Capítulo 06

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CAPÍTULO 06

La identidad coquetea con el desastre

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Cuando Do Jun se marcha como si alguien no hubiera sopesado en lanzarse de la azotea, pasa cerca de mí, igual que si yo fuera equivalente al excremento.

Es un tipo muy extraño.

Me planteo que, a lo mejor, tampoco puede verme. Pero recuerdo que dijo: «No te acerques más». Aparte, vestía igual que yo y tenía el collar de las divinidades, aunque el suyo era el de cruz.

Debí hablarle, pero es que apenas puedo respirar sin quejarme.

Lo mejor que se me ocurre, de momento, es que se trata de una guerra por quien salva al chico primero. Es posible que estemos en diferentes equipos, porque no elegimos el mismo collar.

Por otro lado, Ji Ho permanece ahí, inmóvil y sin ninguna expresión. Como una fuente vacía.

Verlo así me hace pensar en la palabra «soledad», porque funciona igual que una montaña rusa emocional. Bien puede llevarte hasta lo más alto, o hundirte en la oscuridad. A él lo imagino en la parte más baja de todo el recorrido. Pero al mismo tiempo, no hay mucho que comprenda sobre esto, pues la soledad también es como una canción que solo puedes entender si te sientes la letra.

Aunque me duela verlo así, no conozco la profundidad de sus sentimientos. Si algo sé al respecto, es porque también estuve vivo, y lo proyecto de manera inconsciente.

Recostado en el suelo y con los ojos sin rastro de vida, Ji Ho contempla a la nada. Parece que su alma lo abandonó. ¿No es similar a perder la vida?

Está vivo, pero muerto al mismo tiempo.

Ni siquiera parece haberse inmutado del jalón que lo llevó a encontrarse ahí, siendo pisoteado por sus sentimientos.

Yo, todavía de rodillas, percibo el alivio al descubrir que no tiene una cinta roja atada en sus muñecas. Es comparable a la sensación de necesidad que se instala en mi pecho, también por culpa suya.

Quiero descifrarlo.

Necesito entender lo que siente, de modo que pueda servirle de algo.

No sé qué está pasando en su vida, pero si pretendo frenar el peligro inminente que va tras él, entonces debo empezar por algo.

La preocupación regresa cuando se limpia la mano en la camiseta, empeorando la mancha de sangre. Tiene una herida considerable que debería ser tratada. Sin embargo, tampoco parece importarle. Está luchando contra un dolor todavía más imponente y catastrófico en su interior.

Al chico que me amó ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora