• Especial •

242 51 10
                                    

—Gracias por las felicitaciones. ¿Cuándo escucharémos una noticia así viniendo de ti? 

—Dios me libre. Siempre tío, nunca padre. 

Su comentario me generó cierta disconformidad. No entiendo la razón, después de todo, lo que hay entre los dos es meramente físico y, por supuesto, un acuerdo de por medio.  

Él estuvo hablando con ellos un largo rato, estaba tan entretenido que ni cuenta se había dado del momento en que me alejé. 

—Vengamos mañana o en otro momento. No desperdiciemos el resto de la noche esperando aquí—me propuso.

—No, no voy a irme sin saber cómo salió todo. 

—¿Sabes todo lo que podríamos estar haciendo ahora mismo?

—¿Podrías dejar de ser tan egoísta por un momento?

—¿Qué hay con esa actitud? 

—Voy a quedarme hasta tener noticias de Rebecca y el bebé. 

—¿Por qué estás tan interesada en lo que suceda con ese retoño? Es un bebé que fue engendrado por la infidelidad de tu inservible exmarido. 

—Pues te recuerdo que ese bebé no tiene la culpa de lo que ese imbécil haya hecho. 

—¿No me digas que ahora le pedirás ser la madrina? Mi diosa, te estás involucrando demasiado en un asunto que no te concierne. 

—Tú también estás dando opiniones en un asunto que no te concierne. 

—No me está agradando ese tono y actitud que estás asumiendo conmigo en este momento. No estamos en las cuatro paredes del apartamento, pues allá es donde mandas tú y te permito que lleves la batuta de vez en cuando, pero aquí no. 

Creo que estaba asumiendo esa actitud inconscientemente, tal vez en gran parte se trataba del dolor que me ocasionaba recordar las palabras de esa escoria infeliz. 

«Necesitaba un hijo, un legado y el maldito vientre seco y marchito de Rachel no servía, no vi otra opción que encontrar a alguien más, alguien más joven, con mejores posibilidades de darme lo que buscaba, pero al final elegí mal, elegí mal dos veces; una salió vacía y desolada del vientre y la otra igual, pero de la maldita cabeza».

—¿Por qué no quieres tener hijos? —esa pregunta se escapó de mi boca y, por alguna razón, me arrepentí. 

Su expresión se tornó seria. 

—Mi preciada y querida Rachel, ¿qué está pasando por esa cabecita? ¿No me digas que esta situación te aflojó nuevamente esa ridícula idea y ganas de convertirte en madre? Tan bien que íbamos. Eres difícil de contentar. Acabas de deshacerte de tu exmarido y ya estás queriendo embrollarme en un embarazo. 

—Tú dijiste… 

—¿Yo dije? ¿Qué dije? ¿En qué momento dije que quería tener hijos? Disfruto muchísimo de llenarte ese enorme vacío que tienes por dentro y estoy dispuesto a hacerlo todos los días, pero una cosa no tiene que ver con la otra. Se siente bien fantasear con embarazarte, pero jamás llegaría a ese extremo, por algo ya he tomado medidas preventivas al respecto. Soy un alma libre, no me gustan los niños, me estresan. Si quieres embarazarte, hay muchos métodos, pero no cuentes con que me echaré una responsabilidad como esa al hombro. Créeme, eso no ocurrirá ni contigo ni con nadie. Puedo apoyarte a que logres convertir tu sueño en una realidad, incluso en cubrir tus necesidades durante el proceso, pero no esperes más que eso. 

—Qué bueno saberlo—sonreí—. Sigamos como estamos, así estamos más que bien. 

«¿Qué estaba pensando? ¿Cómo pude cometer el error de preguntarle eso?». 

Si antes me sentía mal, ahora me siento peor. 

Confundí las cosas; no sé cómo pude llegar a esto. Soy tan estúpida y patética. 

«¿En qué momento pensé que él era diferente y que si hacía algo por mí era porque me consideraba especial?». 

No soy especial, nunca lo he sido; solo soy su juguete, el que usa para saciar sus más perversas, retorcidas y oscuras fantasías. 

El acuerdo (Tercer Libro: PRELUDIO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora