Capítulo 13.

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Observé cómo J obligaba a Nelly a lanzarse de uno de los toboganes más altos y mordí mis labios con un destello de emoción en mis ojos.
—¿También vas a obligarme a lanzarme? —reté a Julién y sentí cómo se estremeció detrás de mí.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Te sentí —me eché de hombros y volteé a verlo—. Quiero ese —dije y señalé el tobogán que estaba al lado del que Nelly se tiró. Supongo que era el más grande de todos.
Julién sonrió.
—Qué curioso. Justo el tobogán en el que caben dos personas.
—Suelo ser muy oportuna.
—Yo no lo llamaría de ese modo... pero sí.
Me tomó de la mano y se la apreté.
—¿Listo?
Sonrió.
—Listo.




Entré en la habitación de Florissha abriendo las puertas fuertemente, haciendo que se estremeciera por el estruendo.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó Florissha, cauta al verme.
—Tú y yo vamos a hablar —me acerqué a ella furiosa, con ganas de atacarla, pero me autocontrolé.
—Yo no tengo nada que hablar contigo, hermanita —me sonrió de forma segura mientras alzaba la barbilla—. Así que... ¿Qué quieres, Samaritha?
—¿Me crees idiota? —solté y su sonrisa se borró al instante—. ¿Te crees que no sé lo que le hiciste a Debbitha o que no me daría cuenta? Por favor, creo que ese es el pensamiento más estúpido que has tenido en siglos.
—Samaritha. Yo no le he hecho nada malo —se encogió de hombros—. Le advertí. Si no volvía a ser una criatura de luz, no volvería. Y hasta ahora, esa esfera —señaló una bola esférica que contenía un líquido rojo vivo yendo de un lugar a otro—. No ha cambiado ni un poco de color.
—¡¿Dispusiste su destino en una esfera?! —le grité, mirándola horrorizada.
Se echó de hombros.
—Bueno, no es como si tuviera mucho tiempo en el día, ¿sabes? Cuando esté azul, Debbitha podrá volver.
La quise golpear hasta dejarla inconsciente, pero me contuve.
—¿Cuáles son los colores?
—Negro fue el color inicial. Ahora se ha vuelto rojo... aunque, la verdad, no sé por qué... En fin, si se convierte en amarillo está casi llegando. La meta es azul.
Entonces Debbitha había progresado al color rojo...
Pero... ¿Por qué?
Me quedé mirando fijamente a Florissha y ella estaba limándose las uñas tranquilamente. Fuera de culpa.
—Yo nunca le haría algo como eso a tu hija.
Florissha se quedó paralizada por unos segundos y luego subió la mirada. Estaba llena de odio y recelo.
—La diferencia es que yo no puedo tener hijas, y tengo que conformarme con un montón de idiotas que podrían cambiarse de bando en cualquier momento. Y créeme, eso no me consuela. Tú tienes a Debbitha, ve a verla cuando quieras en el mundo humano. Allá está.
—No seas idiota; por supuesto que ya he ido a verla. No es como si me enterara recientemente de que allí está —pausé un segundo y la miré. Me crucé de brazos y le dije—: Se está enamorando de un chico humano.
Florissha se levantó de la silla como un rayo y fue a ver su esfera. Su cara aterrorizada fue la que me confirmó completamente de que era cierto y casi sonrío. Tal vez Debbitha aún no podía tenerlo claro, pero para nosotras era más que obvio.
—¡Tu hija no puede enamorarse de un chico humano!
—Oh, claro que puede —ladeé mi cabeza y esta vez fui yo quien le sonrió.
Ella me miró furiosa, lo que provocó ensanchar mi sonrisa aún más.
—Y el amor es el único que puede lograr cambiarla, ¿no? —dije, fingiendo inocencia y paseándome por la habitación con un dedo en la barbilla—. Y... ¡Oh! Eso podría lograr que la esfera cambie a color azul bastante rápido... ¿no? —arqueé una ceja.
—Sí, pero... ¿sabes qué más? —respondió luego de un rato, sonriendo—. Tal vez ese mismo ''Amor'' la haga no querer volver, ¿o no? Entonces, la pobre y solitaria madre Samaritha sufre porque si su hija permanece más de un año en el mundo humano, jamás podrá volver —dijo con ironía y se echó de hombros—. Bueno... eso sería una pena, ¿no crees?
—Eres una...
—Lo sé —me interrumpió—. Pero me gusta verte sufrir, hermanita. Quiero decir, tus dos hijas... ambas en el mismo mundo humano, en la misma escuela, y ninguna se conoce siquiera —se rió escandalosamente—. Lo más divertido de todo es que no sabes cómo arreglarlo, pero tampoco eres capaz de decirles que eres su madre —negó con la cabeza—. Totalmente ridícula.
—Una de ellas ni siquiera se acuerda de mí —apreté los puños, inhalando por la nariz. Había que cargarse de gran paciencia para ir a la habitación de Florissha y hablar con ella algún día, porque parecía que siempre estaba en sus días.
—¿Y eso a quién le importa? —revoleó los ojos y luego rió—. Como si no fueras capaz de entrar en sus sueños y hasta jugar con sus recuerdos. No lo sé, Abigail, a veces pienso que eres demasiado idiota y no utilizas los poderes que se te brindaron.
—Como digas, Ernesta —contesté mordaz y se estremeció.
—¡Ese nombre es horrible!
—Lo mismo digo. ¿Qué pasaría si un día me dices ''Abigail'' enfrente de tus ángeles? Lo sabrían todo. Mejor mantente con la boca cerrada.
Se cruzó de brazos, molesta y sin poder contestar; sabía que era cierto.
Nadie podía descubrir lo que realmente pasó para que el submundo tuviera dos reinas, y para que a una de ellas nunca se le pudiera ver. Y es que Florissha y yo siempre habíamos sido hermanas, pero no siempre como ángel y demonio.
—¿No hay una alternativa para poder liberar a Debby? —quise saber con poca esperanza de que me contestara realmente.
—Sí —contestó y sonreí—. Pero... ¿por qué te lo diría?
Mi sonrisa se borró, y esta vez no contuve mis ganas de golpearla. Fui directamente a ella y utilicé mis poderes para pegarla bruscamente a la pared.
—¡No te entiendo! —le grité y la alejé lo suficiente de la pared como para volver a chocarla contra ella; su cabeza rebotó y sus ojos se inundaron de miedo—. ¡Si tanta envidia me tienes, entonces retírate de todo esto! ¡Déjame en paz! ¿Por qué no me dejas vivir?
—¡Para ti todo es muy fácil! ¡Tienes a tus hijas vivas y coleando por el mundo humano e incluso tu esposo está con una de ellas! ¡¿Por qué yo no puedo tener nada de eso?!
—¡Porque eres una perra! —la solté, dejándola caer bruscamente al piso—. Porque ni siquiera siendo humana pudiste ser una buena persona; engañaste a tus últimos tres esposos. Abortaste a tu hijo. Ayudaste a personas horribles a hacer cosas horribles, e incluso siendo inmortal no puedes aceptar ver la felicidad de tu hermana —me acerqué a ella y la levanté por la manga de su vestido—. ¿Y aun así todavía te preguntas que por qué? —la miré enfurecida y pude ver cómo dentro de ella empezaba a surgir el arrepentimiento. Pero no me importaba porque, como ya dije, estaba enfurecida con ella.
Me volteé y caminé fastidiada hasta la puerta de su habitación, retirándome de ella.
Aún así, Florissha... sigues siendo mi hermana, ¿sabes? Puedo perdonarte, susurré mentalmente y sé que pudo escucharme.


Oscuridad en la luz.Where stories live. Discover now