Un inconveniente

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—¿Quieres una torta de tamal? — Ofrece Edson cuando van saliendo de la clínica.

La neta lo hace por decir algo, porque después de que la doctora les dijo que eran cuates Diego no lo ha ni volteado a ver, y eso le preocupa. Sin embargo su pregunta solo hace que Diego lo voltee a ver, y por su expresión sabe que se lo está llevando la chingada.

—Sí Edson, sí quiero una torta de tamal. Aunque no nada más una, de hecho quiero tres, una de rajas para mí, y una de dulce y de rojo para tus dos hijos.

Y al chile Dieguito sí suena bien emputado, tanto que Edson no se atreve a preguntarle si neta quiere las tortas, pero antes de que se decida por preguntar o no, Diego ya está yendo a pedirlas y pues ajá, sí las quería.

Ya no dicen nada mientras van de regreso a casa de Edson, porque prometieron pasar primero a platicar con la señora mamá de Edson. Diego nada más va en la micro comiéndose sus tortas de tamal mientras su novio sostiene su champurrado y se lo pasa cada vez que se lo pide.

—¿Neta estás enojado, chaparro? — Pregunta Edson cuando ve que Diego guarda en la bolsa que les dieron la mitad de la torta de tamal de dulce.

—Pues era para que metieras dobletes en la cancha, no que me lo metieras a mí.

Los dos se quedan viendo, porque Diego ya se albureo solito, y de la nada ambos se empiezan a reír tan fuerte que el resto de la gente en el pecero se les queda viendo raro.

Cuando bajan del camión y comienzan a caminar en dirección al edificio en el que vive Edson, Diego capta a lo lejos que alguien está escuchando Suerte, de Shakira, y ahí tomado de la mano de Edson, sabiendo que van a ser padres por partida doble le encuentra otro sentido a la canción, porque sí, con él quiere pasar el resto de sus días y lo que me queda de vida, quiero vivir contigo. Ya no le importa el doblete que se reventó el Machín, ya no le importa que sean chamacos pendejos de preparatoria, está muy seguro de lo que quiere y eso es sentir la mano del otro tomando la suya.

La mamá de Edson se emociona cuando le dicen que son dos bebés, ella parece ser la que mejor ha asimilado toda la situación. Le ofrece a Diego el ir a vivir con ellos si sus papás no se toman la noticia tan bien, porque la verdad es que su hijo le ha contado como están las cosas en su casa. Y la verdad es que el morrillo se lo piensa, porque el estrés es malo en el embarazo y su papá Memo lo está haciendo saber lo que es amar a Dios en tierra de indios.

                                                                                         ***

—¿Es torta de tamal? —Pregunta Kevin cuando entra a su cuarto y ve a Diego cenando mientras adelanta su tarea.

—Simón— Contesta Diego, que sostiene la torta con la surda mientras con la diestra escribe los problemas de matemáticas que tiene que acabar para entregar mañana.

—¿De qué?

—Rojo.

—Dame— Pide Kevin, y Diego por instinto pega la torta a su cuerpo, protegiéndola del robo que planea su hermano. Porque lo conoce, y siempre le roba su comida. Duda que el estar preñado detenga al tragón de su hermano mayor.

—Nel, es de tus sobrinos.

—¿Cómo que sobrinos? — Dice Kevin.

Diego suspira, pensando que una pelea por una torta de tamal es la forma más pendeja en la que le pudo decir a su hermano mayor que iba a tener dos sobrinos en vez de uno. Pero bueno, de alguna forma se lo iba a decir y mejor que sea así.

—Pues sí, el pendejo de Edson no me hizo uno, me hizo dos.

—No mames ¿Ya le dijiste a mis papás?

Abrazame muy fuerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora