Sucio

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¿Cuántos días pasaron?

El sol no brilla desde que pasó "eso".

Hinata Shoyo realmente perdió la noción del tiempo.

— Tadashi, debes dejar de saltarte los entrenamientos.

— Lo sé, lamento eso, pero hoy tendré una cita con Tsuki, espero que puedas cubrirme hoy también.

La sonrisita tímida de Yamaguchi estremecían el corazón de Hinata, no podía negarse a una petición de su mejor amigo.

Tan solo le deseó suerte a su amigo y lo despidió, sus ojos le pesaban y no era de extrañar, se había pasado los últimos días practicando hasta el cansancio, cada musculo de su cuerpo le dolía. Solo cerró su puerta con seguro para descansar tranquilamente.

Simplemente se quedó mirando al techo, había una grieta en una esquina, eso le recordaba a su antiguo hogar, donde no podía sentirse seguro. Estaba muy sensible, comenzó a recordar.


*Hace 2 años, en la aldea natal de los elfos, Sutashiti*

*Hinata, 17 años*

Era muy temprano en la mañana, su hermana pequeña lloraba y su padre se quejaba de las deudas, un escenario muy simple, era ese su día diario. Pero a pesar de todo, aquella sonrisa tan amplia no se perdía, o eso era lo que veían todos.

— Oye, chico, ven aquí... Escucha, sé que eres mi hijo, pero estamos en un momento de crisis, necesitamos tu ayuda— comentó el padre de Shoyo, mientras se frotaba el entrecejo.

— ¡¡Claro padre!!, sabe que siempre estaré para ayudarlos.

— Deberás ir a la casa de los elfos oscuros, ellos nos revelaron que una de las maneras de cubrir la cuenta era entregar cuerpo y alma a los antiguos cuervos fundadores del reino, supongo que solo debes ir, hacer algunas labores y entregar ofrendas.

No se escuchaba difícil, de hecho era algo demasiado simple para ser real.

A la mañana siguiente Shoyo se encaminó a una de las casas que le habían mandado, se había arreglado el pelo, cortándolo un poco; se puso uno de las mejores ropas que tenía en su armario. Trató de dar una buena impresión y poner su mejor sonrisa.

Llegó, los primeros minutos los pasó sentado en aquella gran sala, esperando que lo llamen. Uno de sus mechones rebeldes estaba en su frente, una excusa para juguetear y pasar el rato, una escena muy tranquila. Pero cuando lo llamaron a esa habitación sabía que algo no iba bien.

— Haremos una entrevista, siéntate, no todos pueden servir a los ancestros.

Se suponía que solo verían su alma, se suponía que solo revisarían si sus intenciones era sinceras. Mas cuando tomó conciencia, estaba desnudo en medio de muchos elfos hombres, lo miraban con ojos de lujuria, era asqueroso.

Miró hacia su cuerpo y tenía un miembro masculino dentro de él, le dolía, nunca había tenido sexo en su vida, realmente dolía. Todas sus preciadas ropas habían sido desparramadas por el suelo, estaban rotas, aquel mechón que le molestaba estaba siendo usado para saciar el libido asqueroso de esos degenerados.

Al parecer esa bebida "purificada" no era más que algo para doparlo, se sentía dañado, Hinata Shoyo se sentía realmente sucio.

El acto se consumó y repitió múltiples veces aquella mañana, fueron muchos elfos hombres los que abusaron de él, todos hacían lo suyo y se iban, no decían sus nombres ni mucho menos hablaban.

Cuando la noche llegó, los clientes dejaron de aparecer, finalmente podría descansar. Pues sí, cada vez que Shoyo quería colapsar, le hacían beber un afrodisiaco, lo obligaban a seguir, no les importaba cuanto le doliera o si el ritmo de los adultos era muy fuerte, él debía soportarlo todo.

— Lo hiciste bien chico, si haces esto por unos meses más, la deuda de tu familia prácticamente será eliminada. Ah, y que ni se te ocurra decir cual es el método de pago, a no ser que quieras ver a tu pequeña hermana muerta un día. Vuelve mañana niño.

Le dejaron limpiarse y rápidamente hicieron que saliera de esa casa.

Las piernas de Shoyo no podían sostener el peso de su cuerpo, tenia ganas de vomitar, el semen de sus abusadores no había salido por completo, con cada segundo que pasaba se sentía más miserable.

— Shoyo!! ¿Cómo te fue? ¿Realmente podrás servir a los antiguos ancestros? — Su mejor amigo de toda la vida, Yamaguchi Tadashi, lo esperó desde la mañana hasta que terminó ese infierno.

— Yams.... yo...  Realmente hubiera preferido que seas tú el que lo haga — las palabras que salían por la boca de Shoyo, eran de auxilio, él sabía que no se libraría de eso tan fácilmente y a medida que pasaba el día se preguntaba: Si hubiera sido su mejor amigo con quien lo hiciera, talvez ahí, no habría dolido tanto.

No aguantó más, abrazó a Tadashi y lloró, soltó cada pena que tenia en toda su vida, jamás había hecho algo así, pensaba que no era necesario, pero cuando los gritos no se contenían dentro de su garganta, se sintió bien.

Ese infierno duró durante dos meses, Hinata Shoyo aguantó todos los días, lo hacía por su familia, lo hacía por él.

* Fin del recuerdo, actualmente en la capital de Karasuno.*

*Hinata Shoyo, 19 años*


El elfo peli naranja frotó sus ojos y se levantó de su cama, se había quedado dormido mientras veía aquella grieta tan familiar, pero finalmente estaba despierto y tenía muchísima hambre.

No vio a Tadashi por ningún lado, así que supuso que ya se había ido a esa dichosa cita, se sentía muy feliz por él, siempre supo que ese pecoso sería alguien importante, después de todo era su mejor amigo, cualquier amigo de Hinata debía ser en el futuro alguien famoso o adinerado, era una meta que se propuso hace ya varios años.

— ¡¡Shoyooooooo!!! ¡¡Hoy trajeron onigiris del sabor que te gustaaa!! — Un hiperactivo enano de mechón pintado le daba la bienvenida hacia la cocina.

— ¡¡Noyaaa!!! ¿Cómo vas con el entrenamiento?

Ambos amigos hablaron de varias cosas divertidas hasta que terminaron de comer y salieron a dar una vuelta por la ciudad, era relajante simplemente hablar con alguien.

Justo cuando estaban a punto de entrar a un puesto de bebidas, Nishinoya Yuu se quedó estático, buscó con la mirada aquello que tanto le incomodaba y finalmente lo encontró.

— Hey, Shoyo... ¿Qué se supone que esa cosa con alas en el cielo que lleva siguiéndonos un rato.

El elfo, reaccionó inmediatamente, sus ojos miraban por doquier y logró encontrarlo, aquellas imponentes alas negras, ese cabello oscuro y aquella mirada melancólica, llenaba su interior de sentimientos cálidos que nunca había sentido.

Sus manos soltaron las bolsas que sostenía y cerró los ojos. Deseoso de volver a sentir esa brisa chocando con su rostro al elevarse por los aires.

— Kageyama — exclamó entre susurros, preparándose para ser arrebatado por los aires, para ser cargado por esas grandes manos. Y así fue.

Y así fue.





Lazos Prohibidos, Versión KAGEHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora