La misma cama, las mismas personas, la misma comida asquerosa día a día...
¿Qué era lo que esperaba?
Era obvio que nada iba cambiar. Habían pasado 6 años desde que lo habían encerrado en ese lugar, desde entonces, no había pasado la gran cosa dentro de aquella penitenciaria, ahora con 24 años aún tenía una vana esperanza de encontrar algo emocionante que pudiese entrar en su vida, pero seamos sinceros, estaba acabado, nunca saldría de ese lugar y nada iba a cambiarlo, esperar algo emocionante... era una pérdida de tiempo.
En fin, era mejor que saliera de la cama, una vez que se paró se dispuso a ponerse su pantalón naranja, una sport blanca y la camisa de manga larga naranja que tenía que vestir en ese asqueroso lugar, al final, decidió ponerse esta última prenda sin llegar a abrocharla por la calor; sacudió sus cabellos negros, fue al baño y se mojó la cara para terminar de despertar, una vez hecho esto, aquel chico de ojos negros con el nombre de Jumpol Adulkittiporn se encaminó hasta la cafetería, en donde fue recibido con un buenos días de parte de otro de los reos.
Nombre: Fiat Patchata, un hombre curioso que tenía un parche en el ojo izquierdo, preguntarle el por qué lo usaba era una pérdida de tiempo, si no lo había intento saber durante seis años, no lo iba a intentar esa mañana, así que simplemente se dispuso a desayunar.
Su vida era monótona, ese día había estado distraído por alguna razón desconocida por él y cuando se dió cuenta, la luna ya estaba por salir, aun así, supo que no se había perdido de nada, después de todo, todos los días eran lo mismo, desayunaba, iba al patio para encontrarse con sus compañeros, hacían ejercicio, comían y jugaban algún deporte, básquet, futbol o voleibol, después de eso se iban a bañar a las duchas, cenaban y cada quien a su cama, esa rutina se repetía día a día, los reos más peligrosos no daban problemas mientras no fueran provocados y nadie peleaba si realmente no era necesario, en conclusión: Su vida era aburrida.
Pero como sea, quejándose no iba a cambiar nada, así que se concentró en lo que haría en ese momento, ir a las duchas, él y los chicos habían tenido un partido de básquetbol realmente bueno y los demás iban criticando sus jugadas, y aunque él no participaba en la plática, ponía atención a lo que los demás decían, y es que la verdad no es como si se llevara bien con ellos, eran simple diversión, después de todo no se puede jugar ese tipo de deportes solo.
-¡Vamos mocoso, esta es tu nueva casa! -¿Un oficial? ¿Qué hacía un oficial dentro a esa hora de la noche? Además de eso ¿Por qué los reos estaban tan interesados en saber que pasaba? A juzgar por los gritos era claro que habían traído a un nuevo prisionero y lo llevaban a su celda, de seguro el idiota estaba alterado al ver su nuevo mundo, jumpol se acercó a la multitud al igual que los demás, una fila de oficiales se extendía delante de ellos para evitar que alguno quisiera pasarse de listo, quiso mirar un poco más, pero todos estaban demasiado amontonados, solo podía escuchar al nuevo gritar.
-¡Suéltenme! ¡No pueden encerrarme aquí! ¡Quítame tus sucias manos! -Suspiró, podía ser nuevo, pero era un perdedor más, alguien que decía no merecer estar en ese lugar pero que al final seguía siendo un enfermo mental asesino que se creía la gran cosa, no iba a negar que él era así, pero por lo menos él estaba consciente de que merecía estar ahí y al final no le gustaba negar su pasado, el cual, gracias a sus decisiones, él solito arruinó.
-Para tener una bonita cara y ser tan joven es una lástima que hayas terminado en este lugar -El pelinegro alzó una ceja en forma de duda, ¿Qué pretendía ese oficial? A su alrededor podía escuchar a los prisioneros murmuran sobre quien sería su nueva presa, ¿Tan deseable estaba entonces aquel chico? La verdad era que no creía que fuera para tanto, todos habían estado encerrados tanto tiempo que de seguro ya estaban alucinando.
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Cárcel de Amor •Off-Gun•
FanfictionSu vida era monótona, todos los días era lo mismo, él tenía una rutina que se repetía día a día y en conclusión: Su vida era aburrida. Hasta el día en que él llegó... -¡Vamos mocoso, esta es tu nueva casa!- -¡Suéltenme! ¡No pueden encerrarme aquí! ¡...