Los villanos no son malos (Mechoa)

Ventanas

Los ojos son la ventana del alma, esos orbes que pueden ser de diferentes tonos café hasta ser tan oscuros como la noche, o tan claros que te pierdes en averiguar si siguen funcionando para ver de manera funcional. Los ojos son una parte de nuestro rostro tan expresivo que solo con miradas puedes entender frases enteras, los ojos reflejan todo y nada, pueden ser brillantes e ilusos, pueden ser opacos y rotos, pueden ser opacos y cansados, pueden ser tristes y esperanzados. Los ojos reflejan todo y nada al mismo tiempo, es solo una pequeña vista al interior de una persona.

Son aquello que refleja a su máximo esplendor el dolor al ser herido se torna rojo, al tener tristeza y alegría inmensa se cristalizan hasta botar pequeñas gotas saladas que recorren tu rostro como ríos dejando marca en tus mejillas; incluso si no llegan a desbordarse por completo aquellos que saben lo que es aguantarse e intentar formar paredes para que el agua no desborde notarán aquel brillo cristalizado en tus preciosos ojos.

Algunos dicen que expresarse de esa manera, con gotas desbordando tus ojos reflejan cobardía, debilidad, justificación, redención, impotencia; otros dicen que reflejan alivio, valentía, batallas, dolor, amor. Las lagrimas en los rostros reflejados de dolor han sido juzgadas de mil maneras y etiquetadas. Tal vez sea porque sean una fuente expresiva tan fuerte que daba miedo y desagrado verlas o tal vez era porque cada que una gota salía de esas preciosas ventanas abrías sin querer una cortina que mostraba una parte más frágil que podían romper o descubrir

A Leo no le gustaba llorar, al menos no frente a los demás, lástima que a veces los ríos hacen ruido.

Guillermo paseaba por el jardín, era un día nublado y sus flores se alzaban en calma, los chicos habían salido ese día, al parecer lo necesitaban, necesitaban salir un momento a asimilar muchas cosas y a sentirse en paz aunque ninguno se fue solo y Guillermo se quedó porque su ángel no había querido irse, así que suponía que se encontraba en su cuarto

Caminaba entre el pasto que ya tenía un nivel más alto, definitivamente debía cortarlo, el viento silbaba suave en sus oídos alborotando más ese cabello desordenado.

Pero había un sonido lejano, uno que hizo a su corazón estrujarse, eran suspiros tan bajos que apenas se escuchaban junto a los sollozos bajos y cansados, una voz tan rota que parecía que en cualquier momento pedazos de ella caerían y lo peor es que eran de él, de su pequeño ángel.

Se acercó despacio para no asustarle y vio algo que nunca se borraría, un ángel llorando, sollozos que parecían una melodía triste, sus rodillas contra su pecho, sus brazos rodeando su pequeño cuerpo para protegerse y estaba seguro de que por más que fueran inexistentes una alas podrían abrazar su cuerpo para que nadie pudiera verle.

Sabia que su pequeño ángel aún no se sentía del todo bien, pero verlo tan frágil en ese estado le destrozó porque sabía el por qué estaba así

Luego de su almuerzo con los demás y de varios apapachos, Scaloni ya había dado un camino para guiarse entre las batallas que vendrían y por supuesto el peligro era latente y como los idiotas de héroes veteranos veían a los villanos como una simple arma, la estrategia impuesta para que su libertad sea definitiva era que ellos estuvieran al frente de todo aquel embrollo y a pesar de negarse, de intentar que sus amigos no estuvieran en la primera fila de ataque, era tarde.

Si se negaban al plan tendrían que ser expulsados de nuevo al aislante y él no quería que sus amigos, su familia, se quedara sin ver más la luz del sol, era un si o si y de igual manera perdían.

Tenían miedo, estaba claro pero ya no había vuelta atrás y cómo dolía no ser parte de una luz, para leo esa sería su libertad, la libertad de su familia, esa que tanto había luchado para un avance y que de la nada se lo quieran arrebatar porque sabía que si uno de ellos faltaba no podría vivir ni disfrutar de nada, la luz ya no sería algo disfrutable, sería el recuerdo de una guerra con pérdidas.