéndose pasar por alguien que sabe sobre flores.

Sonrió tiernamente ante el recuerdo del muchacho intentando convencerla de que las que le llevó Marko estaban enfermas y atraerían insectos que acabarían con las telas.

Tomó el jarrón con unas flores viejas que Rada y Velemir habían conseguido para ella, iguales a las que había llevado Tesla. Esas las tiró para llenarlo de agua y colocar las nuevas.

Tras quedar unos segundos observándolas, pestañeó con duda. Trató de repetir las palabras escritas en el papel, pero al no estar muy segura, las releyó. ¿Acaso no quería ir con ella a buscar flores? ¿No la quería... ver? ¿Por eso le llevó esas flores con esa explicación?

—Ay, Nikola...— murmuró para sí, estando sola en el taller y arqueando una ceja entre molesta y divertida —No te pienses liberar fácil de mí...

— murmuró para sí, estando sola en el taller y arqueando una ceja entre molesta y divertida —No te pienses liberar fácil de mí

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AMOR |Nikola Tesla y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora