El descanso

176 6 2
                                    

Luego de la batalla ocurrida en las doce casas del Santuario, los Caballeros de Bronce (Seiya, Shiryu, Hyoga, Shun e Ikki) emprendieron su victorioso regreso al Oriente junto con Saori Kido (Atena), luego de haberla salvado de morir por una flecha dorada que se había incrustado en su pecho y después de haber librado tremendas batallas contra los Caballeros Dorados, especialmente contra Saga de Géminis. Era más que obvio que los guerreros se ganaron un más que merecido descanso.

Cuando el avión de la Fundación Kido aterrizó en el aeropuerto, todos descendieron del avión con una enorme sonrisa. Al bajar, una limusina los esperaba para llevarlos de vuelta a la mansión perteneciente al abuelo de Saori, Mitsumasa Kido.

En la mansión Kido

Seiya: "¡QUÉ BIEN SE SIENTE ESTAR DE VUELTA!", dijo dando un pequeño salto en el aire en señal de alegría.

Saori: "Digo lo mismo. Realmente es increíble que solo haya pasado un día desde que dejamos el Santuario".

Hyoga: "Sí. Es como si la batalla contra los Caballeros Dorados hubiese durado años".

Shiryu: "Fueron batallas muy duras. Pero ahora la paz ha regresado y ya podemos volver a nuestras vidas".

Saori: "Debo felicitarlos. No solamente salvaron mi vida sino también a todo el mundo. Ahora estoy más tranquila sabiendo que los Caballeros Dorados que quedan, están de nuestra parte".

Seiya: "Y no solo eso, sino que además el viejo Maestro de Shiryu ha sido nombrado como el nuevo Patriarca del Santuario"

Shiryu: "Es un gran honor que ahora mi maestro haya alcanzado una posición tan importante"

Saori: "Y díganme, ahora que el peligro ha pasado... ¿Qué es lo que piensan hacer?"

Esta pregunta dejó pensando por unos momentos a los guerreros, ya que estuvieron tan enfocados en sobrevivir a la batalla de las doce casas...que no pensaron en lo que harían al regresar porque, sinceramente, por un momento creyeron que no lo harían.

Seiya: "Bueno...yo había pensado en reunirme con Mino. Como Marín y Shaina se quedaron en el Santuario, pensé en ir a verla al Orfanato. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos".

Shiryu: "Yo volveré a los Cinco Antiguos Picos de Rozán para estar con mi Maestro y con Shunrei. Ellos se han estado preocupando mucho por mí, además de que los extrañé mucho y quiero pasar un tiempo con ellos".

Hyoga: "Yo creo que me quedaré un tiempo en el Oriente, antes de regresar a Siberia. Seiya, si quieres puedo acompañarte al Orfanato para ver a los niños".

Seiya: "¡Gracias, amigo Hyoga! ¡Los niños seguramente se alegrarán!", dijo con entusiasmo.

Saori: "Bueno, todos tienen muy buenas ideas. ¿Y qué me dicen ustedes, Shun e Ikki?", preguntó dirigiéndose a ellos.

Ikki: "Bueno, ustedes ya saben que soy un lobo solitario. Tengo pensado emprender un viaje por el mundo para hacerme más fuerte".

Shun: "¿En serio no piensas quedarte, hermano?", preguntó con algo de tristeza en los ojos.

Ikki: "Lo siento, Shun. Ya sabes que no suelo andar en grupos. Pero no te preocupes. Siempre estaré ahí para ayudarte, así como a Seiya y los demás. Y especialmente a Atena".

Todos en la habitación se alegraron con las palabras del Caballero del Fénix.

Saori: "Te lo agradezco mucho, Ikki. ¿Y qué me dices de ti, Shun? Sabes que puedes quedarte aquí".

Shun: "Muchas gracias, Saori. De hecho, pensaba hacer eso".

Ya se estaba haciendo tarde por lo que Saori invitó a los Caballeros a quedarse a cenar y a pasar la noche en la mansión antes de emprender sus respectivos caminos. 

Los guerreros aceptaron gustosamente y pudieron disfrutar de una cálida y pacífica cena en mucho tiempo, casi como si de una gran familia se tratase.

Al terminar la cena, ya era muy tarde. Por lo que Saori le indicó a cada guerrero sus respectivos cuartos y se fueran a dormir. Los únicos que compartieron la habitación fueron Ikki y Shun. 

El Caballero de Andrómeda quería pasar hasta el último segundo con su hermano mayor, ya que sabría que al día siguiente volvería a irse.

Mientras estaban en sus camas, Shun encontró dificultades para conciliar el sueño. Pero no era por el hecho de volver a separarse de su hermano. Era una sensación de extrañeza y algo de culpa, como si le quedase algo por hacer. 

O más bien, como si tuviera alguien a quien ver...

Nunca Es TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora