Secretos

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Cuando Kageyama abrió los ojos, sintió un balde de agua fria sobre él, literalmente.

Todos se habían quedado dormidos en el suelo, la mayoria estaban semidesnudos, lo cual realmente enojó mucho a Tsukishima, a fin de cuentas ese era su castillo ahora, y que unos adultos inmaduros dejen todo tan desastroso fue lo que colmó su paciencia.

- Oye, pss... Yams, ¿anoche hiciste lo que te dije? Sobre las posiciones- indagó con demasiada emoción Shoyo.

- SHHH, ¡¡HINATA!! no digas eso tan fuerte... Sí, pero fue extraño creo - respondió el pelioliva mientras recordaba la noche anterior.

Ambos estallaron en carcajadas, hace tan solo un año hablaban sobre como se protegerían de sus abusadores, ahora bromeaban sobre algunos consejos indecentes.

La vida había dado una vuelta demasiado rotunda y estaban agradecidos por eso.

- Shoyo, ven. - dijo Kageyama mientras se recostaba detrás de una puerta entreabierta.

El elfo obedeció y aceptó la invitación. Todo estaba oscuro dentro.

De pronto sintió unas manos en su cintura, trató de girar su rostro en busca del culpable, pero entonces las manos, no tan extrañas, subieron hasta sus labios, los acarició por unos segundos y prosiguió a besarlo.

Un beso tan exasperante, cómo si tratara de comunicar miles de cosas, solo duró unos segundos, pero era perfecto.

— No te dejaré nunca, idiota, lo juro.

Fue lo único que dijo Kageyama para salir de la habitación, no tardó en seguirlo Shoyo, está vez con una amplia sonrisa.

Pronto todo era nuevamente un alboroto, con ellos y sus amigos, el palacio real jamás perdería su brillo, esta vez Karasuno estaría gobernado por seres demasiado impredecibles.

Con esa idea en la cabeza, Kageyama tomó a Hinata en sus brazos y abrió sus alas, alzándose en vuelo. No duró mucho el viaje, pues directamente fueron a la habitación que tenía Shoyo.

Apenas entraron no dejaron de mirarse, sus manos se unieron y sus labios también, eta vez en un beso completamente apasionado, se movieron un poco y llegaron a la cama, Shoyo estaba abajo, ahora no le importaba eso, solo quería sentirse bien.

— Te cogeré tanto que no podrás caminar en días, pequeño elfo. — declaró Tobio mientras le despojaba de sus prendas a su amado.

— Más te vale que lo que dijiste sea cierto joven demonio, lo estoy esperando con ansias.

Esas palabras activaron de una manera única al espíritu incubo de Kageyama, deseaba poder controlarse un poco, pero había llevado muchos días de abstinencia y ahora que tenía en permiso, haría un desastre el pequeño agujero de su elfo.

Los ojos con los que lo miraba eran de simple codicia, parecía un depredador admirando a su presa antes de comerla. Acercó su rostro al de Shoyo y comenzó a besarlo, era como si le follara la boca con su lengua, no podía parar de hacerlo, sus labios sabian deasiado bien.

Ahora algo más llamaba la atención del incubo, el olor corporal de su elfo, era lo mejor que había sentido en su vida, quería hacerlo suyo, restregaba su erección entre las piernas del peli naranja mientras su olfato estaba pegado al hombro de este mismo. 

Se apartó un poco y bajó hasta la entrada de su amante, era tan suave y perfecta como la recordaba, introdujo un dedo y comenzó a moverlos de adentro hacia afuera, provocando leves espasmos en el elfo.

Pero por alguna razón cuando Kageyama levantó su mirada para admirar las expresiones de Shoyo, este estaba cerrando los ojos con fuerza, no parecía estar disfrutando tanto.

Lazos Prohibidos, Versión KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora