Capítulo 12

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El fin semana para muchos es el único momento donde pueden descansar. Es ese instante donde te la pasas disfrutando tu libertad de una semana ocupada para hacer absolutamente nada. Es cuando las parejas se juntan o salen, salidas con amigos, etc. lástima que para Miguel nada de esto podría ser posible.

— Estoy hasta los huevos de la ex de Javier. — ¿cuántas veces había dicho ya eso estás últimas horas? Quizás unas 20 o 100, pero ¿cómo culparlo? — No se despega de Javier ni un segundo, quería quitarme mi habitación y por si fuera poco lleno mi baño de un sin fin de cremas ¡Y solo lleva un día en mi casa! Gracias a lo que sea que esté en el cielo ayer durmió en su casa — frustrado Miguel se quejó con su amigo por teléfono, se sentía tan cansado de la situación y eso que no había pasado ni dos días.

— Bueno, solo serán unos días, soporta. —

— No puedo, se queja por todo. — Miguel se acomodó sobre su cama, apoyando su mentón sobre la almohada mientras dejaba el teléfono en altavoz a su lado, quería dormir para siempre. —

—¿dónde está Javier y ella? —

— Fueron al supermercado. —

Se escuchó una risita por el otro lado de la línea, Miguel frunció las cejas, ya que se escuchaban voces de fondo ¿por qué su amigo estaba tan feliz?

— Mhhh bueno, sé que puedes campeón. —

— Claro, cómo tú estás también soportando a la ex del chico que te gusta. —

Pasaron un par de minutos en los que ambos chicos continuaban hablando, el tiempo se pasó volando, ya que Javier ya había llegado junto con la chica, rápidamente Miguel se despidió de Carlos, saliendo de su habitación para ayudar a acomodar las cosas.

— Cari, debemos empezar con la dieta. — y ahí estaba aquella voz tan insoportable, Miguel no pudo evitar rodar los ojos, sintiéndose intrigado al instante. — Hoy cenaremos ensalada con agua natural de fresa. —

— "Cenaremos" me suena a manada, no somos conejos y Javier está en perfecta condición, te lo aseguro. — eso último lo mencionó con una sonrisa peculiar, haciendo que la chica lo mirara extrañado. —

— Si no lo digo por Javi. — respondió con cierto tono que nuevamente irritó al castaño. — trato de cuidarte, Miguel. —

— ¿A qué te refieres? —

Javier, que en todo momento se había mantenido callado, rápidamente reaccionó, aplaudiendo para llamar la atención de ambos.

— Suficientemente, cada quien cenará lo que le apetezca y fin. —

— Pero cari... La ensalada nos hará bien, sobre todo a Miguel que ya lo noto mucho más... gordito. — soltó una ligera sonrisa, enredado su dedo con un mechón de cabello mientras miraba a Miguel con inocencia. — Digo, se ve muy tierno, pero bajar unos kilos no le hace daño a nadie, quizás así consigas pareja por fin, aunque si prefieres llenarte de grasa y ser un cerdito no hay problema. —

Javier miró serio a su ex, por su parte está solo levanto los hombros, mientas seguía sonriendo, poco después solo se dio la vuelta, guardando las cosas que anteriormente habían traído.

— Jódete. — El castaño salió de la cocina, escuchando como la risa de la contraria salía de su venenosa boca. ¿Cómo podía ser tan hija de puta? —

— Miguel, no le hagas caso, solo está jugando. — Javier rápidamente se dirigió al menor, tomando su muñeca más, sin embargo, Miguel la quito con fuerza, entrando ahora a su habitación. —

El pelinegro se juró hacia la chica, mirándola mal para rápidamente entrar a la habitación del chico, notando como este se encontraba frente al espejo con su camisa arriba. Sin dudarlo se acercó lentamente, viendo como Miguel observaba su reflejo.

— ¿Estoy gordo? — preguntó Miguel hacia el peli negro, este negó y se colocó detrás de él. — mentiroso.

— No estás gordo en absoluto y si lo estuvieras, ¿cuál es el problema? Eres adorable. —

Miguel sonrió como pudo ante el comentario del contrario, sintiéndose apenado al instante.

— No estás gordo, Miguel. — Javier pasó sus brazos por la cintura del menor, apoyando su mentón sobre su hombro. — eres delgado, muy ligero y con una cintura simplemente hermosa. — mencionó suave, acariciando la piel del castaño delicadamente. Causando un escalofrío por el cuerpo del menor. — tus muslos igualmente son delgados, lizos y sobre todo suaves, tu cuello y mandíbula son tan atrayentes...—

— C-cállate... — Miguel se mantuvo cabizbajo para tratar de no mirar su reflejo contra el espejo, ya que se veía claramente como Javier lo estaba tomando de una forma que lo estaba volviendo completamente loco. — Ya suéltame, bobo... —

— Eres hermoso de pies a cabeza ¿si? — Javier sonrió ante la timidez del castaño, más sin embargo el ambiente se rompió al escuchar cómo entraban en la habitación, separándose por completo ambos chicos. —

— ¡Mor! —

Miguel rodó sus ojos mientras se quejaba internamente ante la interrupción de la chica, ¿porque apareció Justo en este momento?

— Ohh... perdón si los asuste, solo quería decir que puedo dormir con Javier. — Miguel casi se ahoga internamente al oír esas palabras, soltando una risa que no fue desaparecida por la contraria. —

— oh, no, no. — se apresuró a decir el castaño. — Yo dormiré en la habitación de Javier, tú puedes quedarte en mi habitación. — fue en ese momento donde Miguel se apresuró a tomar la mano del pelinegro, llevándoselo de la habitación sin darle oportunidad a Estefani de decir nada. — Espero pases bien tu primera noche.

Dicho eso se despidió con una sonrisa en sus labios, llevándose por completo a Javier hacu su habitación.

— No la soporto. —

— No la dejaste que hablara. —

— ¿Acaso querías dormir con ella? —

— Por supuesto que no. — Javier llevó sus manos hacia el borde de su camisa, desprendiéndola así de su cuerpo mientras lograba sonrojar al menor cómo ya era costumbre. —

— Serás... — mencionó bajo para darse la vuelta. —

— ¿Que haces, nene? — Javier se apresuró a llegar hacia Miguel, girando su cuerpo para mantenerse de frente. —

— En ocasiones dudo de tu heterosexualidad. —

Javier levantó una de sus cejas, tomando la cintura del contrario para dejar su espalda contra la pared de la habitación. Ambos se miraron a los ojos mientras Miguel colocaba sus manos contra el pecho del peli negro, alejandolo de esta forma.

— Basta, siempre haces lo mismo. — Miguel apoyó su cabeza contra el pecho del contrario, suspirando cansadamente. —

— ¿A que te refieres? —

— Tu... —

El castaño sintió de repente su cuerpo pesado, su cabeza pronto lo hizo marearse mientras su vista se nublaba. ¿Que le sucedía? El sueño le estaba ganando y fue en ese momento que sus piernas le fallaron, rápidamente Javier lo sostuvo preocupado.

— ¿Miguel? —

Ya era demasiado tarde, el menor ya se había quedado dormido en sus brazos, decidiendo llevarlo a la cama para pronto recostarse juntos.

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Mikellino (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora