Capítulo 4

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Bakugou corría por los pasillos del castillo con una bolsa que contenía una rebanada de pastel de chocolate, se había dado cuenta de que a su cara de ángel le gustaba mucho los dulces por lo que estaba seguro que le fascinaría...iba sonriendo imaginando la mirada de asombro y el como se le iluminaria sus bellos avellanos y ya no podía esperar para verla sonreír...

-¡Katsuki!- grita su madre- ¡¿A dónde crees qué vas?!

Se detuvo encontrándose con su madre que impedía seguir corriendo.

-A la playa- afirma su agarré a la bolsa.

-¿Qué llevas ahí?

-Pastel- contesta simplemente.

-¿Pastel?- su mirada era incrédula- no te gusta el pastel jovencito.

-Eso no lo sabes- trata de safarce de la situación- ya debo irme- trata de corres pero es tomado por su brazo derecho.

-¡No!- el niño mira a su progenitora- no irás a ningún lado muchachito hasta que me expliques lo que está pasando.

-No pasa nada- trata de safarce.

-¿Cómo que no?, sales del castillo a las 12 del día a saber dios a dónde con quién sabe qué persona.

-No me veo con nadie, solo me gusta ir  a la playa.

-Cariño no seas tan dura- dice Masaru.

-Esto es tú culpa- le dice a su esposo- sino fueras tan permisible con él no haría lo que se le diera la gana.

-Querida solo va a la playa.

-Puede estar algún enemigo vigilando a tú hijo.

-Si te consuela podemos poner a guardias para que lo resguarden.

-¡No!- la sola idea de que alguien más pudiera ver a la pequeña sirena le aterraba...el mundo no estaba listo para algo así.

Ambos adultos observan al niño que estaba con su frente arrugada, se veía molestó.

-No quiero a ningún guardia- su voz sonaba decidida- ¡Yo sé cuidarme solo!

-Hijo sé con exactitud que eres alguien valiente, tenaz y capaz pero- mira a su esposa- tú madre tiene razón, no puedes andar solo por ahí...es peligroso.

-P-pero padre...

-No saldrás hasta que te asignemos guardaespaldas.

-¡Ya no soy un niño!- se safa del amarre de su madre con brusquedad.

-Tienes 9 años Katsuki- responde su madre- claro que eres un niño.

El joven Bakugou sale corriendo directo a sus aposentos, abre su puerta y es asotada con enojo, mira su mirada al bello océano...¿Qué iba hacer ahora?...lo más probable es que su cara redonda ya esté esperándolo en donde siempre se ven, era terrible la idea de imaginar su mirada triste, se dirige a su cama y de su buró saca su pequeña perla rosada para observarla con devoción.

"-Las sirenas regalan las perlas rosadas a aquellas personas que son especiales- se sonroja la castaña- Bakugou-kun, tú eres especial para mí."

El cenizo sonríe.

"-Pudiste matarme esa vez que nos conocimos pero no lo hiciste y ahora somos mejores amigos- toma su mano izquierda- esa perla es parte de mí y te la estoy obsequiando a ti."

Sus mejillas estaban coloradas y no podía dejar de sonreír, aprieta su perla con ambas manos y se las coloca enfrente de su rostro que sentía caliente, trata de tranquilizarse y se percatado que su corazón late desmesuradamente...coloca su mano izquierda en su pecho, ¿Se estará enfermando?, ¿Qué era esa sensación de calidez?...no pudo indagar más pues su puerta fue tocada.

El hilo rojo  ♥️Kacchako❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora