Abiertos: blanco.
Cerrados: negro.
Entrecerrados: difuso.
Blanco... Difuso... Negro.
Difuso... Negro... Blanco otra vez.
Bufé incómoda y decidí dejarlos abiertos. Mis ojos me pesaban, pero debía esperar a Sam una hora más. Y sí, me quejaba; el techo blanco de mi habitación no era de lo más interesante. En realidad, no lo era en absoluto.Suspiré y miré hacia un lado, entrelazando mis manos sobre mi vientre. Vi el zafacón que siempre está cerca de mi cama y me dediqué a observar —inconscientemente—, los papeles arrugados que había puesto allí.
Me removí en la cama y me coloqué de lado; el papel comenzó a tener más letras de pronto.
Lo miré espantada y di un brinquito en la cama, quedando sentada en ella.
Las letras se habían ido.
Inhalé aire bruscamente y me di cuenta de algo importante.
Miré hacia mi cuello y observé mi collar de plata. Me lo quité y lo agarré por la cadena. Acerqué la joya frente al zafacón otra vez, y allí sucedió de nuevo. La prenda que estaba usando rozó con el sol, haciendo que una rayo adicional saliera de él, y apunté directo a las hojas, entonces, las letras ocultas en ellas aparecieron. Y recordé algo que Julién me había dicho hace tiempo: eres inteligente, sé que vas a descubrir qué dice en el momento indicado.Para comprobar mi teoría, me levanté completamente de la cama y tomé las cartas. Me arrodillé en el piso, abriéndolas y esparciéndolas en la cama por segunda vez e intenté desarrugarlas un poco.
Todas y cada una eran hojas de maquinilla, totalmente blancas; sólo tenía garabateadas unas letras en tinta negra. A simple vista, totalmente insospechadas.
¿Acaso lo había planeado?
Me mordí el labio, ansiosa, y tomé una de las hojas mientras me levantaba del piso y me acercaba al ventanal.
Puse la hoja que decía ''S'' sobre el cristal y de inmediato volvieron a aparecer las letras. Decía ''Uno''.
Mi corazón dio un pequeño salto y creí entenderlo.
—No puede ser —susurré.
Volví apresuradamente a la cama y tomé otra. La expuse al sol y decía ''Siete''. El siguiente decía ''Dos''. Y luego, otro más que decía ''Tres''.
Con el estómago revuelto, agarré todas las hojas y las apilé. Tomé la primera, la segunda y la tercera en mis manos y abrí la puerta de la habitación.
—¡Nelly! —casi grité. No contestó. Chasqueé la lengua, desesperada y bajé las escaleras con una pizca de adrenalina y una tonelada de emoción recorriéndome las venas.
La busqué en la sala, en la cocina, en el baño, incluso en la piscina (y ni siquiera sabía que esta casa tenía piscina). Al final, la busqué en el lugar más obvio de todos; el patio trasero, y me sentí torpe por no haberlo pensado antes.
—¡Nelly! —exclamé y ella dejó de lado una revista de moda que tenía en mano.
—Oh, ¿nos vamos de compra? Necesito muchas de estas —dijo señalándome unas zapatillas en la revista. Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.
—Ven a la habitación corriendo, es urgente —dije y se puso seria al instante. Corrí escaleras arriba y detrás de mí escuchaba los pasos de Nelly. Entramos a la habitación y luego cerré la puerta con pestillo.
—¿Te acuerdas de las cartas de Julién? —pregunté mientras tomaba las demás y le daba a ellas las tres primeras.
—¿Sí? —dijo extrañada y asentí.
—Eran solo letras. No tenían sentido para mí, hasta ahora. Cada vez que expones las cartas al sol, reluce un número. Esos tres que tienes ahí son los primeros —se los quité de las manos y le pasé los demás—. Pega estos a la ventana y busca el número correspondiente.
—¿Y ese sería...?
—El cuatro —contesté dándole la espalda y esparciendo las hojas encima de mi aparador.
''S'' ''I'' ''E'' eran las tres primeras. Con el corazón desbocado, volví mi mirada a Nelly.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no haces nada?
—No entiendo qué tengo que hacer —medio sonrió en forma de disculpa. Suspiré.
Me acerqué a ella y tomé uno de los papeles. Lo pegué a la ventana y apareció ''Doce''.
—¿Lo ves? Harás esto hasta que encontremos el número siguiente.
—¿Y qué logramos con esto?
—Si pones los números en orden, la oración será clara, Nelly —dije como si fuera más que obvio—. O eso creo.
—Está bien —dijo y tomó el papel siguiente e imitó lo que hice anteriormente—. ¡Encontré el cinco!
—Felicidades. Ahora queremos el cuatro —tomé el cinco de sus manos y me dirigí al mueble otra vez, dejándola buscar.
''S''' ''I''' ''E'' ''...''''P''.
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Oscuridad en la luz.
FantasiDebbitha Ophenie jamás pensó que podría llegar a enamorarse de un humano. Mucho menos después de haber sido engañada por su exnovio hace 113 años. Sin embargo, al conocer a la todo menos ordinaria reina de los de su especie, se encuentra a sí misma...