En ese lugar había estantes con peluches de todos los colores, tamaños y formas. Eran muchos, MUCHOS peluches, él amaba los peluches, para cada uno tenía un nombre, cada uno era para un momento en especifico, en aquellos estantes largos y negros habían más de 20 peluches, eran tres enormes estantes, todos llenos de aquellos afelpados amigos.
Después de un rato, sus ojos con el color de avellana, pasaron a la cama que allí había, era una cama individual, algo pequeña pero perfecta para él que solo tenía 10 años y que además, más que de diez, parecía de 7 o 6. El pequeño miró las sabanas color azul cielo, eran suaves y afelpadas, sobre estas había un peluche muy grande, más o menos de su tamaño, era muy suave y marrón, tenía una cola y su posición era horizontal, era una perrita, una gran perrita marrón con los ojos cerrados, dando a entender que la pequeña dormía muy plácidamente. A muchos les parecía intimidante, pero era su más grande amiga y tesoro, un regalo muy preciado para él.
El pequeño subió a su cama y se acostó al lado de bibi, su peluche, miró a su alrededor, encontrándose con paredes blancas que eran tapadas por varios muebles, unos contenían su ropa y otros contenían muchos libros, en el techo, el cielo había sido dibujado a mano por su padre, a quien en aquel entonces conocía como su tío.
- Bibi, cuando venga, prometo no volver a llorar -El pequeño escuchó la puerta ser abierta, estaba preparado, a pesar de ser un pequeño de diez años, había entendido su lugar en el mundo -Me pregunto por qué mi tío no me quiere, él era muy bueno conmigo - Los ojos avellana miraron la puerta, la cuál se abrió completamente, del otro lado no había nadie, más bien, no había NADA.
El pequeño miró con curiosidad esto, ¿Dónde había quedado el resto de su casa? Ahí, del otro lado de la puerta, solo había una gran luz, una luz que le hacía querer cerrar los ojos, con algo de curiosidad propia de un niño de su edad, se bajó de la cama y caminó lentamente hacía esa gran luz.
-No vayas - Una voz muy conocida para él le hizo detenerse, sus ojos miraron detrás de él, encontrando solo a su perrita amiga, pero esta vez, con los ojos abiertos, con unos ojos rojos y enormes mirándolo fijamente -No te vayas - Repitió, gun se giró por completo, preguntándose por qué su perrita hablaba con la voz de Dew.
-¿Por qué no? - El menor miró de nuevo la luz que lo atraía cada vez más, regresó su vista hacía la perrita, quien repentinamente comenzó a tener una forma humana, de la nada, se había vuelto más grande y había adoptado el rostro de un ser humano, sus patas se volvieron piernas y brazos largos y musculosos, la cola fué desapareciendo, y el pelo marrón desapareció solo para dejar una melena que poco a poco fué perdiendo color hasta adoptar un café claro, los ojos que alguna vez fueron rojos se tornaron avellana opacos y de la nada, bibi había desaparecido para dejar frente a él, a Dew.
-¿Por qué? Porque eres mío, es obvio, no te puedes ir - gun miró a su alrededor rápidamente y miró con algo de confusión a Dew, sin miedo, sin ningún sentimiento más que una confusión muy grande dentro de él.
-¿Tuyo? Pero tú... Tú estás muerto ¿No? - Las cosas cambiaron de un momento a otro, Dew comenzó a derramar sangre por la boca, todo el cuerpo estaba comenzado a teñirse de un rojo sangre, las heridas que lo llevaron a la muerte simplemente aparecieron sin causar dolor, por otro lado, el pequeño gun seguía mirando todo tranquilamente, pero pronto se vió así mismo bañado en esa misma sangre, su cara estaba salpicada con manchas rojas, su torso estaba completamente rojo por aquel liquido y ya ni mencionar el estado de sus manos, una de ellas mantenía firmemente agarrado un filoso cuchillo que había sido utilizado para masacrar el cuerpo frente a él -Tú no eres real, porque yo te maté.!!
-Yo sigo vivo dentro de ti - Dew caminó hasta quedar frente a gun, el mayor se agachó a la altura de su hijo y le acaricio la mejilla con delicadeza -¿Sabes cuánto me costó asegurarme que nunca te olvidaras de mí? - Dew comenzó a sonreír, primero gentilmente y luego, terroríficamente, sin embargo, no creaba ninguna emoción en su pequeño hijo, él simplemente lo miraba con ojos sin emoción -Logré marcarte, logré que entendieras que nunca nadie podría apartarte de mí, fuiste mi más grande tesoro y no estaba dispuesto a perderte una vez más - Dew pasó sus manos delicadamente sobre el cuello del menor, sin lastimarlo, sin apretar, simplemente tocando pero sin llegar a soltar -Me mataste, sí, pero nunca llegaste a superarme, y eso me hacía feliz, porque al final seguía estando contigo, repitiendo todas esas noches en las que te poseí en sueños, haciendo mi recuerdo cada día más y más fuerte, incluso después de años, yo sigo aquí - Mientras hablaba, gun fué cambiando poco a poco, su cuerpo crecía, pasando por las diferentes etapas de su vida hasta llegar a lo que era ahora, un adolescente de 16 años que aparentaba ser orgulloso y valiente, pero que en verdad, era solo un niño que necesitaba el amor que siempre se le negó -¿Por qué? Después de tanto tiempo juntos ¡¿Por qué?! ¿¡Por qué quieres borrar mi recuerdo con ese maldito chiquillo?! -gun fué alzado y estampado en la pared, justo al lado de la puerta que aún no dejaba de emitir una gran y hermosa luz, las manos de Dew apretaban con fuerza el cuello del menor, intentando dejarlo sin aire, tratando de ahogarlo y matarlo con sus propias pero irreales manos -¡Tú me perteneces! ¡Tu cuerpo me pertenece! - gun lo miró con furia, tratando de hablar pero sin llegar a pronunciar algo coherente por culpa de aquellas manos que evitaban el paso del aire, pronto, sus manos tomaron con fuerza las que lo ahogaban y comenzaron a rasguñarlas, apretarlas y golpearlas con tal de que su padre lo soltara, esto no sucedió hasta que con sus últimas fuerzas logró patear al más grande en las costillas, provocándole un fuerte dolor y haciendo que lo soltara de inmediato, su cuerpo cayó al piso y comenzó a toser descontroladamente, su frente sudaba frío y sus ojos miraron de reojo al hombre que se tomaba las costillas con fuerza.
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Cárcel de Amor •Off-Gun•
FanfictionSu vida era monótona, todos los días era lo mismo, él tenía una rutina que se repetía día a día y en conclusión: Su vida era aburrida. Hasta el día en que él llegó... -¡Vamos mocoso, esta es tu nueva casa!- -¡Suéltenme! ¡No pueden encerrarme aquí! ¡...