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Me miraste con una gran sonrisa cómplice. Sí, me estabas leyendo la mente, seguro. Empecé a notar cómo me ardían las mejillas. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué me ponía tan nerviosa? ¿Por qué me salían esos coloretes que no aparecían desde que tenía ocho años?
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El viernes, cuando empezó el descanso, abrí el portátil. Quería continuar con la novela, porque no había avanzado nada desde que... bueno, desde que había dejado sin cumplimentar la ficha del protagonista.
—¿Quieres venir a tomar un café? —preguntó Samuel al descanso. Supuse que hablaba con sus compañeros Cristina y David—. ¡Sara! —me llamó en alto—. Que si te vienes a un café. —Le miré, sorprendida—. Estos se van a comprar no sé qué —dijo arrugando la nariz.
No sabía qué hacer. Acababa de abrir el documento con las fichas de personajes y me apetecía completar toda la información previa lo antes posible, pero no podía desaprovechar la invitación.
—Sí, vale. —Cerré el portátil para meterlo en su funda.
En la cafetería estaba todo ocupado, pero Samuel se acercó a una mesa grande en la que había asientos libres y se sentó sin preguntar a los que estaban en ella.
—Ven, siéntate aquí —me dijo.
—Voy a por los cafés. ¿Qué quieres?
—Descafeinado, porfa.
Me acerqué a la barra y esperé un buen rato. A esa hora la cafetería estaba a reventar.
—Mañana invito yo —dijo cuando volví con los cafés—. Bueno, mañana no; el lunes, claro.
—No hace falta.
—Sí, sí. Cuando estoy con estos, cada uno paga lo suyo. Si no, empiezan los malos rollos de: "este siempre se escaquea", "aquella nunca paga"... Así evitamos historias.
—Vale, vale.
—¿Qué tal tu amiga por Florencia?
—Bien, disfrutando como una niña. Ella es pintora, así que imagínate para una amante del arte lo que puede estar disfrutando en una ciudad como esa.
—Bueno, disfrutará del arte y de esto. —Hizo gesto de beber—. Y conocerá a gente... Ya sabes.
—Está loca por Tristán.
—Ya, ya, hasta que se cruce un italiano buenorro . ¡Qué error irse con novio de Erasmus! Pero, oye, dile a Tristán que ya le consuelo yo cuando Silvia le deje.
—¿Y eso?
—¿¡Hola!? —dijo—. ¿Le has visto?
—Yo qué sé. Para mí es el novio de Silvia.
—¿Y? ¿No tienes ojos?
—Es el novio de una amiga: no puedo verlo de otra manera.
—Lo que me faltaba por oír. ¡Está tremendo!
—Ja, ja, ja. Oye, ¿y tus amigos están juntos?
—¿David y Cris? —preguntó Samuel.
—Sí. Veo mucha complicidad entre ellos y siempre están juntos, pero nunca los he visto besarse o abrazarse, así que no sé si son pareja.
—Todavía no.
—¿Todavía no?
—Mira, no me hables. Se gustan, pero, ya sabes, a veces son los últimos en enterarse. A David le digo que le gusta a Cris, y a Cris le digo que David está loco por ella. Pero nada, oye. Ninguno se lanza.
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Hasta que te odié
RomanceSara nunca imaginó que podría enamorarse de alguien tan borde como Tristán. Menos aún que, una vez que supo que era el amor de su vida, lo pudiera llegar a odiar tanto. Sara y Tristán tardan en saber que se aman, pero, en cuanto se dan cuenta, saben...