—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Lo único que puedo preguntarme al despertar.
Mis ojos observan a mi alrededor: las envolturas de caramelo, las sábanas manchadas de chocolate, las cajas amontonadas de pizza, me sacan del letargo. Trato de levantarme, y el peso de mi panza es demasiado; mi barriga, una enorme masa de carne que me impide ver los pies. Después de unos minutos y todo mi esfuerzo, al fin levanto mi esférico cuerpo, descansando sobre el filo de la cama; me siento tan gorda, una enorme bola de manteca que estuvo a punto de irse para el frente, y caer sobre el suelo; me pregunto ¿Habría podido levantarme de haber caído? Seguramente mi familia me ayudaría, poco les importa mi tamaño, mientras más gorda, más complacidos están, y para ser sincera, adoro sentirme enorme; atendida como una princesa de algún opulento reino.
Camino muy lentamente por mi habitación, o al menos, eso intento; mis temblorosos pies se alejan de la cama, unos lentos pasos de elefante, mientras me balanceo para mantener el equilibrio. Mis caderas rozan en el marco de la puerta al pasar, es tan agradable. En unos meses ya no podré entrar por esta puerta, espero con ansias ese día, ya no tendré que levantarme, mi familia se encargara de llevar todo lo que necesite hasta mi cama.
«En la cama todos los días»
Después de algunos minutos me detengo, no entiendo cómo es que logré llegar a la cocina; intento llevar la mayor cantidad de aire a mis pulmones, me falta el aliento, pero las reconfortantes palabras de mi familia me animan a entrar. La cocina, ese lugar acogedor que se transformó en una línea de producción alimenticia, en la que toda mi familia trabaja sin protestar.
«¿De dónde sacarán el dinero si ya nadie en esta casa trabaja?»
Con dificultad me siento a la mesa, una extraña mezcla de satisfacción y sufrimiento, mientras dos sillas intentan resistir mi trasero que se derrama por los bordes, al mismo tiempo que los miembros de mi familia sonríen, la satisfacción en sus rostros me alegra.
—Aquí está su estimada princesa, lista para comer. —No sé porque dije eso.
Y me deleito con la lluvia de comida, como una cascada de alimentos que llega hasta mi cara, mientras mi familia frota y palmea mi abultada barriga; las manos como palas llevando comida hasta la boca, mis dientes que no pueden masticar con tanta prisa como quiero, y mi aletargado corazón que se acelera con cada bocado; la masa de carne de mi panza tocando la fría esquina de la mesa, y ese extraño sentimiento: la satisfacción de un deseo bien cumplido. Y esa chica que me observa detrás del cristal de la ventana, con esa extraña y cínica sonrisa, mientras me abandono en un frenesí alimenticio.
«Toda la comida que siempre envidié»
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Espero que no les moleste que subiera todos los capítulos de una sola vez, ya estaba terminada de todas formas.
Por favor dejen sus comentarios de que les ha parecido, eso me ayudaría bastante.
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Gracias por leer.
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Un deseo para engordar
RastgeleCuando el pecado de la glotonería, escucha el deseo de una chica. ¿Qué podría salir mal? **Como aclaración y para no generar malas interpretaciones, la protagonista y narradora de la historia: NO ES UNA NIÑA; en el capítulo I ella aclara, y cito: "...