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Solo quería estar a tu lado, sacar esa angustia contigo, que me dejaras llorar en tu hombro o me hicieras reír. Tú sabrías qué hacer.
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Mi melena siempre fue lo que más me había gustado de mi físico, pero, si mi madre se iba a sentir un poco mejor, no había nada que pensar. Era pelo. Y crecería. Eso sí, era inevitable que después, a solas, me sintiera triste. Me merecía estar mal un rato. Me lo había ganado.
Me temblaba la mano al escribirte. Me habías ofrecido tu casa y tu hombro, aunque desde aquel viernes no había vuelto. Quizás me estuviera tomando demasiada confianza, pero no se me ocurría otro sitio a dónde ir ni otro hombro sobre el que llorar.
Yo
¿Está abierto el refugio?
18:32
Escribí con miedo.
Tristán
24 horas.
18:32
Me dio un respingo. ¡Joder! ¿Habría un puto día en que no supieras qué decir para que me sintiera arropada y segura? Me até el pañuelo morado en la cabeza y fui a tu casa. Cuando llegué, volviste a demostrar que sabías mejor que yo lo que necesitaba.
Me abriste la puerta. Me quité el pañuelo, dispuesta a echarme en tus brazos, a que me llevaras al sofá o a donde fuera, y acurrucarme en tu pecho. Tenía ganas de dejarme llevar por el llanto hasta dormirme, como aquel viernes.
—Ese nuevo corte de pelo te rejuvenece —me soltaste—. Estás tan joven que apenas te reconozco.
—¿En serio? ¿Es eso lo que me tienes que decir? —Intenté disimular la sonrisa que me habías sacado.
—Me gusta. —Pasaste tu mano por mi calva—. Con la ventaja de que ya no perderás más gomas entre tu pelo. La coleta te quedará regular, eso sí, pero el coletero no lo vas a perder.
—Bueno, y ¿ahora qué hacemos? Venía con la intención de llorar durante una hora al menos. Nos hemos quedado sin plan.
—Vaya. Sonaba divertido.
Iba con la intención de abatirme, pero no me dejaste. Esa vez, no. Entendiste que era una acción de lo que sentirse orgullosa, no que me hiciera sufrir, y me hiciste asumirlo a mí también.
Fuimos al salón a ver Friends donde lo habíamos dejado.
—Ey —me llamaste cuando estaba junto a la mesa de centro tan horrible que había delante del sofá. ¿Por qué tenías aquella mesa tan fea que desentonaba con todo? Me gire hacia ti y me quitaste el pañuelo—. No escondas tu gesto detrás de un pañuelo, al menos no conmigo.
Me emocionó comprobar que valorabas lo que suponía para mí aquello. Y no solo por las palabras, sino por cómo te brillaban los ojos mientras lo decías.
—Eres muy grande —dijiste clavando tu mirada en mí. Tomé aire y suspiré profundamente mientras me besabas en la frente y me abrazabas.
Vimos la serie. Se notaba que no te gustaba demasiado, pero esperaba que durante la temporada dos conocieras más a los personajes y te metieras en su mundo. Llegó el capítulo en que Rachel y Ross discuten y él llama a la radio para dedicarle With or without you. Tú no tenías ni idea, pero era nuestra canción. Lo fue desde la fiesta, desde que nos abrazamos con los dedos.
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Hasta que te odié
RomanceSara nunca imaginó que podría enamorarse de alguien tan borde como Tristán. Menos aún que, una vez que supo que era el amor de su vida, lo pudiera llegar a odiar tanto. Sara y Tristán tardan en saber que se aman, pero, en cuanto se dan cuenta, saben...