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Freen y Becky se conocieron en un club literario, hacía ya dos años, pero en realidad ambas sabían un poco de la otra porque iban en el mismo jardín infantil cuando eran pequeñas y ahora, a pesar de que estuvieron en salones diferentes, cursaban el mismo año.

Eso provocó más "cercanía" en ellas, sobre todo cuando Becky pasó al salón A donde estaba Freen.

Desde ahí, la última mencionada se empeñaba por acercarse a Becky.

Todo de ella le gustaba, la volvía loca, verla era una cosa de entrar al paraíso y salir de ahí no sería posible jamás, porque una vez que la conoció quitársela de la cabeza nunca fue una opción.

Y es que Becky podía esforzarse en negarle la facilidad a conquistarla, pero por dentro Freen se le hacía la chica más adorable, inocente y linda que pudo haber conocido. Solo que su orgullo le impedía reconocerlo.

A causa de esa sensación desagradable de sentir que reprimía parte de toda su libertad expresiva, quería hacerle saber a Freen que con chicas cursis y tiernas como lo era ella, jamás saldría.

Cosa que era una falsedad, porque prefería a una chica adorable, detallista, cursi y amorosa, a una idiota sin cerebro que solo pensaba en sexo.

Pero su orgullo no le dejaba darse una oportunidad con Freen.

— ¿Qué puedo hacer para que aceptes mi invitación? — intrigó la de pelo naranja desde su asiento. La rubia se sentaba atrás suyo.

— Te dije, no me gustan las chicas como tú.

— ¿Y cómo te gustan? ¿Las que son adictas al sexo?

— No. — negó velozmente. — Pero tampoco una persona como tú me va a conquistar.

— ¿Por qué? — preguntó intrigada.

— Eres demasiado cursi, Sarocha Freen. — fingió una mueca de disgusto. — No sé cuantas veces lo he dicho, pero odio lo cursi.

— Puedo serlo menos si quieres.

Aunque eso vivía en el ADN de Freen. El hecho de ser cursi no era algo que se esforzara a ser, era genuino y lindo. Cualquier persona con una mentalidad adorable diría que Freen era la chica perfecta e ideal para cualquiera.

Becky presionó su agarre en su puño.

"No seas idiota, yo no quiero que cambies tu maldita cursilería."

— No harías algo así.

— Dame una oportunidad. Yo no soy una mala persona. — pidió.

"Estúpido puchero que haces. Estúpida tú, maldita cursi que no me dejas sacarte de mi mente".

— No digo que seas mala persona. — aclaró. — Simplemente eres muy cursi. No eres mi tipo.

— ¿Y quién es tu tipo? — intrigó desesperada.

Becky no debió de haber dicho eso, ahora su mente quedó en blanco sin saber a quién nombrara como su tipo ideal.

Tantos chicos y tantas chicas en el salón, se fue por la menos que era su tipo ideal. Y es que se arrepentiría, pero no totalmente si eso implicaba alejar a Freen y sus bobas, y lindas frases cursis.

—Jaidee. — respondió lo primero que llegó a su cabeza.

— ¿Jaidee? ¿La idiota de Jaidee?

— No le digas idiota.

— Esa chica no sabría cuidarte ni tratarte, no te merece, Becky.

Dicha suspiró. — ¿Y tú sabes lo que merezco?

— Sí, sé lo que mereces. — respondió segura.

— ¿Qué merezco según tú?

— Mereces amor, respeto, una calidez que te abrace cuando tengas frío y alguien que camine a tu lado aun así no tengas el mismo ritmo que esa persona para hacer las cosas. Que te acepten sin ningún cambio, te toquen como un cristal recién creado y que, como si fueses un pedacito de cielo en este horrendo mundo, puedan proteger de ti porque eres la chica perfecta, pero no todos merecen tenerte.

Becky se quedó plasmada en Freen, admirando cómo esa bella chica era capaz de decirle tantas cosas hermosas sin recibir ni mínimo un "gracias" de su parte.

— Me encantas... — susurró en un tono casi inaudible.

— ¿Uh?

Y se retractó cuando se dio cuenta.

— ¡Qué es muy cursi, Freen! ¡Y sabes mejor que nadie mi opinión hacia lo cursi! ¡No. Me. Gusta!

𝗖𝘂𝗿𝘀𝗶 - 𝗙𝗿𝗲𝗲𝗻𝗯𝗲𝗰𝗸𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora