Secreto

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Kageyama estaba en su habitación situada al lado de la de Kei, había escuchado los gritos y gruñidos que provenían del salón principal, los había escuchado claramente, pero no fue a defender ni al rey ni a su amigo, su mente estaba completamente ocupada en otras cosas.

La piel de Hinata, solo eso pasaba por su cabeza cuando cerraba los ojos e intentaba ignorar todo, lo suaves y calientes que eran sus mejillas, lo blandas que eran sus piernas, todo aspecto de ese elfo le encantaba.

Se había tirado a su cama, boca arriba, mientras volvía a pensar en su amado, esta vez en sus labios, pero su puerta se abrió inmediatamente, provocando que sus fantasias sublimes se esfumen por el aire.

- Tobio, vamos por los chicos, mi padre está loco, tenemos que ir.

El demonio no esperó nada, salió volando por su ventana hacía el cuarto de Shoyo, cuando estaba en el aire sentía que su respiración se entrecortaba, tenía mucho miedo de perderlo, no quería hacerlo y no iba a permitir que eso pasara.

No pudo más y bajó hasta el suelo, ahí respiró tranquilamente, como le había enseñado Sugawara, solo debía calmarse un poco y el resto ya podría hacerlo muy bien.

En lo que él se calmaba el licántropo lo alcanzó, le dio unas palmadas en la espalda, señal de que debían seguir su camino y así lo hicieron.

Finalmente ambos llegaron, no dijeron nada, solo entraron y cada quien fue por lo suyo, a veces le abrumaba lo sobreprotector que era ese rubio con su elfo.

Pero en ese momento debía llevarse a su chico a otro lugar, un poco lejano, para no exponerlo a ningún peligro, no quería perderlo nuevamente.

 No te alarmes Shoyo, no grites, no hables, ni te muevas mucho, voy a realizar un conjuro, con el cual te volverás invisible por un buen rato, en el lugar al que vamos no eres tan bienvenido que digamos.

Hinata se quedó analizando un rato la situación, pero accedió silenciosamente, asintiendo con la cabeza.

Kageyama susurró unas cuantas palabras en un idioma desconocido y posteriormente cargó a Shoyo en sus brazos, elevándose hasta lo más alto del cielo, para evitar que lo vieran y luego descendiendo hasta lo más profundo de la tierra.

Era como una caverna, algo oscura y húmeda, al principio muy silenciosa pero a medida que avanzaban el bullicio se hacía presente.

Parecían mercaderes, todos demonios de distinta castas, un escalofrío recorrió el cuerpo del elfo al ver piezas de humanos exhibidas al público.

Kageyama saludó con la cabeza a varios de sus conocidos y se atrevió a comprar un perfume, el cual arriba costaba muchísimas monedas de oro, ahí abajo lo podían intercambiar por otro producto y el pelinegro entregó una daga extrañamente roja.

Todos se veían muy serios intercambiando cosas, Hinata estaba un poco abrumado, el olor nauseabundo comenzó a llenar sus pulmones, las partes de varios seres desmembrados, todos los brebajes combinados, su cabeza daba vueltas.

En un descuido del más alto, Shoyo se alejó, tambaleándose mientras no reconocía ningún rostro, caminó un poco más, observando los productos, gracias a eso no se dio cuenta que delante suyo estaba un señor de mediana edad.

Para su muy mala suerte, aquel demonio llevaba consigo un amuleto anti magia, anulando así la invisibilidad del elfo. Por unos segundos todos los presentes se quedaron en silencio, nadie sabía como llegó un simple chico a ese lugar.

 Bueno, pero dejen de estar tensos, el ambiente es muy pesado.... Para... Mi terminó de decir Shoyo mientras se inclinaba de espaldas ante el intimidante acercamiento del demonio que lo descubrió.

 Aquí no se permiten elfos... A menos que desees ser vendido, de hecho creo que ese será tu destino pequeño entrometido el demonio mayor agarró las delgadas muñecas de Hinata y con muy poco esfuerzo lo levantó, mostrándolo a todos como si de su presa recién cazada se tratase.

