Epilogo 2

236 53 5
                                    

Cuatro años después

La cama está fría. No está aquí.

Gimo y me incorporo, frotándome los ojos cansados mientras parpadeo en la oscuridad.

Tanteo con la bata y me la pongo, recorriendo la pequeña casa en busca de mí marido. Y, por supuesto, lo encuentro, tirado en el suelo de la habitación del más pequeño, con una mano en la cuna que ha construido y agarrando la mano del bebé Lucy, y la otra rodeando a nuestro hijo mayor, Kieran.

Todos están profundamente dormidos y me agarro el pecho al verlos.

¿Podría haber tenido más suerte? ¿Cómo es posible que esta sea mi vida?

Kook se ha adaptado a ser padre como sabía que lo haría. Es leal, protector y cariñoso. Un poco salvaje, pero es lo mejor que le ha pasado y no podría estar más orgulloso del hombre en que se ha convertido.

Todavía tengo visiones de más niños, nuestra casa llena de sonidos de risas. Kook está abierto a ello. A veces lo menciona por la noche, cuando me arrastro a sus brazos y me aprieto contra él.

Ahora sabe que se merece esto. Que me merece. Nunca tuve ninguna duda de que lo merecía. Pero eso es lo que pasa con las relaciones, ¿no? Te comprometes con una persona, la amas a través de su crecimiento y la animas. Acompañas a esa persona en sus luchas y celebras sus pequeños triunfos.

He visto a Kook llegar a amarse a sí mismo.

Estoy muy contento de no haberme rendido con él.

Agarro una manta y me arrastro por el pecho de Kook.

—Jinnie—murmura cuando me acurruco contra su cuello. Su fuerte brazo me rodea el torso y me abraza con fuerza.

—Te amo—susurro, sin querer despertar a nadie.

—Te amo más.

APUESTA TEMERARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora