Capítulo 5. La barbacoa

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—Estoy orgullosa de la persona en la que te estás convirtiendo [...] Tienes unos valores admirables y ¡cómo has defendido a tu amiga! No has pensado en las consecuencias y lo único que te importaba era defenderla. ¡Ojalá mi pareja sea capaz de hacer lo mismo por mí!

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—¡Qué bien, mamá! —dije mientras le ponía la mano encima de la suya

Habíamos parado en la cafetería del hospital. Necesitábamos descargar la tensión antes de irnos. Yo estaba frente a mi madre. A su lado se sentó papá, a quien se le notaba feliz.

—Cuenta, cuenta —dije.

—Pues mira. Entramos a la consulta y el médico no tenía nada que ver con el otro. Este era majo y atento, ¿eh? —preguntó girándose hacia mi padre, quien asintió—. Me dijo que se confirmaba que había un nódulo.

—Vaya —lamenté mientras arrugué la frente.

—Me dijo que, aun así, había buenas noticias. El tumor aún está en... ¿grado I?

—Estadio I —rectificó mi padre mientras miraba un papel—. Mira, sí, está aquí en el informe. "Gracias a esto", pone, "el tratamiento recomendado es mastectomía parcial con conservación del seno, donde se procederá al corte del tejido canceroso sin necesidad de extirpación".

—¡Qué bien! —exclamé emocionada—. O sea, que te intervienen y lo quitan. ¿Hay que hacer quimio o algo parecido?

—No, no, nada. Bueno, después de la intervención tengo que tomar un medicamento...

—Mm —murmuró mi padre buscando en el informe—. Trastuzumab.

—Eso. No sé qué dijo de positivo en nosequé2.

—HER2 —apuntó mi padre tras buscarlo en el papel.

—Bueno, luego lees el informe, pero que al no haber metástasis, se puede tratar con medicamento, sin necesidad de quimio

—¡Qué bien! ¿Estás contenta?

—Mucho, hija. Hay que intervenir y lo que sea, pero dadas las circunstancias no me imaginaba que fuera así de fácil.

Fran se levantó, rodeó la mesa para llegar hasta donde estaba mi madre y le dio un beso en la mejilla.

—Te quiero, mamá.

A Fran se le inundaron los ojos por la emoción y, con él, a nosotras. Desde pequeño, Fran nunca mostraba sus sentimientos, mucho menos los negativos. Solo se le veía siendo realmente él con su amiga Ángela.

—¡Te quiero mucho, hijo! —Fran volvió a su sitio—. Estoy orgullosa de la familia que somos —extendió su mano y la colocó en el centro de la mesa. Todos la pusimos encima.

Fuimos a casa. Estábamos eufóricos. Sí, a mi madre le esperaba una intervención, pero nuestras mentes se habían imaginado cosas mucho peores, así que estábamos felices.

Nada más llegar, mi padre fue a la barbacoa y preparó el fuego. El jardín de atrás estaba precioso y lleno de vida, como en las grandes ocasiones de la familia, con decoración festiva por todos lados y la mesa larga preparada. Ya estábamos con el tiempo justo. A partir de la una empezaría a llegar gente y, sobre las dos, comenzaríamos a repartir la comida.

Quería que Jon llegara antes que nadie para poder estar solos cuando conociera a papá y mamá, pero dos matrimonios amigos de mis padres habían llegado pronto para ayudarlos con los preparativos de la fiesta. Me sonó el móvil.

Hasta que te odiéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora