• A la mala •

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Kyllian

Desde anoche me he sentido intranquilo. Mi diosa ha estado actuando raro. 

No voy a mentir, me tomó desprevenido la confesión de anoche. Es la primera vez que me dice que me necesita. 

La última vez que escuché unas palabras similares, fue cuando mamá estaba en la camilla de ese hospital, cada vez más enferma. Me dijo que mis hermanos me necesitaban, pero todo fue una vil mentira; nos abandonó. Si me hubiese quedado, habría podido despedirme. 

Tal vez debido a ese suceso, esas palabras me despiertan cierto temor e inquietud, porque reviven ese duro momento que quisiera olvidar, pero sigue grabado en mi cabeza. 

La vi llegar al museo y dejé escapar un suspiro. Creo que estoy exagerando. Tengo que sacarme esas ridículas ideas de mi cabeza. 

Di la ronda como de costumbre antes de dirigirme a la oficina y encontrarme con ella. 

—Buenos días, mi diosa—dejé mi maletín sobre la silla contraria del escritorio. 

—Buenos días. ¿Descansaste? 

—No lo suficiente. Me castigaste con tu ausencia después de acostarnos. Quería quedarme un poquito más entre las sábanas y tus esponjosos muslos. No entiendo por qué no te quedas a dormir hasta el otro día. Cuando estabas aún casada con aquel inservible lo hacías. Yo me quedo hasta el otro día cuando te visito.  

—Pareces un niño mimado y caprichoso. 

—Puedo serlo aún más, ¿quieres verlo?

—Iré por café. ¿Cómo apeteces tú café hoy? 

¿Así que le sigue causando vergüenza ese tipo de comentarios? Es tan linda. 

—Bien cargado. Necesito despertar. Tú no deberías tomarte un café, puede ser eso lo que te esté causando la acidez. El café es un irritante. 

—Ya me siento mucho mejor. Si no me tomo mi café, no podré aguantar el turno. No me dejaste dormir nada anoche.  

—Bueno, si te sientes con las ganas de tomarte un café, al menos no te excedas. Que sea solo uno—no terminé de decirlo cuando mi teléfono sonó. 

Vi reflejado el nombre de mi hermano en la pantalla. Es extraño que me esté llamando tan temprano.

—Iré por nuestros cafés. No me tardo—en sus labios se dibujó una sonrisa, algo que no suele suceder muy a menudo y salió de la oficina. 

Respondí la llamada, levantándome de la silla y acomodando los papeles que tenía regados sobre mi escritorio para guardarlos en mi gaveta. 

—Imagino que estás ocupado. No te tomaré mucho tiempo. Necesito que me pases el contacto de tu abogado y hombre de confianza. Liam no puede viajar y necesito realizar un trámite lo antes posible. 

—Te oyes preocupado. ¿Todo en orden? 

—Es Marjorie. Me informan que abandonó la casa donde la dejé. Quiero adelantarme a los hechos. Uno nunca sabe lo que suceda y qué esté tramando. Voy a casarme con Luna lo más pronto posible, quiero asegurarme de que esté cubierta, por si algo me sucede. La situación se ha tornado insoportable. Aunque le di una oportunidad a Marjorie por Amanda y nuestros hijos, ella misma ha firmado su sentencia, pasando por encima de mí y mis órdenes. 

—Te dije que ella era una bomba de tiempo que tarde o temprano estallaría. Nunca me cayó bien. Tienes suerte de que no cometiste el error de casarte o te habría llevado a la quiebra. Fue lo único sabio que hiciste. 

—¿Quieres callarte el hocico y pasarme el maldito contacto?

[...]

El tiempo sigue pasando y ese monumento no regresa. 

El acuerdo (Tercer Libro: PRELUDIO) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora