• Territorio •

298 49 16
                                    

El apartamento era bastante espacioso y lucía bien organizado. Había un olor a flores frescas en el aire. 

—Ya estaba a punto de ir a buscarte. 

—Ya estoy aquí. 

—¿Qué tienes? ¿No me digas que estás molesta porque te hice venir a esta hora?

—No. De hecho, debo agradecerte por haberme llamado. Me salvaste. 

—¿Y eso? —me sirvió una copa de vino y me la extendió. 

—No importa—tomé la copa y observé el vino—. ¿Para qué me necesitabas?

—No podía dormir, así que necesitaba tu compañía. 

—¿Para dormir? — sonreí irónicamente—. ¿O para otras cosas?

No ha habido un lugar de mi cuerpo que él no haya cubierto de sus fluidos. Es increíble que mi cuerpo le provoque tanto como para hacer esas cosas tan obscenas. 

—¿Tienes el contrato contigo? 

—En alguna parte de la habitación debe estar. ¿Por qué?

—¿Me lo podrías traer? — me tomé la copa de vino de golpe y la puse sobre la mesa. 

—Supongo que sí. Ya vengo—se fue a su habitación, trayendo minutos después el contrato en mano. 

Literalmente estoy vendiéndole el alma al diablo. Es irónico, tanto huir de esto para terminar cayendo. Y ahora por gusto…

Saqué de mi bolso un bolígrafo y lo firmé, extendiéndole el contrato de vuelta. 

—Tú ganas, Kyllian. Ahora firma. 

Me miró fijamente, esbozando al final una media sonrisa. 

—Vaya, veo despecho en tu mirada. Así que, ¿ya lo sabes todo? —agarró el documento junto con mi bolígrafo. 

—No te equivoques. No solo lo estoy haciendo por despecho, también lo estoy haciendo por gusto—dejé caer el traje negro a mis pies, mostrándole la lencería que ese día eligió para mí—. Dijiste que te vuelve loco mi cuerpo, entonces, demuéstralo— me senté en el sofá, abriendo mis piernas de par en par y poniendo mi mano izquierda en mis bragas. 

Por mucho tiempo me sentí una mujer a medias. Me lo dijeron tanto que llegó un momento donde me lo llegué a creer, pero para él... para él yo era perfecta… 

Esa fogosa mirada que me dedicaba nunca la vi en nadie más, ni siquiera en mi esposo.   

—Quiero poner en práctica cada una de tus fantasías. 

Firmó el documento, sin siquiera apartar la mirada de mí, dejando caer todo sobre la mesa y acercándose al sofá. Antes de que se arrodillara, me aferré a su pantalón y se lo quité. Restregué mi mejilla en su gruesa y latente hombría a través del bóxer. 

—Pero antes quiero probar lo que por todo este tiempo he estado deseando tener dentro— dejé escapar. 

Se bajó el bóxer, tomando su erección en las manos y azotándome los labios con ella. 

—Ay, mi diosa— se mordió los labios, dejando escapar un suave gemido de satisfacción—. Como te encanta volverme loco. No sabes todo lo que he esperado por esto— lo rozó en mis labios de comisura a comisura—. Pero debo castigarte primero por haberme hecho esperar tanto. 

—¿Castigarme? ¿Vas a golpearme?

—¿Qué tonterías dices? —se sentó en el suelo, apoyando su espalda del sofá y me pidió que me pusiera de pie. 

No sabía lo que en sí quería, solo sé que me sostuvo la mano, haciendo que pusiera mi entrepierna a la altura de su rostro y levantara una pierna, poniéndola en el sofá. Mi parte íntima estaba expuesta ahí en su rostro. 

—Hoy serás tú mi linda y hermosa perrita. Marca tu territorio. 

—¿Qué? 

—¿De qué manera los perros marcan territorio? 

—Espera, tú no estás pensando que yo haré algo como eso, ¿verdad?

—Dijiste que estabas dispuesta a poner en práctica todas mis fantasías. Entonces demuéstralo. Marca territorio y asegúrate de cubrirme completamente, desde mi boca, hasta lo que tanto mueres por comerte. 

El acuerdo (Tercer Libro: PRELUDIO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora