Levantarme hoy fue más tedioso que ayer. No le veía la gracia de volver a trabajar allí y mucho menos con ella. Aún así, tenía que pagar mis cosas, estaba a punto de quedarme en la calle por la falta de trabajo, apenas estaba sobreviviendo.
Casi arrastrando los pies decidí buscar qué ponerme, esta vez utilicé un traje ajustado al cuerpo que no llegaba ni a las rodillas, tenía un escote en la parte de al frente, otro más que llevaba tiempo en mi armario. Utilicé mi bolso rojo en combinación con mis labios. Había escogido como misión vestir de negro cada vez que podía, porque este trabajo va a acabar conmigo.
La misma rutina del primer día, pero esta vez me detuve en el café que queda frente al edificio, tenía unos minutos de sobra y necesitaba algo de cafeína en el sistema. Como cada mañana en New York el café estaba abarrotado, aún así me dispuse a esperar y preguntarle a Yelena si quería uno.- ¿Tenías en mente llevarme café? -no puede ser, otra vez.
- Buenos días, señorita Romanoff -esbocé una sonrisa de medio lado devolviendo mi mirada a la fila.
- Puedes decirme Natasha, estámos fuera de la oficina.
- Prefiero mantener las cosas profesionales, no se preocupe. ¿Desea algo?
- Yo invito, Wanda -¿en serio tuvo el descaro de llamarme por mi nombre?
En ese momento llamaron nuestros nombres a la vez, ella tendió su dinero indicándole a la barista que podía quedarse con el cambio. Salimos de allí juntas, pero nunca volví a dirigirle la palabra, gracias a los santos, Yelena estaba esperándome en el lobby.
- ¿Acabas de llegar junto a la jefa? -haló de mi brazo pegándose a mi oreja.
- Me la encontré en el café, toma -le extendí el café- te lo pagó ella -lo tomó dándole un sorbo.
- No jodas -dio unos pequeños saltitos en el mismo lugar.
- Compórtate -reclamé tratando de no reírme- No quiero nada con ella, ni me cae bien.
- A nadie le cae bien -nos dio acceso con su tarjeta en el elevador, las puertas estaban por cerrarse cuando una mano lo detuvo.
- Buenos días -su jodida cara de nuevo- Si nos seguimos encontrando así puedo pensar que es que quiere seguir viéndome, señorita Maximoff.
- Diría que sería cierto si usted hubiese estado en el elevador primero -Yelena y yo estábamos detrás de ella, Yelena empezó a hacer muecas nuevamente como las de ayer, y yo solo quería morirme de la vergüenza. El elevador sonó, era la parada de Yelena.
- Señorita Belova, que tenga buen día -se hizo a un lado dándole paso, Yelena pasó sin mirarla, el elevador iba a cerrar las puertas cuando nuevamente puso la mano- Los elevadores tienen espejo en la parte de arriba - guińo un ojo dejando ir la puerta.
La cara de Yelena valía millones, quedó petrificada en el mismo lugar mientras las puertas cerraban.
- No tenías que hacerla pasar esa vergüenza -hablé en confianza, algo que jamás me perdonaré.
- ¿Ahora soy su amiga? -estaba mirando en el espejo, acomodándose el cabello- Pensé que no le caía bien.
- Siendo sincera -aclaré mi voz echándome a un lado- No tanto, pero es mi jefa así que hay que hacer lo necesario para sobrevivir.
- ¿Sobrevivir? -enarcó sus cejas, no podía quitarle la mirada a través del espejo.
- Me iba a quedar sin hogar si no conseguía trabajo, así que lo atesoro aunque no me caiga del todo bien -bufé mirando desesperadamente los pisos pasar con lentitud.
ESTÁS LEYENDO
The Secretary
أدب الهواةSer la secretaria de una de las empresarias más codiciadas del mundo parecía ser pan comido, ¿pero qué pasa cuando tú jefa te hace una propuesta la cual no es para nada profesional? Inspirado en la segunda parte de mi primer fanfic, ...