°Azulin estaba devastado; su bello rostro estaba arruinado y su orgullo quebrantado, y todo por culpa de esos malditos unicornios...
El solo quiere una cosa y hará todo lo posible por conseguirla, su venganza.
Pero quién diría que sería tan difícil...
Hacía frío, pero lo único que él podía sentir era la sangre fluyendo por su cuerpo. Podía oír una tormenta acercarse, pero eso no le importó, nada le importaba, solo tenía una palabra en su mente, una que no podía soltar desde que toda esta guerra había empezado.
Venganza.
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Caminaban tranquilamente, siguiendo una ruta que ya se les había hecho habitual. Sentían el viento acariciando sus pelajes, dándoles un pequeño escalofrío, deseando haber traído unos chalecos más abrigados.
-Cabo Pompón, no puedo más -dio un corto suspiro, intentando recuperar el aire-. Estoy agotado señor.
Lo miró, soltando un leve suspiro.
-Tenemos que vigilar la frontera, soldado Peludito -respondió, con un tono de cansancio en su voz.
Grimaldo dio un leve chasquido con su lengua en forma de negación, para luego dirigirse hacia el Cabo.
-Claro, y el coronel y los altos mandos descansando, comiendo pollos en su jaula de honor -dijo de manera burlesca, para luego arrojar su mochila sobre una piedra, recostándose en esta y dándole una calada a su cigarrillo.
El Cabo Pompón se sorprendió ante tal acto de rebeldía, mirándolo perplejo y decepcionado, y cuando estuvo a punto de refutar sobre su manera de actuar, oyó el fuerte sonido de una tormenta que estaba acercándose, por lo que accedió, rendido.
El cielo se apagaba poco a poco, dándole la bienvenida a unas nubes oscuras, mientras ellos armaban la carpa lo más rápido que podían. Una vez terminada, él Cabo Pompón daba un corto suspiro, aliviado de haberse quitado un peso de encima, y Peludito estaba quitándose los zapatos, sonriendo por poder descansar sus pies.
-Oye, Grimaldo, ve y trae algo para comer -ordenó Pompón con aire de autoridad, mirando a su compañero.
Grimaldo le devolvió la mirada, malhumorado.
- ¿Y por qué debería ir yo? ¿Acaso tú no puedes? -respondió de manera desafiante, recibiendo una mirada de desprecio por parte del Cabo.
Peludito, quien miraba la situación atentamente, se levantó de su lugar para entrometerse entre ellos; podía sentir el aire tenso que estaba tornándose entre ambos y temía que comenzaran una pelea. Pompón y Grimaldo lo miraron, confundidos, provocando cierto nerviosismo en este, por lo que intentando calmar el ambiente dijo:
-Oigan, chicos, no hace falta comenzar una pelea, no es momento para esas cosas. -Miró a Grimaldo, quien observaba atentamente cada movimiento que hacía, dándole algo de miedo-. Si quieres Grimaldo, yo puedo ir, no me es molestia.
Luego de oír la propuesta, Grimaldo sonrió levemente, mirando a Peludito y poniendo su mano suavemente sobre su hombro.
-Tranquilo, Peludito, yo voy a buscar algo para comer, tú solo descansa, no te preocupes.
