Prólogo

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Mariana

Ay Mariana, no debiste ir a esa fiesta, en especial, no debiste ir con esos supuestos amigos tuyos que lo único que hacen es burlase de ti y molestarte. Tú solo querías encajar, ser aceptada por ellos: por ende, decidiste tomar alcohol a pesar de que no te gusta, decidiste fumar pese a que odias el olor a humo, besaste en la boca a Christian Landa sin importar de que no es tu tipo. Pero bueno, querías encajar, sentirte normal y dejar de ser una perdedora como tanto tiempo te has estado considerando.

No obstante, tus actos tienen consecuencias. Cuando te invitaron a ir la fiesta de Mauricio, tus padres no te dieron permiso puesto a que estaba muy lejos de donde vives. Por lo que te escapaste y fuiste a la fiesta sin importar de que las odias, todo por dejar de sentirte una anormal, una nerd. Ese capricho te llevó a desobedecer a tus padres y escaparte solo con el fin de ir a reunirte con esos supuestos amigos tuyos, quienes les importó un carajo que tomaras en exceso e incluso te motivaran a mezclar tragos, sabiendo que nunca habías bebido antes.

Tus supuestos amigos a quienes tanto querías impresionar, se fueron dejándote sola en la fiesta, la cual se encuentra en uno de los barrios más peligrosos de Lima. Hubieras pedido un taxi, pero estás tan borracha que no sabes donde dejaste tu celular.

Mírate ahora Mariana, estás caminando sola a las tres de la mañana, en un barrio sumamente peligroso. No hay nadie a tu alrededor, ni siquiera un perro que te haga compañía. A las justas hay un alumbrado que ilumina un poco la calle, porque los demás parecen estar malogrados; estás casi a oscuras. Ni siquiera tienes a la luna que te ilumine el camino debido al cielo nublado. A penas consigues andar: cada tres pasos tienes que sostenerte en una de las mugrientas paredes para no caerte.

Te faltan dos horas para llegar a tu casa si vas a ese mismo ritmo, y también hay que tomar en cuenta de que si estás yendo por el camino correcto, ya que es muy probable que ni siquiera sepas por dónde estás andando, y termines profundizándote más en las temibles calles oscuras, alejándote de tu hogar.

Se te empieza a escarapelar la piel, te salen lágrimas de los ojos, tu corazón se acelera y tu respiración se agita; en el fondo, sabes que lo que hiciste estuvo mal, que nada valió la pena. Estás arriesgando tu vida, sin la seguridad de que si vas a llegar a tu casa o no. Es probable que termines siendo hurtada y lastimada. Y todo por ir a una estúpida fiesta, por encajar con personas que no les interesas.

Nada de lo que hiciste hoy valió la pena, y ahora estás sufriendo las consecuencias de tus actos.

Tus lagrimas siguen fluyendo, lo único que anhelas es llegar a casa. Ya no te importa si es que tus padres te van a regañar o de que te castiguen; lo único que imploras es llegar a salvo a tu hogar, en donde nadie te pueda hacer daño.

Continúas caminando, esta vez un poco más rápido, sosteniéndote de las paredes para no caerte. Ves borroso, pero aun así intentas seguir adelante. Vas a necesitar ayuda, tienes que buscar una comisaría, o un patrullero; a alguien que te pueda echar una mano. Porque sola no lo vas a lograr: en el mejor de los casos terminarás tirada sobre la vereda hasta que alguien te encuentre al amanecer.

"Tengo que llegar a casa"

De pronto, escuchas un sonido, parece ser como una especie de rugido, pero que nunca antes habías oído. Piensas que podría ser un animal. El rugido se hace más fuerte. Escuchas unos pasos que se aproximan hacia ti. Miras a ambos lados, no ves nada extraño. Aun así, empiezas a correr, a pesar de que a penas puedes mantenerte de pie.

Los pasos son cada vez más fuertes, los oyes más cerca. Quieres correr más rápido, pero tu cuerpo agotado no te lo permite. Te profundizas más en la oscura y desolada calle. No hay nadie más que solo tu y el autor de misterioso gruñido.

Se oye más cerca, está a punto de agárrate.

—¡Ayuda! —gritas.

De improviso, sientes como alguien cae encima sobre ti y estrella tu cabeza contra el suelo. La oscuridad va invadiendo tu campo de visión, sientes como tu cuerpo se va a apagando de a pocos. Lo único que logras ver antes de perder la consciencia, es un rostro que te mira con furia, con ansias: como si te anhelara más que a nada en el mundo.

Cierras los ojos y desapareces. 

Los que se OcultanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora