Términos

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No pude firmar esos papeles. Prometí no decirle nada a nadie, pero no estaba segura si eso era lo que quería hacer. Jamás me pensé en esa faceta, además no sé si soy capaz de hacerlo.
Salí de aquel restaurante casi de inmediato. No puedo negar que la oferta es tentadora, pero no quiero ser prostituta. Estudié muchos años como para tener que terminar siendo la sumisa de una de las empresarias más grandes del mundo. No sé cómo podré mirarla a la cara hoy, o cómo no le diré a Yelena algo que no puedo contarle. Tal vez es por eso que todas las secretarias se marchan, les hace la propuesta y ninguna quiere ser parte de semejante cosa. Terminé poniéndome un traje menos provocativo, esta vez era de color azul oscuro. No quería llamar la atención y tampoco su mirada.

Estuve indecisa tanto tiempo que no logré darme cuenta que iba tarde al trabajo. No me dio tiempo de tomar un taxi, así que iba erráticamente caminando por las calles de New York chocando con el gentío de personas. Miré el reloj, ocho y diez. Jamás había llegado tarde a un lugar. Pasé la tarjeta al llegar al elevador y cuando se abrió allí estaba ella. Recobré mi respiración, tranquilizando los nervios que se apoderaron de mí al momento de verla.

- Buenos días -fue lo único que dije.

- Llegas tarde -habló tranquila.

- No volverá a pasar, tuve que caminar -apreté mi bolso en las manos.

- No se preocupe, yo también acabo de llegar.

El ascensor abrió y las dos salimos sin dirigirnos la palabra. Ella a su oficina y yo directo a mi escritorio. Tan siquiera había tenido tiempo de desayunar o hablar con Yelena, tenía que contarle. Juro que puede guardar un secreto.

- ¿Café? -estaba en frente a su cafetera.

- No tienes que hacer eso -me puse de pie caminando a su lado- solo tenías que pedírmelo.

- Pensé que a estas alturas me odiabas -sonrió de lado.

- No te odio, solo que se me es un poco difícil entender... eso -hice referencia a su propuesta la noche anterior.

- Me pareces atractiva -por alguna razón la sentía más cerca.

- Señorita Romanoff... -hablé casi en un suspiro.

- ¿No le parezco atractiva? -sus dedos estaban tocando mi mano, mientras esperaba que el café terminase de colar.

- No creo que esa sea una pregunta profesional -cerré los ojos inconscientemente mientras ella seguía recorriendo el dorsal de mi mano.

- Y podría no serlo, aún la oferta está en la mesa. Si me hubiese dejado explicar, a lo mejor no hubiese salido corriendo del miedo.

- ¿Hace esto siempre? -abrí los ojos de sopetón- Le hace propuestas no profesionales a sus secretarias, ¿por eso ha tenido tantas?

-Sonrió de manera cínica- Puede ser, pero no a todas -dejó de tocarme- Algunas las despedí porque no eran competentes... la mayoría para ser sinceros -echó azúcar a su café- Eres la primera que logra captar mi atención. Física e intelectualmente.

- No sé cómo contestar a eso -sentía mi cuerpo temblar del nerviosismo, solo quería que se marchara y me dejara en paz.

- Pudiera saber si se dispone a escucharme. Incluso podría pagarle más.

- Señorita Romanoff, no quiero ser su juguete sexual.

- Y no lo eres. Tampoco lo serás. Puedo pagarte más como mi secretaria mientras tenemos una relación extracurricular -se detuvo delante de mí, se inclinó un poco, era más alta que yo, podía sentir su respiración cerca al pasar sobre mi mejilla y se detuvo en mi oído- Aún la oferta está en pie y lo estará siempre.

The SecretaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora