°Azulin estaba devastado; su bello rostro estaba arruinado y su orgullo quebrantado, y todo por culpa de esos malditos unicornios...
El solo quiere una cosa y hará todo lo posible por conseguirla, su venganza.
Pero quién diría que sería tan difícil...
Acá va la segunda parte de la doble actualización! Disfruten 😼
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Pompón había acabado rápidamente con sus tareas, así que sus superiores le dieron ese día libre. Estaba aburrido, supuso que lo único que haría en ese tiempo sería mirar el techo y no hacer nada, por lo que decidió salir a dar unas vueltas por ahí.
Caminaba tranquilo, disfrutando de la brisa helada, pensando en que manera gastar ese bonito día. Pensó en pasar el tiempo con alguno de sus amigos, pero desechó la idea al recordar que ellos aún seguían trabajando. Miró a su alrededor, notando el gran Hospital Militar frente a él. Azulín llegó a su mente, ¿sería una buena idea ir a visitarlo? No los sabría a menos que lo intentara.
—Agradezco que Grimaldo no tenga un auto porque yo hubiera perdido —dijo para si mismo.
Fue a paso lento hacia allí, pasando por los pasillos tranquilamente. Una vez llegó a la puerta en donde se encontraba el osito, dio un corto vistazo por la ventana para ver si estaba despierto, y apenas estuvo seguro de que así era, tocó la puerta, conteniendo los nervios que lo invadían.
—Pase.
El Cabo al oír la afirmación del otro, abrió la puerta lentamente, buscando no hacer mucho ruido. Una vez estuvo dentro, lo primero que vio fue a Azulín leyendo su libro, en un ambiente totalmente tranquilo. Tragó saliva, nervioso, y cerró la puerta de la habitación para luego acercarse al soldado.
—Buenos días, Azulín. —Le sonrió—. ¿Cómo se siente?
El azul soltó el libro, dejándolo sobre su regazo, y miró atentamente a Pompón, acto que dejó al otro inmóvil.
—Buenos días. Cabo Pompón ¿cierto?
—Si, ese soy yo. —Rascó su nuca, nervioso—. ¿Me recuerdas?
—Cómo no recordar a la persona que me salvó la vida. —Soltó una pequeña risa—. Es un gusto verte, ¿qué te trae a este triste lugar?
—Simplemente quería saber cómo se encontraba y quizás charlar un poco, si no es molestia, claro. —Estiró un poco su abrigo, mirando al suelo.
Azulín le dio unas palmeadas a su cama, invitando al Cabo a sentarse junto a él. Pompón aceptó sin rechistar, pero se sentó a los pies de ésta, intentando mantener la distancia, ya que el otro le ponía muy nervioso. Azulín rodeo los ojos al ver como el Cabo buscaba estar lejos de él, así que para molestar un poco, se acercó más.
—Y dime, Pompón. —Apoyó su codo encima del libro, para luego recostar su rostro sobre su mano—. ¿Te puedo decir Pompón, cierto?
—Si, claro —respondió nervioso, ignorando la mirada de Azulín, la cual lo analizaba de arriba a abajo.
Azulín notó al instante los nervios del contrario, eso era algo que por alguna razón le parecía divertido, por lo que pensó que sería buena idea seguir poniéndolo así.
