• Desquite •

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Se fue a mi espalda, haciendo que mi esposo pudiera verme de pie a cabeza.

—¿A poco no se ve como una diosa con esta lencería? —acarició mi costado, dándose un paseo sobre mis lonjas—. La elegí porque sabía que encajaría con este perfecto monumento— hundió su rostro en mi cuello y su aliento me hizo hervir la piel y hasta la sangre—. De verdad que eres imbécil. Si tengo una mujer como ella, es para comérmela día y noche. No dejarla salir de casa sin una buena cogida de esas que la pones a caminar como potro recién nacido, así como la dejé anoche—sonrió.

Remojé mis labios al recordar todo lo ocurrido.

—Debes aprender a pensar primero en ella, no en ti. Apreciar cada centímetro de su apetecible cuerpo. Créeme, esta diosa posee muchos templos, pero para tener acceso a ellos, debes encontrar sus zonas más sensibles, donde con solo un roce o una caricia la hagas vibrar. Debería darte vergüenza. Tantos años casado con ella y ni siquiera sabes lo que le gusta.

Removió mi cabello hacia la espalda y presioné los labios al sentir el húmedo y caliente beso que depositó en mi nuca, creando un ligero camino hacia mi hombro, luego regresando a mi cuello y desviándose a mi oreja, donde dejó una ligera mordida en el lóbulo.

Aún no me toca y siento mis bragas mojadas.

—Una mujer no solo se usa para reproducirse, ni que fueras un animal. Hasta los animales se ofenden al compararlos contigo. Le has llamado una mujer a medias, pero es que tú ni siquiera llegas a hombre. Tú no me representas como hombre, eres un impostor y me da vergüenza saber que portas una velita entre las piernas. No sé para qué te la dieron, si no la sabes usar.

¿Cómo sabe que él me decía todo eso?

—Nada mejor que cuando desnudas a una mujer por dentro y por fuera. No hay mejor satisfacción para un hombre que contemplar en todo su esplendor la belleza de su desnudez. No cualquiera logra eso.

Acarició mi barriga, apretando mis enormes lonjas y sonriendo.

—Mira toda esta deliciosa carnecita. Es tan esponjosa y suave. Toda mía. Qué jodida dicha de haber estado sembrado entre ellas—sentí su erección en mi trasero y mordí los labios.

¿Yo le causo esto?

Froté mi trasero por mi cuenta en su erección y lo oí soltar un suave gemido cerca de mi oído.

—Mi ricura siempre tan traviesa—deslizó los manguillos de mi lencería, dejando al descubierto mis senos y pezones erectos—. Este punto es importante también— los amasó entre sus fuertes manos y jugó con mis pezones entre sus dedos, mientras su juguetona lengua hacía de las suyas en mi cuello y oreja.

Me vi en la obligación de cruzar las piernas, pues estaba demasiado caliente con sus atenciones y al ver a mi esposo furioso delante nuestro. La excitación me tenía al borde del precipicio.

—Me encanta convertirme en un tierno bebé— se fue a mi lado para pasar su lengua alrededor de la aréola y luego acapararlo con su boca, continuando con esas técnicas que solo su lengua sabe hacer bien.

Mis gemidos no pude controlarlos, sobre todo cuando su mano se deslizó por mis bragas y su dedo se escabulló por mis húmedos labios.

—Dios te dio dos manos, así que debes aprender a usar las dos al mismo tiempo— le dijo, mientras amasaba uno de mis senos y su boca hacía de las suyas, alternando entre ambos, sin dejar de deslizar su dedo en mi intimidad.

No podía más. Quiero sentirlo de una vez. Estoy enloqueciendo.

—Observa— le mostró su dedo con mis fluidos y los llevó a su boca, saboreándolo—. Esto es señal de que está preparada para la siguiente fase.

El acuerdo (Tercer Libro: PRELUDIO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora