Extremo

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Cada día a la misma hora, en uno de los cuartos del alojamiento para caballeros, estaban dos seres haciendo de las suyas, juntando sus cuerpos en distintas practicas sexuales.

— ah~ Kageyama... hoy estas siendo más rudo de lo usual~

Tobio no escuchaba lo que su amante le comentaba, estaba completamente sumido en sus instintos de íncubo, ante sus ojos no reconocía a nadie, solo estaba sintiendo como alguien le proporcionaba un placer indiscutible.

Pero no duró mucho, Kageyama odiaba entrar en ese pequeño portal, el cual lo llevaba a solo cometer actos placenteros para él, ignorando a los demás.

— ¿Estas bien? Lo siento, volví a entrar ahí. — Se apresuró en decir el azabache mientras alejaba los cabellos de Hinata de su rostro.

— Esta es la tercera vez en la semana, no sé si debería sentirme alagado por hacerte entrar en ese trance.

Kageyama volvió a embestir el cuerpo de Hinata, para acabar y poder hablar tranquilamente.

Finalmente ambos cayeron en la cama, viéndose fijamente, ya había pasado una semana desde que diariamente se encontraban en el mismo horario, durante ese tiempo no habían tenido tiempo de hablar de tantas cosas.

— Deberías sentirte alagado, pocos son los que hacen perder el control a un íncubo adulto, además creo que cualquiera se volvería loco con esos movimientos que haces Hinata.

El recién nombrado se sonrojó un poco y solo apoyó su cabeza en el pecho del pelinegro, esa también se había vuelto una costumbre, de alguna manera el más bajo se sentía protegido en esa posición.

Le recordaba cuando se escondía en el pecho de su madre, hacia eso siempre que estaba pasando un mal momento o cuando sus supuestos amigos comenzaban a discriminarlo por tener ese cabello naranja.

De pronto unas palabras lo sacaron de sus recuerdos.

— Ya debo volver.

— ¿Es necesario que vuelvas? — la pregunta provocó una sonrisa en los labios del más alto.

— Sabes que debo irme... Nos vemos mañana.

Y así, como todos los días, se despidieron.

Kageyama se preparó mentalmente para dejar el calor tan acogedor de esa habitación y enfrentarse al frío aire en el que volaría hasta el castillo. Seria fácil solo teletransportarse, pero ese día quería pensar en algunas cosas, había sido así por toda esa semana.

Aún estaba odiándose internamente por entrar en ese dichoso trance, su padre y otros amigos íncubos le habían hablado que eso pasaba al encontrar a tu compañero o cuando realmente tu pareja te daba muchísimo placer.

De solo pensar en eso otra vez le causaba escalofríos, él podía jugar con cualquiera pero llegar a ese punto era algo extremo.

Finalmente llegó al palacio real, dio unas cuantas respiraciones, preparándose para el espectáculo diario y abrió la puerta que ingresaba al comedor principal.

Afortunadamente el cuchillo que fue lanzado no lo alcanzó pero si le dejó deseando mucho que su hora libre sea por siempre. 

No tenía que ser un genio para averiguar lo que estaba pasando, el príncipe mimado solo quería salir de su prisión, pero estaba terminantemente prohibido que saliera, luego de lo que pasó con aquel elfo peli verde.

— Mi señor, acabo de llegar, se puede retirar tranquilo.

— Finalmente llega alguien cuerdo a este hogar, cuida bien de ese loco Tobio, cuento contigo.

Kageyama dio una reverencia y en cuanto se cerró la puerta hizo un gesto de molestia en su rostro.

— Alguien no esta de buen humor hoy por lo que veo, si quieres te cambio de puesto y serias el próximo rey, eso te haría feliz ¿no? — Comentó sarcásticamente Tsukishima.

Tobio le mandó una mirada de odio profundo mientras tomaba un plato con un postre de leche, ese era uno de sus privilegios al ser elogiado por el rey, podía tomar cualquier cosa que ellos tomaban, amaba eso.

El licántropo y el demonio, ambos se dirigieron al cuarto del más alto, para simplemente quedarse ahí, era mejor que nada.

Además Tsukishima se ganaba un relato muy bien detallado sobre las aventuras de su cuidador con ese elfo peli naranja, la primera vez que las escuchó no le interesaba mucho, pero cuando apareció Yamaguchi en los relatos, comenzó a prestar atención.

— Así que otra vez entraste en ese pequeño mundo de los íncubos.

Kageyama asintió y solo se estiró más en el mueble que estaba sentado desde que entraron. Ahí mismo tiró su cabeza hacia atrás, estaba frustrado por todo lo que pasaba. Quería ver a Hinata otra vez.

Ya era tarde por lo que Tobio se despidió de su amigo y caminó unos cuantos pasos hasta su cuarto, estaba literalmente al lado, para así vigilarlo mejor en la noche.

Durante todo el tiempo en el cual ese manto oscuro cubría el cielo, la mente de Kageyama no dejó de recordarle lo egoísta que había sido, no importaba que todos dijeran que no había nada de malo en eso, a él no le parecía correcto solo dejar a su pareja.

Toda la noche no logró pegar el ojo, pero a pesar de eso, sus ánimos fueron completamente renovados, sentía que podía hacer todo lo que se propusiera, durante toda la mañana no le importaron aquellos molestos gritos entre el rey y su hijo idiota. 

 Volvió la tarde y llegó exactamente a la hora acordada a ese pequeño cuarto, ahí ya lo esperaba Hinata, esta vez lo recibía completamente desnudo, un deleite para los ojos de Kageyama.

No esperaron nada más y comenzaron hacerlo, no pasó mucho para que Tobio recobrara la conciencia y se diera cuenta de que otra vez había entrado a ese lugar horrible.

Golpeó su cabeza repetidamente contra la pared, eso era lo más frustrante de su vida, ya no podía soportarlo más, tenía que saber que era lo que estaba pasando.

— Hinata debo llevarte con un muy buen amigo, te lo ruego, sé que no estamos en alguna relación, pero quiero comprobar algo.

El peli naranja estaba un poco confundido, pero accedió de todas formas, en esos días había aprendido que existían personas en las cuales sí podías confiar y Kageyama Tobio era uno de ellos.

Ambos fueron hasta el castillo real, Shoyo se quedó afuera mientras Tobio pedía permiso para ausentarse hasta un poco tarde en la noche, permiso el cual le fue concedido con un poco de insistencia.

El camino que debían recorrer para encontrarse con ese dichoso amigo, era secreto solo para los demonios, por lo que Kageyama tuvo que teletransportarse hasta ahí.

Finalmente podrían averiguar que era lo que pasaba.

Cuando llegaron, vieron que habían varios demonios sentados en algunos bancos improvisados, estaban esperando que los atendieran.

— Buenas tardes— expresó con educación Hinata, aunque su tono de voz fue muy fuerte.

Todos lo miraron con una mirada afilada y atemorizante. El elfo pudo sentir como todos esos ojos lo fulminaban, estaba aterrado de volver a vivir lo del pasado y se escondió detrás de Kageyama.

Les esperaba una tarde muy larga.















Lazos Prohibidos, Versión KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora