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La vida es eso que transcurre entre momentos importantes.
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Estuvimos más de una hora sentados junto al serbal, abrazados, sin decir nada, mirándonos, sonriendo, sin más distracción que sentir que estábamos juntos.
—Ahora sí es tarde —dijiste—. ¿Qué quieres hacer?
—¡Son las 4:00! —exclamé mirando la hora en el móvil.
—Al motel ya casi ni merece la pena ir. ¿Te apetece ir a la playa?
—¿A la playa? Estamos a más de tres horas.
—Perfecto. Llegaremos cuando esté amaneciendo.
—Me encanta. Si estás cansado, podemos ir otro día.
—Sabes que no suelo tener mucho tiempo para mí. Quiero aprovechar cada segundo contigo. ¡Me siento tan vivo a tu lado!
Comenzaste conduciendo tú, aunque habíamos acordado que, cada hora, nos cambiaríamos para que el otro pudiera descansar. Al principio, quería estar despierta para seguir hablando contigo, pero, poco a poco, los ojos se me fueron cerrando. Sentí cómo habías frenado y entreabrí los ojos. Volvías del maletero con una de las mantas y me tapaste con ella. Te sonreí y te di un beso para volver a acomodarme. ¡Qué bien sentir que alguien está tan pendiente de mí!
Lo siguiente que recuerdo fue un beso tuyo en la frente. Abrí los ojos. Habías aparcado en un mirador junto a un acantilado.
—Me pareció un buen sitio para que veamos amanecer.
Salí, cubierta con la manta. El sol estaba apareciendo a lo lejos.
—Es precioso —dije, apoyada en tu hombro—. ¿Podemos quedarnos aquí toda la vida?
—¿Sí? ¿No tienes hambre?
—¡Cierto! —dijiste posándote del capó—. Y el desayuno es la comida más importante del día, así que vamos.
—Ja, ja, ja. Te has quedado en los noventa hasta para la nutrición. Ahora bajamos a la playa y desayunamos en algún bar por allí. De momento...
Tenías el maletero abierto y habías preparado unas rebanadas de pan tostado con aguacate, tomate y pistacho espolvoreado.
—¡Um! —dije al primer bocado—. ¿Ya te había dicho que te quiero? ¡Joder! —exclamé con el segundo bocado—. ¡Te amo!
—Por la comida, solo. ¡Qué bonito!
—Y por el sexo. No te olvides del sexo.
A los pocos kilómetros de emprender la marcha, vi la silueta del peñón de Peñíscola a lo lejos. ¡Te habías acordado de que era uno de mis sitios preferidos!
—¿En serio? —te pregunté, con cara de asombro.
—Para que me quieras por algo más que por la cocina y el sexo.
—Te como —dije, dándote un beso fuerte y sonoro en la mejilla.
Fuimos a desayunar a una confitería donde había bollería apta para veganos. Me tomé un café con leche de almendra con un croissant enorme. ¡Qué placer! Tú probaste una tarta de avellana. Digo probaste porque comí yo casi toda la ración.
—Eres como Joey con la comida —te burlaste de mí.
—¡Ah! Ya te está gustando Friends.
—No, la verdad es que no.
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Hasta que te odié
RomanceSara nunca imaginó que podría enamorarse de alguien tan borde como Tristán. Menos aún que, una vez que supo que era el amor de su vida, lo pudiera llegar a odiar tanto. Sara y Tristán tardan en saber que se aman, pero, en cuanto se dan cuenta, saben...