Los comerciantes rieron a carcajadas, haciendo comentarios lascivos y denigrantes.

Kageyama estaba conteniendo sus ganas de asesinar a todo el mundo, sobre todo a ese maldito que tenía a su elfo en las manos, pero su ira explotó cuando escuchó cierto "Mira que linda cintura, podríamos vender su cuerpo y prostituirlo"

Ahí acabó todo para los comerciantes y compradores presentes, sus instintos de incubo prácticamente dominaron por completo a Kageyama, estaba receloso, nunca había sentido su pecho arder como en aquel momento, no podía soportar esa idea.

Empujó y tiró todo a su paso, le importo muy poco que sean seres vivientes o no, lo único que quería era que ese malnacido quitara las manos de lo que era suyo.

Todos comenzaron a gritar y a insultarlo, pero Tobio ya no escuchaba nada. Algunos demonios incluso trataron de hacer un hechizo, el pelinegro no era un novato, él sabía perfectamente cuando alguien trataba de hacerle daño y en sus venas corría sangre del más gran demonio hechicero, no deshonraría a sus genes.

Giró su cabeza y levantó una mano, con ese simple movimiento su opositor estaba siendo estrangulado por los aires, sin que nadie lo toque, todos quedaron inmóviles.

Hinata cayó al suelo de rodillas, pero no tardó en levantarse e ir lo más rápido que podía hasta Kageyama, cuando llegó lo abrazó por detrás, el elfo estaba asustado, pero desde hace un rato había notado como el cuerpo de Kageyama temblaba abruptamente.

 Tobio... Déjalos, los matarás más tarde, primero cálmate y salgamos de aquí.

El peli negro no dijo palabra alguna, tan solo tomó una de las manos de su Hinata y lo llevó rápidamente hasta la salida de ese lugar.

Los demonios dentro reaccionaron y trataron de seguirlo, pero cuando fueron por ese mismo camino, los dos amantes ya no estaban ahí.

Kageyama y Hinata estaban en otro lugar, habían escapado con el hechizo de teletransportación del incubo.

Estaban abrazados, las manos de Tobio en la cintura de Shoyo, apretándola

 Tu cintura realmente es muy bonita, no vuelvas a dejar que alguien te toque, en ninguna parte de tu cuerpo — expresó Kageyama mientras apoyaba su cabeza en uno de los hombros de su amado.

Hinata se sentía bien, estaba sonriendo mucho y sus mejillas se tornaban más rosadas de lo usual.

Desvió la mirada un momento y se percató del lugar en el que estaban. Era una especia de cueva, pero las superficies estaban cubiertas con plantas muy hermosas, en el centro un pequeño lago, cristalino. Todo brillaba al parecer.

 Oye, ¿Dónde estamos?  Indagó Shoyó alejándose del demonio.

El peli naranja caminó, explorando el lugar, con aquellos ojos brillantes, tan expectantes ante cada pequeño descubrimiento. En un momento dado se acercó al pequeño lago, sus dedos se mojaban con las tranquilas aguas, las gotitas salpicaban en sus pies.

Era una vista muy placentera para Kageyama, el cual se acercó a su amado, lentamente, para no asustarlo.

Llegó a su lado y se sentó junto a él, ahora ambos jugaban un poco con el agua.

 Estamos en el único lugar de este mundo en al que me siento seguro. Venía seguido con mi hermano mayor cuando yo era un simple niño, era nuestro tesoro, solo de los dos, pero él tuvo que ir a una investigación que le mandó la corona. Me dejó este lugar como su legado y no había dejado que nadie entrara hasta que tú llegaste.

Shoyo no sabía cómo sentirse, pero un calor muy agradable inundaba su cuerpo entero.

Fue casi por instinto, pues se lanzó hacia Kageyama, con una sonrisa muy grande.

 Gracias por dejarme ser parte de esto. Dijo Hinata mientras le apretaba más el abrazo.

Ambos amantes se miraron a los ojos, sus manos se juntaron al igual que sus labios y crearon un ambiente lleno de pasión.

Ambos se necesitaban.

Lazos Prohibidos, Versión KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora