Capítulo 1.

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Hacía mucho tiempo que el café se había vuelto mi mejor amigo, y en Joe's Coffee era incluso más que eso. Fácilmente podría jurar que era el paraíso servido en una taza.

Me removí en el taburete en el que me encontraba sentada y me incliné ligeramente, posando mis codos encima de la barra y clavando mi mirada en ella mientras mis dedos rodeaban ligeramente la taza de café que me había servido Joe.
A través del cristal, divisé el reflejo de un chico que estaba a mis espaldas, sonriente, y fruncí el ceño.
¿Por cuánto tiempo había estado parado allí?

—Hey  —lo escuché decir cuando se dio cuenta de que lo había visto. Me impulsé de la barra para darme la vuelta y le eché un vistazo.

El chico era atractivo: el chico era un problema.

—¿Se te ofrece algo? —pregunté con voz monótona.

—Se me ofrece salir contigo. Tú, yo, esta noche; ¿qué tal?
Las criaturas del submundo éramos bastante peculiares. No nos parecíamos en nada a los humanos. Normalmente, si te atrae alguien, no te lo guardas. Vas directo hacia esa persona y se lo dices... de una forma u otra.

—No.

—¿No? —preguntó extrañado, dando un paso hacia atrás.

—No. ¿Te conozco siquiera? —cuestioné mientras tomaba mi taza de café y le daba un sorbo.

En sus labios se curvó una sonrisa.

—Por eso saldremos. Quiero conocerte.

—No, gracias —iba a girar otra vez pero el chico me detuvo. Tomó mi asiento por sus costados e hizo que lo mirara a los ojos.

—Me refiero a que también me conozcas. Tú a mí, yo a ti.

—¡Ah! —exclamé, y él volvió sonreír, esta vez de lado.

—Sí.

—No me interesa —repuse, haciendo que todo rastro de sonrisa se esfumara.

—¿En serio no quieres salir conmigo?

—Sí, en serio no quiero salir contigo. ¿Te podrías ir? Estoy tomando mi café —pedí con indiferencia, impacientándome.

Me miró fijamente por unos segundos, dándome tiempo para deducir que se sentía inconforme y molesto. Se dio media vuelta y dio un portazo al salir. No sin antes haberme fulminado con la mirada.
Eso provocó que todos alrededor miraran hacia la puerta, desconcertados.

—¿Por qué no sales con nadie, Debbitha? —escuché decir y me volteé, dándole la cara a Joe desde el otro lado de la barra; él estaba organizando unas copas.

Joe era lo más cercano a un amigo que podía tener. Escorpio, castaño, de unos 700 años de edad y capaz de hacer el mejor café de todo el submundo.

—No es asunto tuyo, Joe —dije y miré las copas que estaba organizando. Quería ayudarlo, pero no me atrevía a decírselo.

—Vale, entonces, ¿quieres algo más además de café? Los Wigtles* trajeron nuevas donas de chocolate.

Medio sonreí.

—No, estoy bien —contesté y él asintió. Un segundo después, desapareció de mi vista al entrar por una puerta que, según yo, daba a una cocina.

Miré mi taza fijamente. Sentía la amargura y la apatía a flor de piel.
Enderecé uno de mis dedos y, con delicadeza, toqué la taza, haciendo que se congelara completamente.
Metí una de mis manos entre los bolsillos de mi abrigo y deposité varios Jillies* en la barra; luego, me levanté y salí de ese lugar.
El frío de Noviembre se filtró debajo de mi abrigo y me golpeó en la cara inmediatamente. Empecé a caminar con ambas manos metidas entre mis bolsillos, encontrando placenteros mis tacones ese día.
No muy lejos de una cuadra, una demonia apareció caminando a mi lado.

Oscuridad en la luz.Where stories live. Discover now