°Azulin estaba devastado; su bello rostro estaba arruinado y su orgullo quebrantado, y todo por culpa de esos malditos unicornios...
El solo quiere una cosa y hará todo lo posible por conseguirla, su venganza.
Pero quién diría que sería tan difícil...
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—¿Te sigue doliendo mucho la cabeza, Pompón? —dijo Azulín, mirando a su invitado.
—No tanto como antes, pero... no sé... —murmuró, el sonrojo prominente en su cara dejando ver que prácticamente estaba muriendo en fiebre.
El azul tomó un trapo limpio de la encimera de su cocina y caminó hacia su habitación, siendo seguido en todo momento por el rubio. Hundió el objeto en un recipiente con agua tibia, ligeramente fría, la cual hace unos minutos había traído hacia su habitación. Volvió su atención hacia su compañero, y se acercó a él, quien apenas podía mantenerse de pie. Apoyó la palma de su mano sobre su frente, para así tomar su temperatura. Sin siquiera preguntar, tomó la manga de su suéter y la estiró, para así quitarle este, tomando por sorpresa a Pompón, el cual no pudo evitar sentirse nervioso ante esta acción.
—¿Qué haces, Azulín? —preguntó con un tono de voz bajo, riendo nerviosamente gracias a el actuar del menor.
—Estás ardiendo en fiebre, si aligeramos un poco la cantidad de ropa que llevas, te ayudará a sentirte mejor —respondió con tranquilidad mientras dejaba el suéter a un lado, pero sin olvidar doblarlo antes para mantener el lugar ordenado.
—Ah, claro... —murmuró, su cara aún más roja por la vergüenza que le provocaba haber pensado otras razones. Pero, ¿quién podría culparlo?, estaba borracho.
Tomó las mantas de su cama y las quito, para luego mirar al rubio y señalarle el lugar.
—Acuéstate aquí, te pondré este trapo en la frente para que ayude con la fiebre.
Pompón no hizo nada para negarse, y simplemente asintió, antes de dirigirse hacia la cama y acostarse. Apoyó su cabeza sobre la almohada, sintiendo lo cómoda de ésta, soltando un bajo suspiro de alivio y cerrando sus ojos. No mucho después, pudo oír a su lado, sobre la mesita de luz, como el agua caía dentro del recipiente, para luego sentir el paño frío sobre su frente, refrescándolo un poco. Abrió sus ojos, encontrándose con la imagen de Azulín, el cual estaba completamente concentrado en sus acciones. Pudo notar que se había quitado su abrigo también y llevaba la camiseta arremangada, por lo que podía ver los músculos que se marcaban en su brazo al flexionarlo, sintiendo su fiebre subir gracias a esto. Azulín frunció el ceño, confundido.
—Se supone que la fiebre tendría que bajar, pero, parece como si subiera... —comentó con una voz muy baja, acomodando el paño sobre su frente.
El cabo rio entre dientes, mirando hacia ambos lados mientras sonreía con ligero nerviosismo.
—Ah, bueno, no sé porqué será...
El teniente lo miró por unos segundos, pero simplemente encogió los hombros, sin tomarle demasiada importancia. Se enderezó en su lugar, dejando al cabo acostado en su cama con el paño húmedo en la frente, esperando que de esta manera bajara un poco su fiebre. Notó como él extendía su brazo a un lado para tomar una de las mantas, pero rápidamente lo detuvo, alejando aún más la misma.
