— Ahh, volviste. — Jaidee rió. — ¿Qué te sucede? En ti, Freen no puedo ver a una chica que se esfuerce demasiado en dejar de ser cursi.
— Becky me odia. — puchereó. — Y quiero enamorarla.
— ¿Qué es lo que te impide tanto ese hecho?
— ¡Qué no le gusta lo cursi y yo lo soy demasiado! — siseó. — ¿Debo de vestir como tú? ¡Es qué me da rabia! ¿Cómo es posible que tú siendo una idiota hayas logrado gustarle a Becky? Yo siendo su amiga desde que éramos pequeñas, nunca me ha respondido una frase linda, siquiera con un gracias.
— No soy ninguna idiota, Sarocha. Aclaremos eso primero. — Freen asintió tímidamente. — Segundo: ¿por qué no dejas a Becky y te olvidas de ella? No siento que tengas futuro a su lado con lo difícil que es Becky-yah.
— No puedo hacer eso. No quiero hacerlo. — murmuró, jugando con sus dedos en la mesa. — Becky me gusta mucho, Jaidee. Demasiado, me gustaría estar cada minuto de mi actual vida diciéndole lo mucho que la quiero, poder besarla, dedicarle cada segundo de mi tiempo para la cosa que me pide, ser la primera persona a la que acuda cuando se sienta deprimida, pero así también poder hacerla la chica más feliz del mundo. Despertar a su lado, invitarla al cine, poder caminar por la ciudad de su mano o simplemente ser su número uno. ¿Sabes a lo que me refiero?
— Mierda, Freen. En serio eres cursi. — suspiró. — No creo que Becky te guste. Esa chica te tiene enamorada.
— No lo sé... — musitó. — Únicamente quiero tenerla a mi lado.
— ¿Y tú crees que fingiendo ser alguien que no eres, ella acabará por enamorarse de ti?
Freen suponía que sí.
Nadie en su vida se le acercó amorosamente por culpa de su cursilería, o también por como era de delicada con las chicas que le gustaban. Suponía que ser cursi era un defecto y que nadie apreciaría ese hecho, solamente debía cambiarlo.
— Yo creo que sí, es lo que ella quiere. — se encogió de hombros.
— Te seré sincera, Freen. Cambiar por una persona es la estupidez más grande que un ser humano puede hacer. — palmeó su hombro. — Porque si le agradas a alguien por algo que no eres o enamoras a alguien de esa manera, es una cosa falsa. Si alguien te quiere o te ama, lo hace porque eres tú misma. No porque serás más genial, porque serás menos cursi, porque serás la mejor en la escuela o serás millonaria. Odio ser cursi y decir cosas así, pero lo original y único vale más que una copia incómoda y falsa. Y con eso me refiero que si Becky no te aprecia por cómo eres, con tus defectos y afectos, ella no es la indicada para ti. Por más que quieras creerlo y quieras que sea así, no es la persona que mereces. Porque si te quisiera como la quieres tú, no te pediría cambiar.
Freen quedó callada.
Un poco de culpa sintió en su interior, un poco de tristeza y dolor también. Tomando en cuenta la verdad de esa situación, se daba cuenta que quizás olvidar a Becky y darse por vencida era mejor que esforzarse a enamorarla por algo que no era.
Se sentía incómoda con la vestimenta que se puso y un poco expuesta por la mucha piel que estaba mostrando, cosa que a Freen no se le hacía cómodo, mas no lo consideraba como algo malo si es que alguien llevaba ese estilo.
— No valdrá la pena intentarlo si Becky te quiere por algo que no quieres. — añadió. — Es verdad que dicen que si no te duele no te hará feliz, pero hay un límite y no creo que debas de sobrepasarlo.
— ¿N-No debería de esforzarme a cambiar?
Jaidee sonrió. — Nunca cambies por otras personas. Si quieres hacerlo, hazlo por ti misma. ¿Quieres dejar de ser cursi?
Freen negó suavemente, con un nudo en la garganta que le hacía sentir dolor en el pecho, haciéndole la idea exacta de que una vez se pusiera de pie, la única opción que tendría a su alcance sería olvidarse de Becky.
Porque los recursos para que la quisiera como ella lo hacía, cada vez eran menos. Cada vez le dolía más estar enamorada de Becky, si es que eso era lo que sentía por ella.
— Invítala a la feria de fin de año, dile que tengan una cita, puedes decirle todo lo que sientes y ser tan cursi como quieras. Será de ella lo que responda.
Freen solo quería creer que Becky no volvería a rechazarla, pero lo veía tan poco probable.
— Me va a decir lo mismo de siempre... "las chicas como tú no me gustan ni me gustarán".